Los Peleadores de Quetzal - El Lobo de Frizia

12. Camaradas

-¡¡¡Wolfrider!!!

El susodicho echó una vuelta hacia su espalda y divisó al fondo del pasillo a un fornido mastodonte con uniforme gris y un felpudo abrigo color blanco. Su sombra se veía tan grande tras la lumbre que en serio parecía ir en busca del capitán frizio.

-¡Bulnes!- Vocifera este, de forma casual.

-¡General Bulnes, maleducado! Aquí nadie te enseñó de esa forma tan mediocre. ¡Así que cuida tu lengua!

-¡Está bien...General...! ¿A que debo el honor de tan inesperada visita?

-¡Tengo algo serio que hablar contigo, así que a lo que vayas, tendrás que esperar!- Y con paso rotundo, se acercó a su subordinado.

-¡Que gusto! ¿Pasamos a mi oficina?

-¡No! No tengo tiempo para eso ¿De acuerdo? Así que seré breve. ¡Quiero que me digas cómo fue que esos mocosos acabaron en como reclutas, por el amor a Frizia!

-¿Influencias de Arriba?

-¡¡No te hagas el gracioso!!- Le reprendió su General. -¡¿Que ya te olvidaste que esos dos son los responsables de la muerte de importantes miembros de nuestra institución?!

-Eh... técnicamente, General, fue su camarada lycan el autor material de esa tragedia en las montañas. Y por mucho que odie reconocerlo, recibió amparo del Santuario y el rey...

-¡Sé lo que se proclamó en la última sesión de la Corte, mocoso!- Le interrumpió Bulnes. -¡Porque en caso de que se te haya olvidado, yo estuve ahí! ¡Lo que no me puedo concebir es que los hayas ofrecido como cadetes a cambio de que cumplieran allí una condena de Servicio Comunitario!

-¡Pero si son niños, General!- Insistió Blaidd. -Y ya escuchó a su Alteza. Sólo necesitan disciplina. Algo que no les hará nada mal, a decir verdad. Digo, si son tan buenos para brincotear por los techos como ratones en busca de migas, ¿cómo no van a servir para ayudar a nuestra gente?

-¡Ese no es el tema, Blaidd! ¡Sí, concuerdo contigo acerca de la utilidad de esos muchachos! ¡¡Pero esto de aquí no es un Reformatorio!! ¡Además, fue junto con su amigo que montaron toda esa hecatombe y ahora tengo en mi despacho a toda una turba de familias furiosas exigiendo justicia!

-¿Justicia… o venganza?

-¡¡¡No te pases de listo conmigo, basura!!! ¡Mira que todavía no se me olvida que ese pulgoso se escapó bajo Tu cargo! ¡Y que fue gracias a Tu incompetencia y Tu insensatez que nuestros compañeros tuvieron tan terrible destino!

-¡¿Y cree que no lo he olvidado, Señor?!- Se exaltó finalmente el capitán. -Ahora voy a decirle algo, y con todo mi correspondiente respeto. Yo asumí mi responsabilidad frente a los hechos en cuestión, presenté mi compromiso para la formación de esos muchachos y me dispuse a afrontar las consecuencias de no cumplir con lo demandado por la Corte Real y su Majestad. Hasta ese punto, aparentemente, todos en la Corte se habían presentado conformes con la decisión de su Majestad. Todos, salvo... usted. Algo que a decir verdad me lo esperaba. Pero en fin, ¿qué se le va a hacer?

 Tras escucharlo, Bulnes guardó silencio, masticando en parte la molestia que sentía por un soldado al que en el fondo guardaba bastante estima. Pero a pesar de todo, lo entendía. Y conocía su carácter. Conocía su carácter desde la Academia, así como su entrega y su esmero para servir a su gente. Lo demostró durante años y lo demostró todavía más cuando le solicitó al rey en persona un permiso para ir al Santuario a manejar aquella habilidad que muchos luchadores alrededor de los Seis Reinos llamaban "Esencia". ¡¿Para qué la querría?! No era para menos. No podía dar todo de sí mismo si no se superaba a sí mismo. Algo que Bulnes apreciaba bastante. Bastante en realidad. Lo único que no le perdonaba, era el hecho de que en busca de romper sus barreras pusiera en riesgo a su propia gente. Eso sí que no se lo iba a permitir.

-¡Sólo...!- Exclamó finalmente el General. -Sólo espero que te vayas con cuidado, Blaidd Wolfrider, porque ya tienes bastantes puntos acumulados después de tu último numerito. ¡Así que más te vale que esos niños no sigan causando más problemas, porque como dijiste, al próximo lío que armen, la responsabilidad será tuya! ¡Y yo, personalmente, me voy a asegurar de que así sea y no esperes a que ese anciano venga y te salve el trasero de nuevo! ¡¿Quedó claro?!

-¡Sí, Señor!- Respondió Blaidd, realizando una leve reverencia a su General.

-Muy bien.- Resopló este. -Sólo espero no equivocarme contigo. Eso es todo. ¡Buen día, capitán!

Y dando media vuelta, se retiró.

Cuenta con eso, Augusth. Se dijo Blaidd, entre dientes. Cuenta con eso.

Luego de la charla con su General, el Capitán de la Infantería de Asedio dio media vuelta y se dirigió hacia lo profundo de aquel pasillo, escoltado por las antorchas de la muralla y la luz de las ventanas que hacían fila al otro lado de aquel sendero.

 Se había imaginado que Bulnes se encargaría de reprenderlo personalmente, aunque en realidad se esperaba más que lo citara a una reunión un poco más formal. Y a decir verdad se esperaba que lo dieran de baja por exponer a sus subordinados a situaciones de tan alto peligro. Pero por suerte para él, el rey Victis había considerado sus servicios a su nación y su destacado desempeño a lo largo de sus diez años de carrera, sin mencionar el hecho de que el Gran Sacerdote en persona intervino para defenderlo ante la Corte, de forma tan tenaz como defendió al joven lycan, al punto de que su elocuencia pudo con la severa junta que, en nombre de su rey, estaba totalmente dispuesta a tomar la sangre de los acusados.




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