Los Peleadores de Quetzal - El Lobo de Frizia

02. Sombras bajo la niebla

 -No me parece prudente que le sigamos el juego a ese gusano, ¿qué tal si solo quiere tendernos una trampa?

 La mirada de Isabel se había tornado excitantemente penetrante, Ly sabía que contra esa mirada él nunca podría rebelarse. Y eso le fascinaba de ella.

 -No he dicho que le crea, solo pienso que no sería mala idea empezar una nueva vida lejos de aquí, lejos de Vradfor, de los guardias. Con ocho millones de piezas de oro podremos hacer lo que nos plazca.

 -Es cierto.- Opinó Mark. –Es que… ¡Isi, son ocho gordos!

 -Independientemente de eso.- Aclaró Isabel. –Nunca hemos dado un golpe así de grande, no estamos preparados.

 -Pero hemos robado a casi todos en el bazar y nunca hemos tenido dificultades. ¿Qué hará que esta vez sea diferente a las demás?

 -Isabel tiene razón, Mark.- Contrapuso Ly. –No es lo mismo un canasto de frutas que una caravana de cofres de oro. Sin embargo, Vradfor también acierta, no podremos vivir del robo para siempre y tarde o temprano nos terminarán atrapando.

 Ly se sentó a la orilla del tejado, Mark e Isabel hicieron lo mismo y en seguida él comentó:

 -No tenemos nada que perder. Escuchen, no les pido que lo hagan y si ustedes dicen que no, pues mandamos a Vradfor a la punta del cerro y se acabó, pero también quiero lo mejor para ustedes, y ese oro nos serviría de mucho.     

 Los tres quedaron en silencio durante un rato, miraban a la gente pasar preguntándose si sería posible una vida que no fuera el robo. Una vida tranquila en que no tuvieran que arriesgar sus vidas a diario por un trozo de pan.

 Finalmente, Isabel dijo:

 -No creo que Vradfor busque ayudarnos. Pero si quieres hacerlo, Ly, estoy contigo.

 -Igual que yo, Ly.

 Y en los labios del lycan se dibujó una cálida sonrisa.

 -Bueno, vuelvan a la casa. Yo buscaré a Vradfor.

 -Vamos contigo.- Sugirió Mark.

 -No.- Declaró Ly. –Ese lycan y yo tenemos que aclarar algo a solas.

 Y dicho esto, el muchacho bajó del tejado, se puso su capucha y se deslizó entre las masas. Pudo sentir el aroma de Vradfor esparcido por los callejones, esquivó a cada individuo que tuvo al frente, viró por unas cuantas esquinas hasta que se detuvo tras una pared.

 Del otro extremo,  una carreta de la Guardia Real se encontraba estacionada, y junto a ella, estaba Vradfor con un par de colegas. Ly puso sus dedos en la boca y echó un silbido que solo los lobos pueden escuchar, Vradfor lo miró, se despidió de sus colegas y se acercó disimuladamente.

 -Lo haremos.- Dijo este. –Pero tú nos vas a ayudar.

 Vradfor soltó una risa y cruzando los brazos le dijo a su viejo amigo:

 -Te di el dato, ¿para qué quieres que me meta en tus trabajos sucios?

 -¡Oye! No me eches el paquete.- Le señaló con un dedo. –Esta fue tu idea para empezar, así que quiero todas las garantías posibles de que no sea uno de tus jueguitos. Así que quiero que me lleves con los Zeta y nos des todos los detalles que requerimos. Caminos, salidas, escoltas, todo… ¡Ahora!

 Vradfor sonrió ponzoñosamente, hizo un gesto con la cabeza y se puso a caminar.

 -¿Te llevo en un barril o prefieres hacerlo a tu modo?

 Peo cuando dijo eso, Ly ya estaba marcando sus dedos sobre el tejado. Vradfor le siguió la corriente y así se corretearon como dos niños que exploraban los bosques y jugaban a ser cazadores.

 Al rato, llegaron a un valle, a los pies de las montañas. Era una inmensa extensión de chacras retocadas con alfombras de pasto, pero a diferencia de otras veces, ya no había hombre labrando la tierra. En verdad, los Zeta estaban en una crisis, pero el por qué no les interesaba, solo el largo sendero que surcaba los campos hasta el castillo señorial de la familia.

 

***

  

 Ly regresó a la casa del árbol en medio del bosque, y ahí encontró a sus amigos, quienes lo esperaban con ansias de saber de su charla con Vradfor.

 El joven lycan, se acercó con paso firme hacia su humilde hogar, se quitó la capucha y sus hermanos bajaron por el tobogán a recibirlo.

 -¿Y qué pasó?- Preguntaron en coro.

 -Siéntense.- Dijo él. –Se los voy a explicar.

 El licántropo recogió unas cuantas piedras, trazó un rectángulo en el piso y las ordenó cuidadosamente en su interior.

 -Escuchen, tal y como lo decía Vradfor, el viejo está con la soga al cuello, así que aunque le duela el orgullo, tendrá que tirar al olvido su finca consentida. Pero no se alarmen, estará muy bien en su vieja plantación de azúcar en Tenmori.

 >Ahora, el pago les llegará a la media noche a los pies de su castillo, pasando por el cruce en “C” de sus campos junto al jardín de rosas. Hay un trecho de quinientas hectáreas desde la salida hasta la casa, así que habrá que interceptarlos antes de atraviesen todo ese camino, si es en los primeros quinientos metros, será muchísimo mejor para todos.




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