Los pedazos de mi corazón | ~{amores Verdaderos #1}

Capítulo 35

A la mañana siguiente Elvira llevó el desayuno a Julieta, y desgraciadamente se olvidó por completo del encargo de la joven.

Al llegar a la puerta golpeó más no recibió respuesta, fue en ese instante que tocó el bolsillo de su delantal y recordó la carta que Julieta le había entregado el día anterior

— ~{No lo creo posible}~.

Con la mente llena de dudas, tomó la manija de la puerta, y entró.
La habitación se encontraba oscura, las cortinas cerradas otorgaban al lugar una pesadez sombría, o quizás era producto de su imaginación.
La cama se encontraba en perfecto estado, la joven no había dormido en ella. Elvira dejó la bandeja de comida sobre la cómoda, y caminó hacia el ropero.

En su corazón deseo que lo que su instinto le decía fuera errado, pero no, sus presentimientos nunca fallaban, y así fue... gran parte de sus vestidos faltaban, las cajas de sus zapatos estaban vacías.

Caminó hacia el tocador, tomó entre sus manos una delicada caja de terciopelo en tono carmesí, la abrió, y confirmó todas sus sospechas.

—!Oh Dios! —exclamó, para luego salir corriendo con dirección al patio donde se encontraba Lady Christine y Anastasia.

—Señora, Juli... su hija, mejor tome — extendió con manos temblorosas la carta a la condesa, y luego se sentó junto a Anastasia que miraba sin entender nada.

—¿Qué es esto?, ¿Quien lo envío?, no tiene remitente.

—Es de Julieta.

—¿Julieta? —preguntó frunciendo el ceño.

—Lealo, por favor señora.

Lady Christine abrió el sobre, tomó el papel entre sus manos y comenzó a leer, a medida que sus ojos leían línea tras línea, su rostro se desfiguraba, sus ojos se abrieron enormemente, y de sus labios escapó un gemido desgarrador.

—Elvira, !Dime que no es cierto!, !Dime que está en su habitación! —gritó sacudiendo la carta.

—Lo lamento señora, Julieta y sus pertenencias no están _contestó apenada.

—No, no puede ser —se levantó de su silla, sus rodillas flaquearon dejando caer todo su cuerpo al suelo.

—!Dios mío!, ¿Qué ha hecho?, Es toda mi culpa —gritó con los ojos llenos de lágrimas.

Lady Christine aceptó que Julieta se encerrará en su habitación, sin embargo jamás pensó que aquello la llevaría a tomar una decisión tan determinante como esa, si bien, los primeros días, luego del fallecimiento el Conde, buscó incansablemente la manera de poder acercarse a ella, al ser rechazada una y otra vez, entendió que la muchacha necesitaba tiempo y espacio para procesar la muerte de su padre, pero ¿Irsep a ella, puso una mano sobre su hombro, y dijo:

—Señora, sé que no es el mejor momento para expresarle esto, pero usted y yo sabíamos que el proceder de Julieta no era el correcto, su comportamiento fue influenciado en gran manera por el Conde. Lamento decirle que al que obra mal tarde o temprano la justicia divina se hace presente, sin embargo creo firmemente que está es la oportunidad para que ella crezca y madure, para que se convierta en una muchacha amable, bondadosa y respetuosa. Julieta es sumamente inteligente, se ha llevado sus pertenencias más costosas, sus aretes, diademas y collares, no crea que morirá de hambre, ya verá que pronto recibirá noticias de ella, y sabrá que todo está bien.

En aquel momento, con aquellas palabras, el corazón de Lady Christine se quebró aún más.

—Es mi culpa, es mi culpa, solo mía.

—No señora, no lo es, todos han sido víctimas de un ser malvado, oscuro, y del que por suerte hemos sido librados.

—Lo sé, pero eso no quita la culpa que cargan mis hombros —susurró para sí misma.

Anastasia se levantó de su asiento, tomó la carta de las manos de la Condesa y comenzó a leerla:

                     "Querida madre"

Cuando está carta llegue a tus manos, yo estaré lejos del que alguna vez fue mi hogar, dónde alguna vez fui feliz, la muerte de mi padre me ha arrebatado todo, y me he dado cuenta de que no soporto ver cómo la vida sigue igual, como si nada hubiese pasado, no puedo ver la felicidad en otros, mientras yo me hundo más y más.
Llámame egoísta, pero escojo irme para no volver.
Tome está decisión sin importar las consecuencias, y asumiré el riesgo pase lo que pase.
No te preocupes por mí, me he llevado lo suficiente para poder vivir cómodamente, hasta que encuentre un esposo que pueda ofrecerme el estatus social que necesito y que merezco, realmente espero poder visitarla en el futuro, cuando el dolor de mi corazón cese.

La amo, su amada hija.... Julieta.

—No puede ser, es cierto, es su letra, pero, ¿por qué?, siempre fue altanera y testaruda, pero, ¿marcharse? —sin querer, una lágrima corrió por su mejilla, cerró sus ojos:

—~{Dios, protegela por favor, sé que no nos hemos comportado como verdaderas hermanas, pero la perdono, tú sabes que no la odio, sólo te pido que la cuides, que sanes su corazón, y que algún día podamos ser unidas, cómo debió haber sido desde un principio}~

Una semana transcurrió desde tan chocante noticia, sin la presencia del Conde, y de su maliciosa hermana Julieta, la vida de Anastasia se volvió serena y tranquila, día a día gozaba la libertad que le fue privada desde siempre.

Inevitablemente el rumor de la fugaz huida de la hija del Conde Pembroke, fue el cotilleo diario de la sociedad, dando lugar a un sin fin de suposiciones malintencionadas, aquello puso a la familia en el centro de los repudios y burlas, situación que llevó a qué Lady Christine se negara a las invitaciones de sus supuestas amigas, ya que sabía muy bien, que solo necesitaban interrogarla para satisfacer su maldita curiosidad.

No obstante, la noticia del compromiso del Duque de Lancaster, el noble más codiciado de todo Londres, opacó por completo la huida de Julieta, más aún cuando la prometida era la aparecida hija de los Condes de Pembroke.
¿Dónde estuvo todos estos años?, pregunta que abundaba en boca de todos, excepto en la de los nobles más reservados y prudentes.




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