Los pedazos de mi corazón | ~{amores Verdaderos #1}

Capítulo 20

  Día siguiente.

Anastasia despertó con el cantar de los pájaros, y con los primeros rayos luminosos del sol pegando sobre su rostro.
Se levantó rápidamente, caminó hasta la ventana y abrió por completo las cortinas, cerró sus ojos a la vez que suspiraba profundamente, ~{Se que todo saldrá bien, Dios ayúdame, que ella pueda ver que realmente amó a su hijo}~pensó.

Se alistó para bajar a tomar desayuno, estaba nerviosa, preocupada, y ansiosa a la vez. Sin embargo su familia no debía notarlo, de lo contrario, nada bueno podía esperar de ellos.
Se miró al espejo, y esbozó una sonrisa, suspiró y salió de su habitación.
Bajo la escalera, cruzó el pasillo, y llegó al salón.

— Buenos días — anunció mientras miraba rápidamente a todos.

— Buenos días — dijo Lady Christine mirándola de reojo.

— Hola nana — Alex la miró sonriente como cada mañana.

Julieta la observó con desdén desde la cabeza a los pies. — Buenos días hermanita, ¿Cómo dormiste? — sonrió forzadamente.

— Muy bien, gracias, ¿Y tú? — apenas la miró mientras se sentaba.

— Uh estupendamente bien, anoche asistí a un baile, fue maravilloso, era la más bella y mejor vestida de todas las damas, mi carnet se llenó apenas pise el salón — levantó el mentón orgullosa — estoy segura que tendré los mejores pretendientes.

— Te felicito Julieta, en ese caso, deberás escoger con el corazón y no con la mirada puesta en el título o en las riquezas, y quizás así puedas ser realmente feliz — soltó sin siquiera mirarla.

— ¿Perdón?, ¿Qué bicho te picó para que creas que puedes hablarme así? — La fulminó con la mirada —. Madre, ¿Estás escuchando como me habla esta buena para nada? — se cruzó de brazos e hizo un puchero con su boca.

Lady Christine había escuchado todo, negó con la cabeza, molesta — Anastasia, tu hermana tiene razón, esas no son maneras de hablar, disculpate con ella, ahora mismo.

Elvira entró al salón con una bandeja de frutas en sus manos, vió a Julieta con aquella expresión que hacía desde pequeña, desde que se había convertido en una niña consentida y petulante, así lograba que retaran a  Anastasia, y siempre lo conseguia, la muy grosera.

— ¿Yo?, ¿es enserio?, disculparme ¿porque?, ¿por decirle la verdad en su cara?, si es por esa razón, está bien …  — se levantó, y la miró directamente a los ojos —. Disculpame querida hermanita, por decir la verdad que a tus delicados oídos no le ha gustado, que lamentable que tu descaro y codicia no te permitan ver más allá de la punta de tu nariz.

— Maldita, eres una estúpida — Gritó Julieta encolerizada —. Te arrancaré los pelos de tu linda cabecita — Se levantó y se abalanzó sobre Anastasia arrasando con su taza de té, la que se derramó sobre la mesa, y sobre sus muslos.

— ¡Aaaah!, madre me quema, me quema — una mueca de dolor se dibujo en su rostro —. Ayúdame — Emitió un chillido.

— ¡Hijaaa! — Exclamó —. ¡Dios mío! —.
Lady Christine comenzó a gritar, ciertamente esa mujer no sabía reaccionar bajo presión. Torpemente levantó el vestido de Julieta y comenzó a soplarle las piernas con su boca y a mover las manos sin sentido alguno.

— Ten cuidado hermanita, lo que cosechamos… sembramos, a veces tarda, pero llega — Anastasia solo se limitó a observar, por un momento quiso socorrerla, pero no, debía ser fuerte, tenía un plan y debía seguirlo. Además estaba segura que el té no estaba caliente, Julieta era una exagerada y manipuladora.

— ¡¡¿Quee?!!, ¿Cómo te atreves a hablarle así a tu hermana? — Gruñó —. Estás castigada, ¿Escuchaste?... ¡CASTIGADA!, no salgas de tu habitación, ahora sal — Lady Christine seguía gritando, miró a Elvira y la mandó a traer paños y agua helada para aliviar los muslos de Julieta.

— Está bien, me voy — Anastasia se dió la vuelta y salió del salón, al llegar a la escalera, sonrió para sus adentros, lo había conseguido, provocar a Julieta era tremendamente fácil y tentador, sabía muy bien que si seguía su juego, su madre la iba a castigar, quedando recluida en su habitación. La excusa perfecta para salir a escondidas a la cena en la mansión de los Lancaster.

Llegó a su habitación, cerró la puerta y se lanzó a la cama, hundió su cara en la almohada y se rió a carcajadas, no lograba distinguir si era una risa nerviosa o si era debido al éxito de su plan, se inclinaba más por la primera opción, ahora debía esperar a Elvira a que le llevará algo de comida, no alcanzó a probar bocado y su estómago ya estaba rugiendo.

Se levantó y abrió su armario, tenía listo su vestido, era de un precioso tono turquesa, adornado con cintas, y encajes, era la única prenda bonita que tenía, y no precisamente por que sus padres se lo hubieran regalado, para nada, nunca le compraban ropa, o accesorios. Fué un regalo de su mejor amiga Elise.

Al cabo de unos minutos se abre la puerta y entra Elvira, traía en sus manos una bandeja con rodajas de pan y mermelada, un tazón de leche, y unas piezas de frutas.

— Hija, venga a comer, ¿Cómo te sientes? — Elvira estaba seria.

— Bien madre, sólo tengo un poco de hambre — se sentó sobre su cama y comenzó a desayunar.

— Anastasia — Elvira la observó fijamente —. ¿Qué pasó con Julieta?, no seas como ellos, tú eres mejor y lo sabes.

— Si, lo sé — Hizo una mueca —. Fué parte de mi plan, solo así quedaría castigada, además, sabes que Julieta es una exagerada y mentirosa.

— Mi niña, entiendo, pero no corras riesgos, y si su hermana la hubiera golpeado, si no fuera  porque dió vuelta la taza de té, quizás que le hubiera hecho.

— No importa, a esta altura vale la pena el riesgo.

Elvira suspiró mientras la veía comer, se había vuelto tan valiente estos últimos meses, desearía haber sido como ella, para haberla protegido de su malvada familia. Pero siempre tuvo tanto miedo, aún lo tenía.

— Hija, volveré en unas horas para peinarla, Lady Christine y Julieta tienen hora con la modista, la jovencita quiere usar un vestido diferente cada día, que derroche de dinero si me preguntan a mi, pero bueno — se encogió de hombros — Quédese tranquila y prepárese para la cena, todo saldrá bien.




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