Los Peleadores de Quetzal - El Lobo de Frizia

04. Lobos y dragones

 -¿Notas eso, Ionna?

 -En verdad no.- Agregó un joven de rizados cabellos rojos.

 Aquel individuo portaba un par de ojos marrones en un fino, pero maduro rostro, vistiendo una elegante armadura que relucía con la luz de la luna.

 Se encontraba montado sobre un dragón de plateadas escamas, crestas membranosas en la cabeza, alas enormes y gruesos cuernos inclinados hacia la nuca.

 El dragón, mantenía sus amarillos ojos hurgando sobre los árboles, mientras aleteaba para mantenerse sobre los aires.

 -Parece ser… ¡un lycan!- Comento este.

 -Así parece.- Agregó Ionna, mirando fijamente por donde pasaba Ly.

 -¿Qué crees que esté haciendo?

 -Ni idea. Pero de seguro debe estar huyendo de algo. O quizá, simplemente corra para librar energías.

 -Tal vez vaya a atacar algún pueblo.

 -Lo dudo.- Contrapuso Ionna. –Los Lycans no atacan a nadie a menos que se encuentren en manada. Este debe ser solamente un lobo solitario. Un marginado.

 -¡Pues peor aún!- Exclamó Niro. –Esos marginados se caracterizan por cargar con resentimientos hacia los demás, forjando un carácter agresivo y temerario que destruye todo lo que tenga en frente. Yo digo que acabemos con él antes de que empiece a ocasionar problemas.

 -¡Esa no es nuestra misión, Niro!- Le reprendió el joven. –Nuestra tarea es inspeccionar las áreas frizias y reportar las novedades, no cazar lobos.

 Pero entonces, ambos camaradas escucharon el aullido de otros lobos. Dieron la vuelta y entre los árboles divisaron a la Legión de Asedio serpentear entre los troncos. Todo indicaba que era su presa.

 Además, el muchacho de cabellos de fuego pudo sentir una hirviente fuerza que se acercaba por detrás de los perseguidores. En un instante pudo reconocer la Esencia de un viejo colega, uno que no había visto desde el día en que su corazón se había unido con su dragón, mientras que aquel otro varón regresaba a Frizia para dirigir las tropas de Asedio.

 -¡Blaidd!

 -Así que el frizio tiene trabajo.- Comentó Niro.

 -Así parece.- Ionna hizo una pausa y al ver la sonrisa pretenciosa de su amigo, reafirmó: -¡Pero no vamos a hacer su trabajo! ¡Así que andando!

 -¡Oh, vamos, Jon! ¡No hemos tenido nada divertido desde hace cuatro lunas! Al menos echemos una mirada y si no necesitan nuestra ayuda, nos vamos.

 Ionna lo pensó un instante, hasta que finalmente accedió. Y así, la pareja Pendragon se adhirió a la caza.

 La situación para Ly se tornaba cada vez peor.

 En tanto, el joven lycan seguía corriendo, escuchando atentamente los ladridos a sus espaldas. Cegado en la razón, pero alerta en sus instintos, aceleró el paso y trepó entre los árboles hasta perderse en las ramas.

 Sus perseguidores se dispersaron y alumbrados por sus antorchas intentaron hallar su rastro, ahí los demás lobos desplegaron su talento y deslizaron profundamente la nariz sobre la tierra. Era cuestión de tiempo para encontrar las garras de Ly sobre la corteza, y entonces, uno de los legionarios tiró sin vacilar su antorcha y las copas rompieron en llamas. El lycan, presa del humo, saltó de las ramas para alejarse del fuego, pero mientras su cuerpo cruzaba las copas, las hojas caídas delataban su posición.

 Los lobos ladraron como salvajes mientras que sus amos bombardeaban las copas con flechas en llamas. A ese paso, el incendio consumiría todo el bosque y no solo Ly, sino que todo lo que el fuego alcanzara, perecería.       

 La persecución no bajó el ritmo y el muchacho tampoco, pero de repente una de las ramas cedió ante su peso, arrojando a Ly sobre un lecho de guijarros. Aún así, y a pesar de que una fleja ardiente le rozó el hombro izquierdo, Ly no dejó de correr.

 Más adelante, camino a las montañas. Ly se metió en un sendero rocoso y se ocultó en las sombras sin hacer el menor ruido, el licántropo observó detenidamente a sus perseguidores, esperando a que se aburrieran y se marcharan. O al menos, eso hubiera querido su lado racional, porque su instinto salvaje lo único que deseaba era descabezarlos uno por uno.

 Cerca de él, las llamas estaban devorando lentamente lo que por su naturaleza debería ser su hogar, pero hasta que la luz del siniestro no le iluminara la cara, sus preocupaciones estaban dirigidas a otras personas.

 Segundos más tarde, uno de los lobos deslizó sus narices a orillas del hueco, Ly se echó lentamente hacia atrás con la esperanza de que no lo encontraran. Pero lamentablemente la herida en su hombro lo delató, por lo que no tuvo más opción que abalanzarse sobre su perseguidor y ¡crunch! le encajó sus colmillos en la garganta.

 Los demás lobos se encaramaron en la roca mientras el lycan se alejaba por un sendero hacia la montaña, mas antes de salir, tres de los de su especie cortaron su camino. Gritos escandalosos resonaron entre los árboles y un estruendo de gruñidos acompañó ese réquiem. Fue ahí cuando los zarpazos del lycan y sus perseguidores dirigieron la sinfonía de una cruenta matanza. Tras instantes de alaridos, Ly arrojó a sus rivales, con las quijadas desgarradas, y sin detenerse a verlos en el piso, nuevamente se largó a correr.




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