Los pecados de nuestras manos

Capítulo 11 Ep. 3 - "Las mentiras que elegimos creer"

No puede creer que después de todo lo que han pasado juntos, y más aún después de toda una vida de crímenes por culpa de Gabriel, él siga pensando que es bueno estar de su lado, y llamar a eso familia, pero no puede culparlo. La soledad mata silenciosamente, incluso a aquellos que se acostumbran a sus engaños.

Empezamos pensando que estamos mejor solos, creemos sentirnos cómodos, pero con el pasar de los años esa zona de confort se transforma en un pozo de depresión del cual es casi imposible salir. Requerimos de alguien que nos tire un salvavidas cuando más lo necesitamos, precisamos de que alguien nos extienda una mano; una sola persona a la que puedas llamar familia. Como un padre, Eric, o un hermano mayor, Iván. 

Incluso alguien tan corrupto como Gabriel Samaras puede ser un tío, un padre, o una esperanza para Aion, aunque el mismo Aion sepa en el fondo que es un riesgo confiar en alguien como el frío y calculador agente de Inteligencia. Sam la había mirado casi disculpándose con ella en la armería, pero no tardó en notar por qué. 

Él no tenía por qué saber de la existencia de Gabriel Franco. ¿Pero no era ya demasiada coincidencia? ¿Que Franco apareciese justo antes de que todo el caso de Sam se fuera al diablo? ¿Que Iván hubiera desaparecido unas semanas después? ¿Que un tío fantasma, que él no veía desde hace más de veinte años se lo llevara inesperadamente? ¿Cómo es que Eric no se daba cuenta todavía? 

—Ya sabías de todo esto —musita ella con la voz trémula—. Lo que iba a pasarle a Iván. Lo que hizo Gabriel y también sabías de mí, de Eric… 

—Sí, lo sabía —dice él sosegadamente, y odia que aún cuando él le haya mentido así, su voz suavice el golpe de su confesión. 

—De verdad no confías en mí. 

—No es así. Yo no confío ni en mí mismo. 

—Ya lo sé. Siempre me lo estás repitiendo —dice Gris, soltando una risa seca y sin gracia. 

El tiempo pasa y el silencio hace que estar abrazados empiece a sentirse muy incómodo. Gris se debate cómo es la manera más sutil de despegarse de él. 

Primero aparta poco a poco su cabeza del cuello de Sam y sus ojos se quedan fijos en su pecho. Su camisa está tan estropeada que puede ver su piel a través y eso la pone aún más incómoda. Entonces da un paso atrás, bajando lentamente sus brazos de la espalda de Sam. 

Los brazos que la rodean a ella se apartan con gran delicadeza y se estremece al dejar de sentir su cálida proximidad. 

—Lo siento. No quise decir todo eso —murmura, escondiendo su rostro para que él no vea lo avergonzada que está.

Bueno, no sirve de nada. Sam toma su mentón, enderezando su rostro y luego pasa sus pulgares por sus mejillas para secarle las lágrimas. Ella ladea su rostro bruscamente para que deje de hacerlo, porque esas manos amables que borran sus lágrimas están manchadas con la sangre de inocentes. Porque la mirada comprensiva de Sam alguna vez fue una mirada donde no había más que crueldad; y esa maldita contradicción entre lo que él es, y lo que alguna vez fue, es insoportable para Gris.

Sam se sienta en el suelo, y se inclina contra la pared que enfrenta la cama mientras bebe un poco de agua, silencioso. 

—¿Por qué no tratas de descansar un poco? —dice cruzándose de brazos. Gris no se opone ante ello. Además, en serio necesita dormir.  

—Eh, ¿y tú dónde vas a dormir? —pregunta sin prestar atención a sus palabras. Entonces ve sus ojos abiertos en la penumbra del amanecer que se desliza por las rendijas del cuarto, y una sutil sonrisa en sus labios.  

«Oh no, otra vez dije algo raro».  

—No te preocupes, estaré bien aquí —contesta Sam, y parece… satisfecho; de que ella se preocupe tanto.  

—Bueno, si quieres…, la cama es grande y no me importa que… No me importas tú. 

—¿Perdona? —Él alza las cejas con diversión. 

—Bu-bueno, es decir, s-si quieres, puedes dormir de este lado de la cama —explica—. Sabes, si dividimos este espacio aquí, entonces, entonces… d-de este lado yo y... 

—¿Estás segura? —interrumpe Sam, muy sonriente.  

—Estoy intentando ser amable aquí, amigo —dice Gris poniendo los ojos en blanco. 

—Pero ¿estás segura? —La sonrisa de Sam se ensancha aún más. 

—¿Sabes qué? Eres un idiota —declara Gris y él chasquea los dedos como si fuese eso lo que quería escuchar.  

—Ahora sí te pareces más a ti. 

Sam le pasa su mochila, y ella coloca ambas en el medio de la cama para dividir los espacios, así puede sentirse un poco más segura compartiendo la misma cama que Aion Samaras. Los oxidados resortes rechinan con el peso de ambos y el leve movimiento del colchón debajo de ellos es... cómodo, en un sentido extraño de la palabra. Las vibraciones le transmiten cierta seguridad. Es verlo pero sin ver, y saber de algún modo lo que hace. Cada movimiento, cada respiración... 

—Gris. 

—¿Hmmm? 

—Duerme, yo cuidaré de ti. 

❄️

Abre los ojos y queda encandilada por una línea de luz que se cuela por las persianas rotas de la ventana. Cuando la vista se acomoda a la penumbra de la habitación, nota a Aion… a Sam, de pie y de espaldas a ella, mirando hacia afuera con serenidad. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.