Los pedazos de mi corazón | ~{amores Verdaderos #1}

Capítulo 16

Una intranquila y alarmada Elvira recorría a paso rápido la estancia para llegar al dormitorio de Anastasia, sin siquiera golpear, abrió la puerta de un sopetón implorando al cielo que la joven se encontrará ahí, horas atrás le había llevado el desayuno, sin embargo al no recibir respuesta, y al darse cuenta que ella no estaba, podía jurar que casi le da un infarto.

Para su fortuna y tranquilidad, el cielo la escuchó, Anastasia estaba de pie mirando a través de la ventana.

—Hija, ¿Dónde estabas? — Elvira avanzó un par de zancadas hasta situarse frente a ella, la tomó de los hombros, y la sacudió levemente.

Anastasia no podía dejar de sonreír, su rostro resplandecía, su mirada brillaba — Yo, eeeh...ven siéntate, te contaré todo, pero antes promete que no te enojaras conmigo.

Elvira enarcó las cejas, ¿Realmente la estaba manipulando después de haber desaparecido toda la noche? — Esta bien — musitó con recelo, se sentaron en el borde de la cama, la miró de soslayo y espero pacientemente su explicación...

—¿Y?, estoy esperando... se mordió el labio inferior para no decir todo lo que había sentido al verla desaparecida, desde el miedo, el pánico, la angustia, hasta el enojo.

— Elvira creo que encontré a la "persona", quizás me volví loca... pero he sentido lo que es el amor, aquello de lo que tanto leí. Pude sentir lo que son las mariposas en el estómago, que las rodillas flaqueen, la chispa cuando nuestras manos rozaron. Sé que estuvo mal desaparecer, pero valió la pena, valió el riesgo, lo valió todo.

—¿Que?, ¿De quién estás hablando?, ¿Con quién estuviste?.

— Gregory Lancaster, estuve con él anoche.

— ¡¿Queeee?!, Elvira estaba casi gritando, por su mente pasaron una infinidad de cosas —. ¿Hicieron algo indebido?, dime que no Anastasia, porque si así fué ten por seguro que te dare unas buenas nalgadas.

Anastasia se rió estrepitosamente, la abrazó y la besó en su frente —. No sucedió nada, te lo prometo, me dejó dormir en su cama, él durmió en el sillón, conversamos hasta que nos quedamos dormidos. Él es el indicado, lo siento aquí — indicó poniendo una mano sobre su corazón —. Me sentí bien, con él puedo ser yo misma, estoy muy muy feliz, no te enojes por favor — Su mirada suplicante siempre la convencía.

Elvira suspiró, verla feliz era lo que más deseaba en el mundo, pero ese joven desgraciadamente era el objetivo de Julieta y sus oportunistas padres, Anastasia no tendría posibilidad de tener un futuro junto a él, sin embargo lo que estaba olvidando es que al corazón nada se le puede imponer, y en el de Gregory Lancaster solo había escrito un nombre, y ese era Anastasia Pembroke.

— Ay mi niña, no sabes cuanto tiempo espere para que esto sucediera, pero hija, me ví en aprietos. Hoy en la mañana
su madre me preguntó por usted, tuve que decir que se encontraba indispuesta, que no podía bajar a tomar desayuno. Por favor, si vuelve a hacer algo asi, hágamelo saber, estuve con el corazón en la mano, usted sabe que mi mente trabaja muy rápido, y me imagine muchas cosas, la mayoría terribles.

— Eres mi madre, jamás me marcharía de este lugar sin tí, lo prometí, y lo cumpliré. Ahora me arreglaré y bajaré a verles las caras de hipócritas a mi querida familia.

Elvira se sorprendió al escucharla hablar así, ella siempre era respetuosa al referirse a su familia, a excepción de aquella vez en la que golpeó la mesa y les dijo sin tapujo lo que pensaba de ellos, cuestión que enfureció a su padre y en la que casi termina muerta. Pensar en la posibilidad de que su hija terminará nuevamente en peligro la aterró, al instante quiso hablar con ella pero la joven ya había salido de la habitación con dirección al comedor, donde ya se encontraba toda su familia para cenar.

Anastasia ingresó a la estancia, se acercó al pequeño Alex, y lo besó en su mejilla, llevaba una sonrisa radiante, tan dichosa que julieta al verla resplandecer gruñó para sus adentros, se había acostumbrado a ver a su hermana afligida, triste y acongojada, pero este día era diferente, el sol brillaba en su corazón haciéndola más hermosa de lo que ya era.

Elvira sirvió la cena, comenzó con el plato de sopa, estaba tan preocupada por Anastasia, de que dijera algo indebido, de que la golpearan nuevamente que no se dio cuenta cuando perdió el equilibrio del plato y salpicó todo su contenido caliente sobre el pecho de Lady Christine.

—¡Auch! — gritó —. Que eres torpe, ¡Me quema, me quema! — se abanicaba con las manos —. No te quedes parada, trae un paño, ¡Rápido! — la fulminó con la mirada — ¡Eres una incompetente! — gruño.

Elvira abrió los ojos como plato, su rostro empalideció — Si...si señora — Corrió hacia la cocina y volvió con un paño en sus manos, trató de limpiar la empapada blusa, pero ya estaba arruinada — Disculpeme por favor, no fue mi intención, no sé donde tengo la cabeza — El temor se había apoderado de ella, si Lady Christine chasqueaba los dedos, en un santiamén sería despedida.

— Claramente no sobre los hombros, quizás ya estás muy vieja para este puesto. Querido — dijo mirando a su esposo — Creo que es hora de cambiarla por alguien más joven y cuidadosa.

El conde pareció pensarlo por unos segundos — Elvira prepara tus cosas, te irás. Cuando termines pasa por mi oficina para entregarte tu salario.

Elvira solo asintió con su cabeza, su vista estaba en el suelo, sintió como se había quedado sin respiración dejándola incapacitada para articular palabra, no estaba afligida por irse de esa condenada mansión, su corazón le dolía al tener que dejar a su niña, su hija.

Anastasia ya no sonreía, su mirada se había vuelto oscura, ¿Despedir a Elvira?, por supuesto que no, no si ella podía impedirlo, y claro que lo impediría. ¿Despedida por derramar el contenido de la sopa, que a su parecer estaba mas fria que caliente, sobre la exagerada de su madre?, la mayor estupidez que escuchó en su vida.

—No, Elvira no se irá — declaró con voz firme.




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