Gabriel se lo lleva a la ciudad cuando él está lo suficientemente aterrado como para oponerse. Aion mira a su alrededor tratando de orientarse en ese bar al que entran, bien alejado de la zona céntrica. Observa a los demás intentando relajarse, pero se siente alerta, como si estuviera esperando que algo pase. Los bares son sitios donde la gente va a embriagarse y a hacer cosas estúpidas, lo sabe bien; así que es mejor si no bebe demasiado.
Aion enciende un cigarrillo, abrumado por las sensaciones que llegan a su cuerpo y a su mente. El bar es oscuro y está lleno de gente, todo el mundo está gritando por encima de la música fuerte y espantosa que resuena en sus tímpanos. Los observa reír, conversar y bailar, pero él no puede ser como ellos, no cuando sabe que él no está allí para divertirse. Pero Gabriel parece tan relajado… que esto también parece formar parte de su trabajo.
Su padre pide un Scotch sin hielo y un Martini seco. Aion alza los ojos hacia él, nervioso por la idea de beber alcohol, pero Gabriel asiente con una leve sonrisa y él traga saliva, volviendo sus ojos al trago frente a él y lo bebe de una vez.
—Oye. Con calma —le advierte Gabriel.
Tiene un gusto fuerte y picante, le quema la garganta y le sabe a fuego en la lengua. Una mezcla de licor y humo que lo hace sentir cálido por dentro, la robustez del sabor despierta sus sentidos y lo hace sentir vivo.
Aion se hunde en aquellos pensamientos hasta que Gabriel le da un codazo en el costado y él se endereza nervioso, suprimiendo el instinto de lucha que ha desarrollado durante esos largos dos años. Entonces dirige sus ojos a lo que él está observando: un grupo de mujeres que miran en su dirección, divertidas, le hacen gestos sugerentes para que él las siga.
Gabriel lo mira indicándole con la cabeza que se acerque a ellas y Aion exhala con fastidio, apagando el cigarrillo en un cenicero que dejó el barista allí, antes de levantarse para ir con ellas.
—Te ves muy tenso —dice una de ellas tomando sus manos, pero Aion las aparta de inmediato.
—Ven con nosotras a un lugar más tranquilo, así puedes relajarte un rato —susurra la más alta en su oído izquierdo, mientras las otras dos se ríen con complicidad. Y aunque él no oye lo que le dicen, les sonríe de vuelta y mete sus manos en los bolsillos, inclinando la cabeza a un lado para que lo acompañen afuera.
Sabe lo que sucederá. Mucho antes de que entraran al bar, Aion y Gabriel se habían demorado hablando de algo antes de bajar del auto. Pero cuando Gabriel salió, rápidamente notó que su auto había sido marcado. Se le había transformado la cara. Luego avistó una Partner azul estacionada a unos metros de ellos, con un hombre que les daba órdenes a las tres mujeres. Aion no era tan estúpido como para no darse cuenta de que era una estafa. Mujeres usadas para prostituirse y también robar.
Cuando clava el cuchillo en el pecho de la que está en la cama, ni siquiera se molesta en considerar que ellas son tal vez víctimas. Su pulso no tiembla al pensar que tal vez fueron secuestradas, arrancadas de un hogar, o que tienen una familia. Él actúa con indolencia; cuando la más alta de ellas grita de horror, el cuchillo de Aion vuela hasta su garganta. La última huye hasta la puerta desnuda, excepto por sus zapatos de tacón. Apenas logra abrirla antes de que él la alcance y estrelle violentamente su cabeza contra la puerta, cerrándola del brutal golpe. Su sien comienza a sangrar, sus ojos desorientados no saben lo que está sucediendo.
Aion Samaras la toma por la garganta, presionando tanto su mano que siente los fibrosos anillos de su tráquea siendo aplastados mientras ella se ahoga, con ojos llorosos y llenos de horror.
—¿Te dije que podías tocarme las manos? —susurra muy cerca de su cara—. Odio que me toquen las manos. Eres repugnante.
Aion saca otra navaja y la apuñala, seccionándole la carótida. La sangre salpica las paredes y llega hasta el techo. La sensación en su estómago se siente natural cuando mata. El olor y esa sustancia oscura bañando el lugar hasta le parecen tranquilizadores. Tal vez sí sea un monstruo después de todo.
La mujer muere mirándolo a los ojos y él la deja caer, quedándose quieto un instante hasta que oye los bajos gemidos de la segunda mujer a la que atacó. Aion gira para verla: su última víctima se arrastra con dificultad por el suelo. La visión le hace rodar los ojos mientras inhala profundamente y guarda su navaja, dirigiéndose con parsimonia al cadáver de la que está en la cama. Le pisa el pecho con la rodilla para recuperar su cuchillo y con él termina con la vida de la última. Luego se agacha para tomar una de las prendas que ellas tiraron al piso y lo limpia con calma antes de guardarlo bajo su abrigo y salir de ese repulsivo cuarto barato.
Cuando baja a la recepción del motel, el recepcionista abre los ojos con horror al verlo bañado en sangre y saca una Beretta, pero el Sniper apunta y dispara su Glock antes, mucho antes de que el hombre pueda hacer nada, incrustándole una bala entre sus cejas. El hombre impacta contra la pared azul detrás y cae como un costal de piedras.
Aion mira a ambos lados de la calle al salir, esperando a Gabriel mientras enciende otro cigarrillo y cierra los ojos cuando inhala y saborea el tabaco en su boca. Su aliento mezclándose con el humo. Le echa un vistazo a la Partner azul donde encuentra al conductor muerto por una herida profunda en su garganta. Fue Gabriel, claro.
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Editado: 06.09.2024