Los Peleadores de Quetzal - El Lobo de Frizia

10. Ignorancia y violencia

La noticia del arresto de Niro se difundió a todos los flancos activos, y ya solo quedaba encontrar a los otros y traerlos ante el Sacerdote. No había Peleador en los alrededores que no se diera su espacio para buscar a los amigos de Ionna.

Por esto muchos se explicaron por qué no los vieron en los funerales de su colega.

Pero los días pasaron, y estos no aparecieron. Lo que encolerizó al Sacerdote todavía más por su falta de honradez. De modo que duplicó las jornadas de búsqueda y hasta amenazó con pedir sus cabezas si no se entregaban voluntariamente.

Hasta una tarde, mientras tenía una charla con Rubi en el templo, uno de los guardias que acompañaban al Sacerdote irrumpió en la sala para darle una noticia. Habían atrapado a cuatro de ellos.

-Muy bien,- dijo este –tráiganlos aquí.

-Sí, señor. En seguida.

Y se retiró.

-¿Hay algo más que pueda hacer por esta búsqueda, su Excelencia?- Quiso saber Rubi.

-Descuida, muchacho.- Le dijo este. –Por tu parte ya has hecho mucho, así que puedes retirarte. El resto correrá por mi cuenta.

-Como usted diga, su Excelencia.- Replicó el Signario, realizando una breve reverencia, para luego, salir del salón.

El Sacerdote esperaría así a los prisioneros, sentado en su silla de piedra en compañía de algunos guardias. Todo se había vuelto silencio, excepto por el golpeteo de yemas de su Ilustrísima, cuyo ruido recorría la sala mientras marcaba como compás. Y así se mantuvo hasta que se abrieron esas puertas, dando el paso al arrastrar de los fugitivos.

Aún con su Esencia bloqueada estos jóvenes se resisten a afrontar su destino. Se dijo el Sacerdote.      

El grupo fue colocado de rodillas frente al Sacerdote, quien pudo ver un par de ojos morados, así como narices rotas. Signos, más de tortura que resistencia, pero ya no había nada que hacer por ellos.

-Solo han capturado a estos cuatro, ¿no es así?

-En efecto, su Excelencia.- Dijo una Peleadora. –Los otros seis siguen ocultos, pero por lo visto se dispersaron, y no han tenido contacto mutuo desde su desaparición. Además…

Y enseñó los restos de unos cristales blanquecinos hechos pedazos.

-Bien.- Replicó este, para luego dirigir su mirada a los infractores. –Ahora, espero que estén conscientes del por qué los han traído en estas condiciones. ¿Me equivoco?

 Nadie respondió.

 Se lo esperaba.

 -Seis días atrás recibimos la llegada de un nuevo recluta, un recluta… procedente de una etnia…bastante particular. Hablemos claro, un lycan. ¿Tienen claro quién es él?

 Y todos callados.

 -Ese mocoso que asesinó a nuestro hermano.- Dijo Paxian de pronto.

 -No, querido.- Contrapuso el Sublime. –No es aquel que privó a Ionna de su vida, al contrario, es su víctima; víctima de ustedes, en general. ¿O me equivoco?

 Pero nadie más se atrevió a responder.

 -Bien,- insistió el Sacerdote -¿qué pueden decirme al respecto? ¿Eh? ¡Vamos, soy todo oídos!

 Pero los Peleadores continuaron su frío silencio.

 -¡¡Pero bueno!! ¿No van a decir nada? O acaso quieren que inspeccione sus mentes como llevo haciéndolo desde hace seis meses.

 Y se espantaron.

 -¡Oh! No lo sabían…- Se bufó el Sacerdote. -¿O qué? ¿Acaso creyeron que con el Bloqueo Mental iban a poder ocultarme sus “desvíos de ronda”, por así decirse? ¡Vamos! Hablen de una buena vez. Prefiero escuchar los hechos de su propia boca en lugar de recurrir a terceros, o…a otros medios.

 No tenía sentido, pensaban algunos, si ya lo sabía todo, ¿con qué fin los interrogaba de esa forma?

 -¿Y bien?- Insistió su Excelencia. –De todas formas, queridos, estoy escuchando todo lo que piensan, no hace falta que lo reserven. Simplemente quiero que me demuestren el mismo brío que derrocharon allá en Frizia. ¿Es mucho pedir?

 -¡¿Pero qué quiere que digamos?! ¡¿Eh?! ¡¿Qué inmundicia quiere que digamos?!- Exclamó Amadeus de pronto.

 -Amadeus…- Replicó el Sublime.

 -Si ya lo sabe todo, no pierda más el tiempo y dicte nuestra maldita sentencia de una buena vez.

 -Amadeus, más respeto.- Le susurraban por atrás.

 -¡Me importa una mierda!

 -¡Oh! De modo que así va a ser.- Concluyó el Sacerdote. –Muy bien. Sin embargo, querido Amadeus, esperaba que tus compañeros también puedan expresarse en su propia defensa. Pero bueno, ya que nadie tiene algo más que decir…- Y tras una leve pausa, se puso de pie para proseguir: -Quiero dejarles bien en claro que estoy sumamente decepcionado de todos ustedes, y más de mí mismo por haber tenido que mentirles para obligarlos a hablar, porque siendo sincero… jamás he entrado en sus memorias sin su aprobación, pues pienso yo que es una grave falta de ética por parte de mi persona. De manera que aquí y ahora presento mis disculpas con ustedes por presionarlos de esa forma tan poco franca. No obstante, eso no quita que hayan deshonrado a nuestra Orden usando su poder por simple capricho, no quita que su falta de buen juicio ha traído la desgracia a nuestros hermanos, ni mucho menos quita que hayan abusado de mi confianza, porque sí, yo tenía mis sospechas sobre ustedes, y muchos maestros imaginaban que estaban actuando de maneras bastante estrafalarias, pero yo confié en ustedes, y lo hice hasta el último instante, pero me temo que toda esa confianza se perdió por completo en cuanto vi los recuerdos de ese chico al que le arruinaron la vida de tan despreciable forma.




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