Los pecados de nuestras manos

Epílogo - "Requiem"

Me había transformado en uno más. Mi metamorfosis había terminado. Y en lugar de ir al encuentro de algo mejor, fue todo lo contrario.

El gérmen que manó de mí fue espantoso y repugnante. Me afligía saber que me había convertido en una persona triste, tal vez mucho más triste que cualquier persona normal. Ahora me era indiferente, porque jamás me abrigué a la sombra de nada. Hasta que la conocí a ella, y con ella... a todos lo demás.

Desvasté sus vidas tanto como ellos me la arruinaron a mí. Y no los culpo. Tal vez yo dejé que lo hicieran. Quizá estaba exhausto de rebuscarle un sentido a lo que hacía.

Jamás hallé paz en Dios, sus palabras nunca me reconfortaron. En el fondo… estaba marchito. Alguien más aprovechaba mi piel, se batía en mi cuerpo. Desde el instante en que el albor del mundo me ciñó, cargué a cuestas con los demonios de otra persona. Un alguien. Un ser egoísta que envenenó a su propia sangre. Un ser que no supo cómo amarme. 

Lo sé, porque yo pude abrigar una emoción similar, y nunca habría sido capaz de destrozar el corazón de la persona que me enseñó cómo era sentirse amado, aunque yo le hubiese destrozado la vida.

Ahora solo soy caos y catástrofe. Pero no me arrepiento. No puedo. Sentirse como Dios es una sensación peligrosa y adictiva. Y solo algo espantoso como yo puede ser la única consecuencia de eso. Manipulé el tiempo a mi favor, jugué con el tiempo de las personas, hasta que el tiempo vino por mí a ponerle un fin a mi historia. Toda mi vida no me perteneció ciertamente. Ni siquiera sé quién soy ahora. Tampoco sé quién quiero ser, y ya no hay cabida para reflexionar en eso. Ya hice suficiente daño.

No puedo hacer nada por mí mismo más que salvar a los demás de las monstruosidades que prosperan en mi mente.

Lo único de lo que tengo certeza, es que todos estos años, estuve colocando piezas perdidas que nunca debí encontrar, en un rompecabezas que no debía terminar. Que busqué trazos del destino que me revelaban este final, y yo estuve orquestando mi propia muerte, mi descanso.

Mi Réquiem.




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