Los pensamientos de una joven

Porque te amé, te olvidé.

Recuerdo los charcos en los 

que salte, esos veranos en los

 que el atardecer eran una 

obra maestra. 

 

Ahora solo me siento en 

el borde de mi cama a 

pensar en esa posibilidad

 de volver a ver arte en los 

rayos del sol, porque estoy

 fallando cada vez que respiro. 

 

Decidí soñar en la realidad, 

para vivir a partir de mi 

magia, de mis palabras, 

porque solo ellas mecen 

mi corazón hasta hacerlo

 dormir profundamente.

 

Desvanecida entre las ramas 

de un árbol me vi una vez, 

pensé en los latidos lejanos

 que me traía el viento. 

Mi frágil amor, ese que

 se mostraba inerte en el 

espejismo de un desierto caliente.

 

Porque te amé en los tics 

tacs del reloj, en el sonido

 de la medianoche, en la

 larga línea que separaba nuestros labios.

 

Quise ser aquellos tiempos

 en los que salté, esos veranos

 en los que el atardecer 

eran una obra maestra.

 

Moribunda me deje llevar 

por tu encanto, tan salvaje, 

misterioso y lúgubre. Fui 

una equivocada, y entonces 

comprendí que tenía 

206 huesos, que era un ser humano.

 

Por el sentimiento de 

grandeza que dejaste caer 

sobre mis hombros, por 

las saladas aguas de alegría

 que se asomaron al 

cristal de mis ventanas.

 

Recuerdo tus cantos a la 

luna, esas veces en las que

 baile ciega sonriendo 

mientras anhelaba ser eterna.

 

Porque te amé tan 

vívidamente como una margarita.

 

Me transformé en primavera

 con tu llegada, florecí tan

 encantadora, brillante. Verte

 era poesía en las teclas de

 un piano, sentirte fue una

 de las razones por las 

que corrí, fuerte y segura.

 

Esta noche puedes irte si

 deseas, sabes que siempre

 estuve abierta a las 

posibilidades, a recolectar 

bellas flores contigo, estuve

 dispuesta en un pasado a 

detener la corriente del agua

 para que tu barco no se fuera.

 

Y aun lo recuerdo, los 

charcos en los que salté, 

esos veranos en los que el

 atardecer era una obra maestra. 

Si lo detuve tan vivo en 

mi mente era porque tu 

sombra se fundía con la

 muerte de esa estrella.

 

Piénsalo detenidamente, si 

es posible no desvanezcas 

el último gesto que te 

di antes de ser cenizas.

Se que los «No» fueron la 

raíz de este árbol muerto, 

pero mira como el sonido 

de esta guitarra consoló 

la necesidad de amar.

 

Porque te amé, y por amarte

 sufrí, tanto fue mi dolor que 

las espinas desaparecieron de 

las rosas, ya no eran rosas, 

eran veneno.

 

Mi temperatura fue subiendo

 por tu causa, el carmín de

 tu sangre se reflejó en mis

 mejillas, tal vez fue el 

destino quien me hizo 

encantarme contigo;

 

Culpar al exterior es más 

fácil que aceptar la

 tensión que causabas.




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