Residencia Pembroke.
—Hija, no olvides llevar tu sombrero, el sol no ha de darnos tregua.
—Si Elvira, llevaré el que me regaló Lady Johanne —sonrió—. Está todo listo, estoy ansiosa, hace días que no tenemos tiempo sólo para nosotros dos, con la huída de Julieta todo se alboroto.
—Si, pero ya está todo bajo control, con la noticia de su compromiso, han dejado de hostigarnos, buscando respuestas a preguntas prohibidas, ¡Que entrometidos y chismosos!.
—Así es, pero olvidemos ese tema, mejor bajemos —Anastasia cruzó su brazo con el de ella y caminaron hacia el salón.
Lady Christine estaba sentada en la alfombra junto al pequeño Alex, ambos jugaban con unos hermosos caballos de madera, acompañados de un abundante plato de galletas...Risas, que deliciosa rima de alegres notas, una sonrisa destacaba en sus rostros, ¿Cuánto tiempo sin que el pequeño luciera sus hermosos hoyuelos?, prácticamente desde siempre, ¿Cuánto tiempo estuvo Lady Christine sin compartir con su hijo?, desde que el Conde ordenó su crianza a una niñera, es decir desde que dejó de lactar, pero ahora todo cambió, llegó la felicidad, y llegó el amor como nunca antes.
Al escuchar los pasos pasos de la escalera la Condesa giro su rostro con una deslumbrante sonrisa —. Hija, te ves preciosa.
—Gracias —Anastasia se acercó a ella y tomó su mano —. ¿Cómo se siente?.
—Mejor cariño —su sonrisa se esfumó de su rostro —. Trato de no pensar en ello, sólo espero que esté bien, pido a Dios que la proteja y me la devuelva sana y salva.
—Así será, debemos confiar que Dios tiene un propósito para todo, aunque ahora veamos oscuridad, sé que al final del camino habrá luz para todos nosotros, especialmente para ella.
—Eso espero hija, eso espero.
Al instante se escuchó un golpeteo en la puerta del salón, Anastasia corrió emocionada a abrirla.
Frente a ella, un hombre completamente enamorado con una rosa roja en las manos dijo —. Buenas tardes, ¿Concedería el honor a este afortunado caballero de pasear con la prometida más hermosa de todo Londres? O mejor dicho ¿de todo el mundo?
Anastasia con su rostro sonrojado, se lanzó a sus brazos, besó su mejilla, y suspiró... ¿Es posible sentir que tú corazón explotará de tanta felicidad?, si, ella lo sentía, y era la sensación más hermosa de todas.
—Por supuesto que sí, vamos —Hizo una pausa—. Espera, antes que me olvide, debemos llevar la canasta para el picnic.
—Si, no he probado bocado, sólo para probar los suyos.
—No soy una experta en la cocina, pero puse todo de mi.
Gregory tomó sus manos y las beso —. Puedo jurar que quedaré encantado, se lo aseguro.
—Amor, eres tan tan ... encantador —la joven se puso de puntillas y besó la punta de su nariz —. No perdamos más tiempo y vamos.
Al girarse Elvira llevaba en sus manos la cesta de comida, con Lady Christine a su lado, ambas sonrientes.
—Elvira, muchas gracias.
—Lady Christine, Elvira, buenas tardes — Gregory saludo cordialmente.
—Buenas tardes Gregory —respondió la Condesa.
—Buenas, mi niño —Elvira dió un paso adelante y lo abrazó cariñosamente —. Pasen una hermosa tarde.
—Gracias —dijeron al unísono.
Gregory y Anastasia se dirigieron a Hyde Park, caminaban con sus brazos cruzados sin prestar atención a las curiosas miradas de los transeúntes, y uno que otro más atrevido que se detenía a saludarlos, hombres impactados con la belleza de la joven, y mujeres que envidiaban la suerte de la muchacha, por haber enamorado al soltero más codiciado, un futuro Duque, que era la mayor aspiración de toda debutante.
Aquella fue una tarde hermosa, bajo un gran árbol, reposaban sobre el pasto, comían dulces y bebían jugo de frutas, entre miradas y caricias precavidas se juraban amor eterno.
—Gregory
— ¿Si?
Anastasia tomó su mano —. Prométeme que siempre tendremos momentos así, promete que siempre me amarás.
—Yo... — Gregory acercó su rostro al de ella, su cuerpo temblaba, la sonrisa de la muchacha le parecía hermosa, y como un imán se inclinó ante ella y la besó con suavidad, Anastasia estaba completamente consciente que el lugar no era apropiado, más no había vuelta atrás, sus labios sabían tan bien, que cerró los ojos y se dejó llevar. El contacto era suave, pero la necesidad de fundirse los hizo sentir un calor abrasador, las manos del muchacho bajaron por sus brazos hasta reposar en su espalda baja, la acercó hacia él, Anastasia jadeó perpleja, sintió escalofríos de placer, tanto así que gimió en respuesta. Sus labios se devoraban con fervor, y sus lenguas bailaban al compás de la pasión.
Cómo si recordarán dónde se encontraban, se separaron con la respiración agitadas y sus rostros ardiendo, Gregory le dió suaves y cortos besos en su mejilla
—Anastasia, te amo como nunca he amado a nadie, te amaré hasta que me muera y si hay una vida después de esta, te amaré también entonces
La joven, con sensaciones encontradas, con aquel hormigueo que sentía desde la punta de sus cabellos hasta la punta de los pies, sonrió plenamente en respuesta, y una lágrima cayó de sus ojos. Si, estaba completamente enamorada de ese muchacho de ojos azules.
Residencia Pembroke.
— Hija, despierta — Elvira golpeaba suavemente la puerta —. Es hora de levantarte, es un día muy importante.
Anastasia casi no había dormido, la primera parte de la noche se la pasó imaginando cómo sería su vida junto a Gregory, la cantidad de hijos que tendrían, los nombres que llevarían, y los rasgos físicos de cada uno, la otra mitad de la noche fantaseo con su vestido de boda, el que se probaría ese día, quería verse como una princesa, lucir realmente hermosa, llevar un peinado y un tocado como el que nunca le permitieron llevar.
— Hija — golpeó más fuerte —. Anastasia, voy a entrar.
La joven estiraba sus brazos mientras bostezaba — Disculpa Elvira, he dormido muy poco.
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Editado: 21.01.2023