Los niños regresaron al museo terminando la escuela. Irina aún hablaba orgullosa de su hazaña haciendo quedar en ridículo a Darel en lo que él mismo llamaba “sueños guajiros de niñas bobas”.
―Hasta eso que concuerdo con él ―les dijo Irina―. Es un evidente desplante de narcisismo de una escritora que, seguramente, toda su vida careció de popularidad.
―Exacto ―comentó Sirhan, quien se puso del lado de Irina―, es demasiado notorio que se proyectó en su protagonista, teniendo por medio de ella todo lo que patéticamente anhelaba en su juventud,
―A mí me gustaron ―dijo Pema―, los leí hace unos meses y me pareció una historia muy tierna.
―Yo vi la primera película ―les dijo Viviana―, y aunque no sé cómo termina la historia, concuerdo con Pema. Es un relato muy romántico.
Irina sintió una mirada a lo lejos y notó que Darel los escuchaba desde la acera del frente. Sonrió al notar el gesto de enojo del niño y continuó remarcando las escenas más divertidas del video.
Una vez en el museo, Shouta y Citlalli se unieron a Darle para darle sus ideas de cómo podrían configurar las computadoras para poder conectarlas con el portal espacial.
―Ahora necesitamos de Pema y Niara ―dijo Rulfo―. Se tiene que ser muy meticulosos en escudriñar cada centímetro de la trayectoria del asteroide, para encontrar… Bueno, no sé exactamente qué, pero tenemos que encontrar algo. Y ellas tienen una paciencia infinita.
A los pocos minutos, entraron ambas niñas. Niara se desplomó en una de las sillas.
―Lo que sea que pidan ―les dijo―, será mil veces mejor que aprender escritura cuneiforme con Kayah.
―¿Aún te cuesta trabajo? ―preguntó Pema.
―Mucho. Por fortuna parece haber encontrado algo interesante en las tablas que encontró Viviana, y me dejó libre.
―Bueno, te tengo una tarea monótona, pero muy importante ―intervino Darel―, te ayudará un poco a olvidarte de los fonogramas.
Darel les explicó sobre lo que debían buscar. Juliano calculó la trayectoria exacta del asteroide, y las niñas debían enfocarse en detectar el agujero de gusano y si estaba o no dentro de esa trayectoria.
Se suponía que Darel estaría revisando los cálculos en la computadora junto con Juliano, sin embargo, fue distraído cuando notó que Irina veía el video de su castigo desde otra computadora.
―¿Lo volviste a subir? ―gruño, enfadado―. ¡Demonios, Irina! Ya lo había borrado y tú…
―Yo no lo subí ―dijo ella con una sonrisa divertida―. Otros internautas lo bajaron y lo compartieron.
―¡Diablos! Y pensar que Kenneth ya me había ayudado a borrar las memorias de los niños del kínder. ¡A empezar de nuevo!
―Es lo justo ―dijo Irina con un gesto de ironía―. Al menos a los niños del colegio se les puede borrar la memoria. Los turistas que me vieron cantando desafiada a grito abierto jamás lo van a olvidar y los videos que ellos grabaron están corriendo por todo internet.
Se inició una nueva discusión entre ellos dos. Los demás estaban tan fastidiados de esa pelea que prefirieron ignorarlos.
Las niñas al fin encontraron el agujero, un túnel de apenas unos metros entre la tierra y la órbita de la luna. Habían determinado que el asteroide no chocaría contra el agujero cuando, de pronto, Juliano ahogó un grito, haciéndolos respingar.
―¡Todo esto está mal! ―gruñó―. ¡Darel! ¿No estabas metiendo los valores de la trayectoria lunar?
―Estaba por hacerlo, ¿qué pasó? ―preguntó Darel viendo una matriz que Juliano le mostraba en una computadora.
―Que no se tomó en cuenta la influencia lunar. La gravedad de la luna debe afectar la trayectoria del asteroide.
―¿Significa que tenemos que empezar desde cero? ―dijo Niara, con voz cansina.
―Perdón, yo… por estar con Irina …
―Darel, Irina ―Viviana se paró frente a ellos―, creo que ya tuvimos demasiado de esa pelea suya. Por favor, concéntrense ya en lo importante.
―Te ayudaré ―dijo Irina―, dime qué hacer…
―Te diré qué hacer ―gruñó Darel―, toma los valores y métetelos por el…
―¡Basta, Darel! ―gruñó Juliano―. Irina, ve a la computadora del fondo y ayuda a las demás a iniciar todo desde cero. Darel, mete los valores de la gravedad lunar, por favor.
Pasaron un par de tediosas horas hasta que al fin notaron un cambio.
―Creo que encontré algo ―dijo Niara, unos minutos después.
Los chicos se acercaron a su monitor. Muy tenue, en el oscuro del espacio, se notaba una línea aún más oscura, apenas visible. Darel hizo un acercamiento a la imagen. Era un túnel oscuro que se ensanchaba ligeramente en un lado, mientras que el otro se difuminaba en el espacio.
―¿El agujero de gusano se está ramificando? ―preguntó Ignacio.
―Y según esto ―Juliano revisó las cifras―, el asteroide sí está en ruta de colisión ―Juliano y Darel intercambiaron miradas.
―¡Rápido, Rulfo! ―ordenó Darel―, apunta la antena parabólica hacia este punto. Cafasso, ¿qué tanta energía necesito para mover el asteroide? ―Juliano metió unos datos rápidamente en su computadora.
― Necesitaríamos un báculo para intensificar la señal lo suficiente como para sacarlo del curso. Creo que será más fácil que intentes inclinar el agujero de gusano.
―No podemos esperar a conseguir el báculo de alguno de los adultos ―dijo Darel―, Viviana, coloca tu varita en el umbral de energía. Moveremos el agüero de gusano.
Irina regresaba por el pasillo, escuchando lo que decían. Un presentimiento especialmente fuerte inundó su pecho de desesperación. Entró corriendo a la habitación. No terminaba de cruzar el umbral cuando les gritó―. ¡Mueve el asteroide! ¡Rápido!
―¡No te metas, Irina! ―gruñó Darel―, los expertos somos nosotros.
―¡Pero mi intuición…!
―¡Tu intuición no se compara con la ciencia! ¡Maldita pretenciosa insufrible! Sin un báculo no tenemos potencia suficiente para mover el asteroide.
Darel continuó con su trayectoria original sin hacer caso a Irina.
―No lo logrará ―dijo Viviana observando el asteroide acercarse al agujero de gusano―. ¿Por qué nos pediste mover el asteroide, Irina?