Shouta y Citlalli llegaban al museo cuando vieron a un grupo de policías federales rodeando a Misael Galindo, el vigilante del museo. Se acercaron a Agastya para preguntarle sobre lo que ocurría.
―Una joven fue víctima de un intento de homicidio en Tamaulipas ―Agastya hablaba con gravedad―, y señaló a Misael como el atacante. No estoy segura de qué pasó, pero parece que todo sucedió hace un mes, el atacante la dio por muerta y la abandonó en la carretera, pero la joven sobrevivió, fue rescatada y, aparentemente, el atacante cometió el error de dejar caer su cartera en donde estaba su credencial del museo. Ella lo identificó de inmediato como su atacante y… bueno, no sé qué está pasando, no sé si es porque San Basilio se ha vuelto más atractivo para el turismo y hay cada vez más gente nueva en el pueblo, pero es definitivo, nos hemos visto rodeados de problemas que antes sólo se veían en las grandes ciudades.
―En realidad no me extraña ―Citlalli observó al hombre que estaba siendo llevado a una patrulla―, él me provocaba mucha desconfianza. Me miraba de una forma… ―ella se estremeció al pensarlo―, y también a Atziri, Danbi y Soledad.
―No entiendo qué pasó ―observó Shouta―. Lo recuerdo cuando era niño, era algo antisocial y muy extraño, pero era tranquilo. Fue apenas de hace unos meses que se volvió lascivo y muy “creepy”. Justo ayer tuve que amenazarlo por la forma en como miraba a Citlalli.
―Bueno, si ya lo atraparon, no es nuestro problema. Vamos adentro, tenemos que hablar con ustedes.
Los mago más viejos habían dado ya total prioridad a la búsqueda del mítico Utzikab. Tenían a los jóvenes y adolescentes inmersos en la traducción y análisis de los pergaminos del arca y Citlalli y Shouta pasaban tanto tiempo viendo películas de ficción que ellos mismos ya se estaban aburriendo.
―¿En serio en ninguna película hablan nada de las gemas del infinito? ―preguntó Kayah, ansioso.
―Sólo los mencionan en una ―dijo Shouta―, en “Los vengadores”, pero no coincide en nada con las características que mencionan en los escritos del arca.
―En la película mencionan que son 6 gemas ―continuó Citlalli―, del alma, el tiempo, el poder y cosas así. Coincide en los escritos de Siuzudra en donde dice que poseen dones intangibles, sin embargo, el escrito dice que son dones que dan los ángeles.... No creo que un ángel nos dé tiempo o poder.
―Además de que se supone que son más de 6 ―intervino Atish.
―Kayah ―dijo Danbi con un gesto de gravedad―, hemos vivido seis años de paz como para que ustedes le estén dando tanta urgencia a esto. ¿Hay algo más que debamos saber? ―Atish, Kayah y Agastya de nuevo intercambiaron miradas.
―En pocos días un asteroide pasará muy cerca de la tierra ―dijo Agastya.
Los magos sabían por qué eso era tan grave.
Décadas atrás, Ikal había detectado un pequeño agujero de gusano orbitando la tierra. Era un potencial portal por el cuál cruzaron algunas criaturas malignas de otros planetas.
Ikal logró un hechizo que selló aquel túnel cósmico. Sin embargo, después de la aparición de un zuthu, los magos se dieron cuenta de que el sello había fallado y encontraron la razón. El agujero de gusano era bombardeado constantemente por estrellas fugaces y eso abría más y más ramificaciones hacia otros portales galácticos por los cuales cruzaban cada vez más criaturas peligrosas. Si un asteroide más grande rasgaba el agujero, el peligro de que una horda de criaturas cruzara era cada vez mayor.
―Hablaré con Darel ―dijo Shouta―. Sé que ese agujero, por ser muy pequeño, es muy difícil de detectar. Pero quizá la tecnología nos ayude a encontrarlo y desviar el asteroide en caso de que haya peligro de que se acerque demasiado.
―¿Creen que puedan ayudar a Darel? ―preguntó Kayah.
―En las películas de ciencia ficción siempre mencionan muchas cosas de ciencia ―agregó Citlalli―, así que además de libros de fantasía, también nos hemos dedicado a leer mucho de astrofísica. Quizá en algo podamos ayudar a Darel.
Mientras los magos adultos estaban en el castillo, en casa de Danbi, Irina ayudaba a Pema a trenzar su cabello.
―¡Ya sé! ―dijo Irina de repente, haciendo respingar a su amiga. ―Darel detesta todo lo que tiene que ver con novela romántica. Lo voy a obligar a escenificar delante de los chaneques de Kuiret uno de los libros de Meyer.
―Como digas, Irina ―suspiró Pema.
―O tal vez… haga que Juliano camine desarmado en los bosques de Orabiel ―Irina rio tontamente― para que los aluxes…
―¿Por qué no haces como yo? ―interrumpió Pema mientras Irina ataba un listón a su trenza―. Mis castigos siempre son que usen su mesada en comprarme algún dulce. Ya es hora de que acaben estas bromas tontas.
―Para ti es fácil decirlo ―refunfuñó Irina, haciendo un moño con el listón―. A ti no te obligaron a cantar una de esas bobas canciones populares delante de todos los visitantes en el museo, ni te dieron la tarea de quitarle su porra al ogro de…
―Soledad tiene razón ―interrumpió Pema―. Este jueguito va a hacernos pelear tarde o temprano.
Pero Irina no rechazaría la oportunidad de su venganza. Al siguiente día, en el preescolar, Juliano y Darel fueron interceptados por ella.
―Pues ya lo pensé detenidamente ―respondió ella―, y esta vez elijo a Darel. Te espero después de clases en Kuiret.
Por más que le insistieron, ella no reveló más de lo que le esperaba.
A eso de la una de la tarde, algunos de los niños magos los acompañaron hasta Kuiret, en donde había un improvisado teatro al aire libre. Una gran cantidad de chaneques esperaban, ansiosos.
Irina sacó su varita, hizo una floritura y de inmediato, el cabello e Darel creció formando grandes bucles rojizos y su ropa se transformó en un vestido de novia. Entonces ella le acercó un libro abierto.
―Ten. Representarás el capítulo de la boda.
―¿Qué? ―refunfuñó Darel― ¿Tengo que hacer el papel de una ridícula…?