Los pecados de nuestras manos

Capítulo 9 Ep. 1 - "Paz"

«Ya no quiero estar sola, y tú tampoco quieres estar solo».

¿Qué significa eso?

Aion llama a Dante para que pase a buscarlo luego de que ella se va y mientras tanto, toca sus labios tímidamente con sus dedos. La sensación cálida de los besos de Gris y el dulzor en su boca le hace imposible pensar en cualquier otra cosa.

¿Fue todo real?

Él ve a Dante bajando la velocidad cuando está lo suficientemente cerca de él y tiempo después sube al coche.

—Oh, Dios. —suspira cansado al verlo, y reposa su cabeza contra el asiento. 

—No me mires así —dice Gabriel con severidad—. Creí haberte enviado a otro lado.

—No lo encontré. —Aion aparta la vista hacia la ventanilla hallando sus propios ojos en el reflejo.

«Te ves muy mal. ¿Qué está pasando contigo?»

Carajo. ¿Por qué Gris tenía que decirle todo aquello?

«Mírate, estás enfermo, agotado, nervioso...»

—Carajo... —masculla para sí mismo oyendo a Gabriel hablar.

—Ya me di cuenta que no lo encontraste —dice su tío desdeñosamente sin quitar los ojos del camino.

La noche es una tumba silenciosa, envuelta en sombras que parecen cubrir todo lo que existe en la ciudad. Gabriel y su copiloto son los únicos que se aventuran a andar por las calles vacías.

Solo el lejano sonido de un coche que se acerca a la distancia, interrumpe su soledad.En ese momento, Gabriel abre la boca para decir algo, pero antes de que pueda hablar, algo los embiste con fuerza por detrás. El coche se desvía bruscamente de su carril y se dirige hacia el vehículo que se aproxima en sentido contrario. En el último instante, Gabriel gira el volante, sintiendo el roce del metal mientras ambos coches se deslizan peligrosamente. El sonido ensordecedor de las bocinas del otro coche se desvanece en la distancia. 

—¡Aarrgh!  —Aion gruñe, llevándose la palma de la mano a la frente donde se golpeó con el tablero del auto—. ¿Qué está pasando?

—No puede ser —Gabriel mira por el espejo retrovisor y otro golpe del que viene detrás balancea su vehículo.

—¡Haz algo! —grita Aion—. ¡¿Quién es?!

—¡No me digas que hacer! —protesta Gabriel, y luego sonríe con diversión al reconocer quién les está siguiendo—. Creo que finalmente logró dar con nosotros.

Empieza a reírse y Aion le frunce el ceño. ¿Por qué sería gracioso que alguien esté tratando de matarlos?

—¿Es Iván? —sonsaca sorprendido, pero su tío está ocupado sorteando los ataques de Iván.

—Creo que es bastante obvio —contesta Gabriel.

El policía acelera con una furia desenfrenada, persiguiéndolos como un demonio en la oscuridad. Aion se aferra a su asiento mientras el coche policial choca contra ellos una y otra vez, sin piedad. Los ojos del oficial brillan con una malicia diabólica mientras sonríe con una satisfacción siniestra para luego arremeter contra el costado del copiloto. Aion vuelve a golpearse contra el vidrio y Gabriel pierde el control del coche que, de un movimiento brusco, sube a la banquina para luego estrellarse contra la barandilla de seguridad, dividiéndola en dos.

Uno de esos largos pedazos de metal atraviesa el parabrisas, destruye el airbag y queda a escasos centímetros de su cabeza, entre sus ojos. El corazón de Aion late con frenesí mientras ve la punta filosa del metal que casi le abre el cráneo en dos.

Gabriel farfulla por lo bajo, golpeado, aparta el airbag de su cara. La sangre comienza a brotar de su sien y al verse atrapado contra la barandilla, se apresura a salir por la ventana. Aion se queda con un pie atascado en el coche, incapaz de escapar y con la sangre saboreándose en su boca mientras Iván se prepara para acabar con él. 

Apenas distingue la borrosa figura de Iván, bajando de su patrulla destruida con un arma dirigiéndose directamente hacia él. Pero Gabriel se interpone entre el policía y él; y lo que sucede después hiela su sangre.

Iván apunta contra Gabriel Samaras, y le propina tres balazos al torso. Aion jadea con pavor mientras ve la figura de su tío caer al suelo, y luego Iván se aproxima para acabar con él también, mientras intenta zafarse el pie atorado.

Pero Gabriel se levanta como si volviera de la muerte y se lanza contra el oficial, arrebatándole el arma y protegiendo a su sobrino a cualquier costo. 

—¡No esperabas que te siguiera, ¿verdad?! ¡¿Qué puta excusa tienes ahora, eh?! —grita Iván con los ojos rojos, la expresión de su rostro rehierve con ira, y odio—. ¡Grandísimo traidor! ¡Lo ayudas a él! ¡¿Por qué le hiciste esto a Eric?!

Gabriel lo mira fijamente sin decir una palabra.

—¡Él confiaba en ti! —continúa Iván, seguido de una incontenida verborragia de malas palabras.

Aion nota a Gabriel buscando su pistola y su cuerpo se relaja abruptamente al notar que el arma que busca está en el asiento justo a su lado. 

La escena frente a sus ojos pronto se vuelve una coreografía violenta e irregular de puños, patadas, sangre, cuerpos retorcidos, gemidos y jadeos de dolor. Pero Iván no es competencia para Gabriel Samaras. Él lo sabe muy bien. La trifulca continúa acaloradamente hasta que Iván comienza a ceder ante la experiencia e implacabilidad de su tío.




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