"No fuimos nosotros buscando el propósito de Dios, fue su propósito que nos encontró"
Residencia de Lancaster.
—Gregory, ¿Qué te preocupa? - Andrés llevaba 10 minutos mirando como su amigo daba vueltas en su oficina —. ¿No estás seguro de casarte?, no me digas que es eso, sólo faltan dos horas.
—¿Que?, ¿Qué dices?, estoy completamente seguro que ella es la mujer de mi vida, es solo que...tengo miedo.
—¿Miedo?, ¿De que? —Andrés frunció el ceño.
—Temo no ser lo suficientemente bueno para ella, ha pasado por tanto, que lo único que deseo es hacerla la mujer más feliz de este mundo.
—Gregory, amigo —Andrés se levantó de su asiento, se acercó a él, y tocó su hombro —. Todo estará bien, la amas — miro hacia el suelo —. Sé lo que sientes, solo deseas darle lo mejor y lo harás, yo sé que si.
—¿Y si no puedo hacerlo?
—Lo harás, jamás he visto un amor tan correspondido como el de ustedes, ni siquiera en mis padres.
—Gracias Andrés, espero que todo sea para bien, y si no es así, soy capaz de cualquier cosa por ella, daría todo lo que tengo y más.
—Lo sé, sé cuánto la amas —Andrés cerró sus ojos, y aquel cabello color fuego pasó por su mente.
—Gregory puedo hacerte una pregunta.
—Por supuesto.
—No te burles de mí.
—¿Por qué lo haría?.
—Es que... ¿Cómo está Elise?, ¿Anastasia te ha dicho algo?.
—Me comentó que no se encontraba bien, pero más que eso... no, ¿Porque?, no me digas que sucedió algo malo, ¿Que estupidez hiciste?.
Andrés hizo una mueca de disgusto —.No he hecho nada, ¿Porqué todos creen que es mi culpa?, mejor ya no digas nada.
Gregory caminó a su lado y palmeo su espalda —.Amigo, deja de hacerte el duro, abre tu corazón y por sobre todo se honesto, las mentiras dañan la relación y destruyen la confianza.
Un sentimiento de culpa se alojó en su corazón, él creía que conocía a las mujeres por completo, un hombre como Andrés, con su vida libre de ataduras, besando a mujeres sin sentir sentimiento alguno, ha de suponer todo lo que las mujeres quieren, sin embargo cualquiera puede besar tu piel, más tu verdadero amor no solo besara tu piel sino también besara tu alma, y aquello le sucedió a él, desde que Elise irrumpió en su vida.
Residencia de Pembroke.
Aquel gran día, el ajetreo de la casa era tal que una mezcla de ansiedad y emoción se sentía en el aire.
Los sirvientes se dedicaron a limpiar hasta el último rincón de la enorme mansión, Lady Christine procuró que la loza y los servicios estuvieran debidamente pulidos y limpios, el mobiliario del salón, dónde se realizaria el banquete, estaba compuesto de dos grandes mesas situadas una frente a la otra con la cantidad precisa de sillas, todos los invitados habían confirmado su asistencia, desde Lady Mary Essex, socios del padre de Gregory, las amigas íntimas de Lady Johanne, hasta algunos de los nobles más recatados y reservados.
La mansión se encontraba decorada desde la entrada, al ingresar a la residencia los invitados caminaban por un sendero rodeado de lilium de tonos blancos, amarillos, y naranjas.
La puerta que daba al recibidor tenía a cada lado un enorme jarrón con claveles blancos y rosados, aquella vista sería un encanto para los invitados, sin mencionar el espléndido trabajo que llevó a cabo Elise en el jardín, dónde sería la ceremonia.
Un sendero hecho de pétalos de rosas, era el camino de la novia para llegar hasta su prometido.
Sillas individuales de color blanco formadas en hileras frente al altar; un precioso arco hecho completamente con enredaderas de rosas.
Anastasia se encontraba en su habitación acompañada de Elvira, quien la ayudó a ajustar su vestido.
—Estoy lista — susurró ella al mirarse en el espejo, al instante Elvira la acompañó, y tomó su mano.
—Hija mía, no puedo explicar con palabras lo que este día significa para mí, te amo tanto, estoy tan orgullosa de la mujer en la que te has convertido, estoy orgullosa de ser tu madre, aunque no lleves mi sangre, llevas mucho más que eso, llevas mi corazón, y solo por ti pude vivir todos estos años, tu me hiciste y me haces muy feliz —lágrimas caían por sus mejillas —. Te mereces toda la felicidad de este mundo, y aunque se que debo dejarte ir quiero que sepas que siempre, siempre estaré para ti.
Anastasia acarició su mejilla —. Madre, no llores por favor, tu sabes que te amo muchísimo, sin ti hace mucho tiempo me hubiera rendido, pero tú, solo tú me diste las fuerzas para levantarme y luchar por mi felicidad, no sé qué hubiera hecho sin ti Elvira.
Ambas se abrazaron, solo ellas sabían lo valioso que era el amor que las unía.
—Anastasia, no llores por favor, es un día para ser felices, Gregory te está esperando en el altar.
La joven sonrió con nerviosismo —. Vamos.
Juntas caminaron fuera de la habitación, bajaron la escalera y salieron de la mansión, un sendero de pétalos debía seguir la muchacha para llegar a Gregory.
Todos los invitados estaban esperando la llegada de la novia, Lady Christine, Lady Johanne, y Elise ocupaban la primera fila.
Anastasia comenzó a caminar con una radiante sonrisa en su rostro, su mirada enamorada solo se centró en él, su único amor... al dar unos pasos, los rayos luminosos del sol se posaron en su espalda, como si de una hada mágica se tratara la joven resplandeció, se pudo escuchar el asombro de todos los invitados, ella iluminaba el jardín con su presencia.
Gregory la esperaba en el altar, su corazón comenzó a latir con rapidez, empuño sus manos sudadas, jamás se había sentido tan nervioso y emocionado a la vez, por un segundo enfocó su mirada en Andrés, este adivinó y solo asintió con su cabeza, Gregory lo entendió, no debía tener miedo...abrió sus manos y sonrió.
Alzó su rostro y la vio, tan hermosa y mágica a la vez, sin duda era lo más bello que sus ojos habían visto.
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Editado: 21.01.2023