Los pecados de nuestras manos

Capítulo 10 Ep. 3 - "Un juego del azar"

No pega un ojo en toda la noche. Las figuras extrañas errando en el techo parecen espíritus inquietos, aguardando a que se quede dormido así pueden escabullirse en sus pesadillas. Pero no lo permitirá. Aion sonríe de lado mientras las contempla en silencio y se concentra en el sonido del viento afuera de la habitación de Gris.

Es demasiado peligroso dormir en una situación como en la que está. No puede permitirse cometer errores ni dar ventajas, aunque el hecho de estar con Gris ya es un gran error.

Las sombras se alargan de a ratos, bailando en la afonía que lo rodea y van haciéndose cada vez más tenues al rayar el alba. Las aves comienzan a ulular muy temprano. El sol naciente del Este da justo contra la ventana. Un pequeño gorrión vuela hasta el alféizar y él dirige su vista desde el ave hacia la mesita junto a la cama.

«La vié est belle», lee una vez más la etiqueta del perfume que usa Gris.

Aion se levanta, arregla la cama de Gris, toma su calzado, e inspira profundamente antes de salir. Su visión de inmediato se torna pesada, sus ojos se sienten secos e hinchados y un leve mareo persiste.

«Ya va día y medio», piensa, mirando la hora en el reloj de la entrada y luego a Gris durmiendo en su sofá favorito aunque es el único que hay. Se acerca silenciosamente a ella sin querer despertarla aún, y toma asiento en el pequeño mueble enfrentado al sofá para ponerse sus zapatos.

Gris da un largo bostezo mientras se estira antes de parpadear con flojera y encontrarlo. Aion Samaras la mira consternado al notar el sobresalto en su cara.

—Buenos días —dice despacio.

—B-buenos días… —ella titubea.

—¿Prefieres panqueques o pan tostado para desayunar? —pregunta a Gris y se va a la cocina para darle su espacio. Allí coloca un poco de agua a calentar y mientras tanto, ve con un poco más de detenimiento la colección de cuchillos de Gris sobre la mesada.

Aion toma ese en particular que había llamado su atención por sus grabados en el cabo; y con su índice acaricia el diseño y luego las hermosas olas forjadas en la filosa hoja de acero damasco. Es un trabajo realmente magnífico.

—¿Qué? —Aion ladea la cabeza al notar a Gris observándolo.

—Nada...

—Fue una gran idea la tuya —dice, y deja el cuchillo de nuevo en su lugar—. De habernos quedado acá. Es algo que yo habría hecho.

—Tú querías pasar la noche en un supermercado —señala Gris, provocándole una insolente sonrisita.

—Qué chistosa. —Se cruza de brazos—. No sabía que podías ser tan cínica.

—Bueno, eso debe ser porque estoy pasando demasiado tiempo contigo.

—¿Una sola noche y ya es demasiado tiempo para ti? —sisea Aion alzando una ceja.

—N-no. No sé. ¿No es mucho tiempo?

Él la mira con atención. Un breve silencio atraviesa el aire y Gris baja la mirada al piso, el rubor sube a su cara como si ella se avergonzara de haber preguntado eso, y con esa ínfima acción Aion se da cuenta de algo más.

—Pasas mucho tiempo sola —dice. Y aunque Gris no lo confirma, tampoco niega que sea verdad—. No pareces del tipo de persona solitaria.

—Y tú no pareces del tipo que habla demasiado, pero aquí estás, fastidiando —contraataca ella en su defensa.

—Auch, eso fue cruel, extranjera —ríe él al mismo tiempo que el rostro de ella se enciende de furia.

—Ya sabes que no soy una. ¿Cuándo vas a dejar de llamarme así?

—Nunca —responde Aion, sonriendo tan descaradamente que hasta es burlesco. Pero cuando la ve apartar su mirada herida a otro lado, el gesto se esfuma de inmediato—. Ejem... anoche quería decirte que lamento haberte involucrado en esto. Pero estábamos demasiado cansados.

—Yo elegí involucrarme en esto, Sam. —dice ella.

—¿Por qué lo haces?

—Porque es mi deber ayudarte.

—No soy una buena persona.

—Creo haberte escuchado decir que eso depende de a quién se lo preguntes —le recuerda Gris, y el comentario le saca una risilla culposa mientras niega con la cabeza.

—Pregúntale a quien quieras. Todos estarán de acuerdo en que soy un... —Aion hace una grave pausa, mirando tras la ventanilla de la cocina.

«Somos criminales, ¿entiendes eso? Ellos nos miran con otros ojos. Iván, Eric, Gris; para ellos no somos más que criminales». Las palabras de Gabriel eran crueles pero ciertas.

—¿Cómo sabías? —interpela Gris.

—¿Qué cosa?

—Que ellos no me harían daño, ¿cómo sabías?

Aion la mira sin comprender, hasta que segundos después capta la pregunta.

—Ah... pues, en realidad no lo sabía.

—¿Me estás diciendo que arriesgaste mi vida a propósito?

—No, no quise decir eso. En realidad lo hice para protegerte. Sé que puede ser extraño, pero si yo te tomaba como lo hice, era probable que ellos te vieran como mi rehén. Incluso si nos atrapan… podría decir que no tuviste nada que ver conmigo y todo este tiempo te mantuve secuestrada. Eso debería ser suficiente —explica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.