Aion llama a Dante para que pase a buscarlo luego de que ella se va y, mientras tanto, toca sus labios con la timidez de las yemas de sus dedos. La sensación cálida de los besos de Gris y el dulzor en su boca le hace imposible pensar en cualquier otra cosa.
¿Fue todo real?
Dante baja la velocidad cuando está lo suficientemente cerca de él para que Aion suba al coche.
—Oh, Dios… —suspira Aion al verlo, mientras reposa su cabeza contra el asiento.
—No me mires así —dice Gabriel con severidad—. Creí haberte enviado a otro lado.
—No lo encontré. —Aion aparta la vista hacia la ventanilla hallando sus propios ojos en el reflejo.
«Te ves muy mal. ¿Qué está pasando contigo?»
Carajo. ¿Por qué Gris tenía que decirle todo aquello?
«Mírate, estás enfermo, agotado, nervioso…»
»Carajo… —masculla para sí mismo cuando oye a Gabriel hablar.
—Ya me di cuenta de que no lo encontraste —dice su tío con desdén sin quitar los ojos del camino.
La noche es una tumba, envuelta en sombras que parecen cubrir todo lo que existe en la ciudad. Gabriel y él son los únicos que andan a tan altas horas por las calles vacías. Solo el lejano sonido de un coche que se acerca a la distancia interrumpe su soledad.
Gabriel abre la boca para decir algo, pero antes de que pueda hacerlo, otro auto los embiste con fuerza por detrás. Su coche se desvía con brusquedad del carril y él maldice, viendo que van directo a estrellarse con el vehículo que se aproxima en sentido contrario, pero en el último instante, Gabriel logra controlar la dirección de su auto. Ambos coches se deslizan peligrosamente y sacan chispas cuando las carrocerías rozan una con la otra.
El sonido ensordecedor de las bocinas del otro coche se desvanece en la distancia.
—¡Aaargh! —Aion gruñe, llevándose la palma de la mano a la frente donde se golpeó con el tablero del auto—. ¿Qué está pasando?
—No puede ser.
Gabriel mira por el espejo retrovisor cuando otro golpe del que viene detrás hace balancear su vehículo otra vez.
—¡Haz algo! —grita Aion—. ¡¿Quién es?!
—¡No me digas que hacer! —protesta Gabriel, y luego sonríe al reconocer quién los está siguiendo—. Creo que logró dar con nosotros.
Empieza a reírse, cosa que confunde a Aion. ¿Por qué sería gracioso que alguien esté tratando de matarlos?
—¿Es Iván? —sonsaca frunciéndole el ceño, pero su tío está ocupado sorteando los ataques del policía.
—Creo que es bastante obvio —contesta Gabriel.
Iván acelera con una furia desenfrenada, y Aion se aferra a su asiento cuando el coche policial choca contra ellos una y otra vez, sin piedad. Los ojos del oficial brillan mientras le sonríe con una malicia diabólica y cierta satisfacción siniestra para luego arremeter contra el costado del copiloto.
Aion vuelve a golpearse contra el vidrio y Gabriel vuelve a perder el control del coche que, de un movimiento brusco, sube a la banquina para luego estrellarse contra la barandilla de seguridad, dividiéndola en dos. Gabriel farfulla cosas incomprensibles que a Aion le parecen otro idioma mientras aparta el airbag de su cara. Lo ve sangrar en su sien, y al verse atrapado contra la barandilla, se apresura a salir por la ventana. Aion parpadea varias veces, intentando comprender lo que sucede. Siente el gusto de la sangre saboreándose en su boca y su pie atascado contra la puerta abollada del auto.
Apenas puede distinguir la borrosa figura de Iván con un arma en mano, bajando de su patrulla destruida y dirigiéndose directo hacia el coche. Ve a Gabriel diciéndole algo mientras se interpone entre el policía y él, pero lo que sucede después hiela su sangre:
Iván apunta contra Gabriel Samaras y le propina tres balazos al torso.
—¡No! ¡No, Gabriel! —Aion jadea de horror, sus ojos abiertos de par en par al ver la figura de su tío cayendo al suelo.
No puede creer lo que está contemplando. Su corazón comienza a agitarse mientras intenta zafarse de su pie atorado y ve cómo Iván se aproxima con una sonrisa para acabar con él también.
Sin embargo, cuando pasa por al lado del cuerpo de Gabriel, éste arremete contra Iván como si regresara de la muerte y el arma sale volando de la mano del policía.
—¡No esperabas que te siguiera ahora, ¿verdad?! ¡¿Qué puta excusa tienes ahora?, ¿eh?! —grita Iván con los ojos rojos, la expresión de su rostro rehierve con ira y odio—. ¡Grandísimo traidor! ¡Lo ayudas a él! ¡¿Por qué le hiciste esto a Eric?! ¡Él confiaba en ti!
Gabriel lo mira fijo sin decir una palabra mientras Iván continúa despilfarrando insultos y gritos.
La escena frente a sus ojos pronto se vuelve una coreografía violenta e irregular de puños, patadas, sangre, cuerpos retorcidos, gemidos y jadeos de dolor. Pero Iván no es competencia para Gabriel Samaras. Él lo sabe muy bien. Aion intenta salir del auto para detenerlos mientras profiere gritos, pidiéndole a Gabriel que se detenga, hasta que nota que la Glock de su tío está en el asiento justo a su lado. La trifulca entre Iván y Gabriel continúa apasionadamente, pero el cuerpo resentido de Iván comienza a ceder ante la experiencia e implacabilidad de Gabriel Samaras.
#515 en Thriller
#345 en Detective
#264 en Novela negra
crimen, romance accion secretos, asesinatos violencia misterio
Editado: 06.09.2024