Los pecados de nuestras manos

Capítulo 8 Ep. 4 - "Plan y trampa"

—Estás muy serio —dice Gabriel cuando él sube al coche—. ¿Siempre eres así?

—Solo estoy cansado —deja salir Aion.

—Bueno, nos merecemos un buen descanso. 

—¿Por qué querías que me encargara de ese hombre?

Gabriel aprieta las manos en el volante.

—Es una larga historia —contesta—. Algún día te la contaré.

—¿Por qué no ahora?

—Porque todavía hay algo muy importante que tenemos que hacer.

❄️

Iván sigue su coche de cerca, al menos a trescientos metros de distancia así Gabriel no advierte su presencia. Su rostro es una lápida, pero su corazón late con fuerza. Lo mejor es que mantenga la calma. Aunque desea con todas sus fuerzas que sus sospechas sean ciertas, tiene un terrible temor de lo que pueda pasar cuando lo enfrente. O cuando los enfrente a los dos. Pero por el momento, solo los está siguiendo.

Gabriel maneja relativamente tranquilo mientras él trata de averiguar hacia dónde se dirige, hasta que su coche dobla en una calle poco transitada hacia el sur.

Él sonríe. Ese patrón de viaje es predecible gracias al rastreador que instaló antes. Sin embargo, perseguirlo en una calle prácticamente desolada no es un buen plan de emboscada, así que un poco más allá los detendrá.  Solo tiene que esperar un poco más...

❄️

—Sam… —insiste Gabriel. La conversación entre ellos se estaba acalorando—. Las opciones que tenemos son cada vez más peligrosas y se nos acaba el tiempo.

—¡Pero es una locura! ¿Arriesgarme a esto solo porque crees que saben sobre nosotros?

—No lo creo. Lo sé. —Gabriel dirige la mirada hacia el espejo retrovisor y Aion observa con cautela para percatarse del vehículo que les está siguiendo. Entonces vuelve a mirar a su tío—. Regla número cinco: nunca bajes la guardia. Saber exactamente dónde estás y quiénes te rodean tiene que volverse un instinto.

Las luces azules y rojas de la disimulada patrulla les obliga a detenerse y Gabriel mira fijamente hacia él, desbloqueando el seguro de su arma.

—No te muevas.

❄️

Iván obliga al otro vehículo a detenerse a una orilla. Él comprueba que su arma está cargada antes de salir, y empieza a acercarse. Pero cuando la puerta del conductor se abre, su adrenalina se dispara, obligándole a actuar con rapidez—. ¡¿Qué haces?, detente ahora mismo! —le grita con el arma apuntándole. El sospechoso se queda parado junto a la puerta y alza ambas manos.

—¡De rodillas, ahora! —ladra Iván. Sus pensamientos van a cien kilómetros por hora pero él da un paso a la vez, mientras la necesidad de control se vuelve más urgente. Entonces reconoce el coche y sonríe triunfal—. ¡Qué bueno! ¡Qué bueno que te encuentro, infeliz! —exclama hasta rodearlo y alumbrarlo directo al rostro con una linterna. Pero su cara se desfigura y su sonrisa se convierte en una mueca de confusión y disgusto, cuando ve al hombre anciano directo a los ojos.

—¿Qué…

—Solo pasé una luz amarilla, oficial. ¿Va a arrestarme por eso?

—¿Quién eres? —brama Iván furioso. Sus ojos se dirigen al coche y de vuelta al viejo. Está seguro de que no se ha equivocado—. ¡¿Quién mierda eres?!

El hombre cubierto de negro, sonríe.

—Tranquilícese oficial. Mi nombre es Dante Ziegel.

❄️

Aion mira el oscuro camino que tiene por delante y oye con atención a Gabriel hablando con el oficial afuera del auto. Y aunque ahí dentro no hace frío, sus manos se sienten entumecidas, el sudor helado recorre su nuca mientras intenta comprender la naturaleza del hundimiento que siente en su pecho.

Ha sido un día espantoso. Solo desea llegar a casa y olvidarse de todo; sin embargo no puede tranquilizarse y pretender que no está ocurriendo nada.

Estamos haciendo controles en Wintercold. Órdenes de arriba —dice el oficial que les obligó a aparcar a un lado de la calle.

—¿Órdenes de arriba? —la voz de Gabriel suena escéptica y arrogante.

Un dependiente, el señor Prado, ordenó la detención de un muchacho —contesta el policía y Aion aprieta sus manos contra el cinturón de seguridad—. Un tal Aion Samaras. ¿Le suena?

Su corazón comienza a palpitar con violencia ante aquellas palabras. Aion traga saliva mientras ve por el retrovisor al hombre extenderle una tableta digital a Gabriel, y alcanza a distinguir claramente una foto con su cara en ella. Y el ahora fugitivo, se hunde en su asiento todavía más volviendo su vista al frente del camino.

No, para nada —dice Gabriel de manera tan casual y aburrida, que Aion no puede entender cómo es que logra fingir ser tan frío—: ¿De qué se trata?

El otro suspira largamente y recibe el dispositivo digital de vuelta.

Iván Prado lo llamó el «Sniper». La noticia se difundió en la radio hace unos minutos. Parece que hay evidencias de que este chico está involucrado con muchas muertes aquí —comenta el policía—. Nos pidieron que hagamos correr la bola. Creo que el señor Prado atrapó al pez más gordo de Wintercold. —El hombre suelta una breve risa—. Prado indicó que podría viajar en un vehículo como este. Dígame, ¿usted es...?




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