Los portales cósmicos

El oyente

El grupo entero de magos estaba en la sala por la noche. Irina y Darel estaban sentados frente a ellos, cabizbajos.

―Ya no me interesa saber quién empezó o quién le siguió ―regañó Agastya―. Darel, Irina, ¿se dan cuenta del daño que causó su tonto pleito?

―Nunca había tenido que recurrir a esto ―Kenneth habló con un gesto sombrío―. Sé que en este cuerpo infantil viven dos adultos, pero esto no puedo dejarlo pasar. Neruana, tú eres el indicado para esto. Aplica un castigo ejemplar a este par de atolondrados.

―Será un placer ―dijo Neruana con un gesto irónico.

―¿Han detectado criaturas en el portal? ―preguntó Danbi.

―Los monitores encontraron que algunas decenas de criaturas cruzaron, dispersándose en diferentes lugares de Asia y Europa, la mayoría en la dimensión de Horlwn, aunque algunas pasaron a esta dimensión ―respondió Rulfo.

―Ya revisamos el lugar ―les dijo Aidan―, y no encontramos nada. Temo que los aparatos de Darel no están preparados para detectar a esos seres extraterrestres en la tierra.

―Y lo peor ―Irina hizo una mueca―, desde que se rasgó el portal, he estado sintiendo que mi instinto falla. Soy incapaz de presentir qué debemos hacer con esas criaturas.

―Y todo en ese túnel ―intervino Darel― mis aparatos lo detectan como de gran peligro. Hay muchas criaturas yendo y viniendo, pero sólo una especie encontró la rasgadura y cruzó a la tierra.

―¿Han encontrado el secreto del utzikab? ―preguntó Viviana, esperanzada.

―No ―respondió Citlalli con tristeza―. Hay muchas pistas, pero nada en concreto.

―Con ayuda de los algoritmos de Juliano e Irina, la tabla más antigua ha sido traducida ―Atish sacó las hojas con la traducción―, no tiene algo que nos sea relevante, pero podemos basarnos en ese algoritmo para traducir el resto.

―¿De qué habla ese escrito? ―preguntó Rulfo.

―Tiene el registro del primer mago de este planeta ―explicó Kayah―, se los daremos a leer sólo para que conozcan su historia. Sin embargo, es imperativo traducir el resto para encontrar más pistas sobre el utzikab.

―¿Qué debemos hacer ahora? ―preguntó Viviana.

―De momento, descansar ―dijo Agastya―. No sabemos qué seres puedan estar acechando, así que lo mejor es estar atentos. Darel, trataremos de encontrar, junto contigo, el modo de hacer llegar nuestra magia a ese portal para cerrarlo.

Al día siguiente, después de clases, Ignacio vio a Jesús, el nieto del director, entrando a hurtadillas por una ventana. Frunciendo el entrecejo, decidió seguirlo.

Para su sorpresa, desde aquella ventana se tenía acceso a una escalera circular que jamás había visto. Esta escalera lo llevó a una habitación pequeña, llena de báculos y varitas de aspecto muy antiguo. Jesús salía con una de esas varitas en mano yendo por una puerta muy pequeña que daba a la sala oculta de Ikal.

―¿Cómo encontraste ese pasaje? ―preguntó Ignacio, haciendo respingar al niño.

―Yo… no lo sé. ―dijo Jesús, agachándose.

―No sé qué es lo que traes entre manos ―Ignacio blandió su varita ―, pero no me agrada nada que andes merodeando…

―¡Tienes una varita mágica!

―¿Cómo sabes…? Quiero decir… ―Ignacio bajó su varita.

―Eres un mago ¿verdad? ―El niño se acercó a él, esperanzado― ¿Los magos son reales?

―¿Quién eres realmente? ―Ignacio dio un paso atrás.

―Por favor, no le digas a nadie. No quiero que piensen que estoy loco. Pero es como de pronto entrar en la mente de otra persona. ―Jesús miró la varita que llevaba en la mano―. Escucho su voz, veo sus recuerdos como si fueran míos.

―Y ¿los recuerdos de esa persona te han enseñado los pasajes ocultos de este castillo? ―preguntó Ignacio.

―De este, y de muchos otros. He visto grutas, castillos, templos, pirámides. No sé si son reales, pero, al menos, este castillo lo es.

―Eres, en efecto, un oyente.

―¿Un qué? ―Jesús frunció el entrecejo.

―Ve a casa ―ordenó Ignacio estirando su mano―. Necesito hablar con otras personas antes de explicarte. Dame la varita. ―Jesús le entregó la varita a Ignacio y salió del castillo.

Ignacio contó a Kayah lo acontecido. El viejo mago no hizo comentario alguno, solo frotaba su barba, pensativo.

―Sé que un oyente nos puede ser de utilidad, pero sólo sabemos de 3 oyentes en nuestra historia y no fueron de mucha ayuda, ya que desaparecieron a muy temprana edad. No quisiera causarle daño alguno a ese niño. Quizá lo mejor para él será que se mantenga lejos de nosotros.

―Podría usarlo ―dijo Ignacio―, seguirlo y encontrar por medio de él todos y cada uno de los escondites que Ikal dejó en este castillo.

―No es mala idea. Pero ahora quiero que vayas con el resto de los chicos. Ayúdales a monitorear Horlwn. Tenemos que encontrar a los seres que cruzaron hacia esa dimensión.

En las siguientes semanas, nadie encontró indicio alguno de seres extraterrestres en Horlwn, sin embargo, la situación económica en muchos países de esa dimensión se estaba yendo a pique, lo que les indicaba que, fuera quien fuera, estaban haciendo daño en la economía de esa dimensión.

Ignacio dedicó esos días a hacer amistad con Jesús. Era difícil saber si confiar en él o no. La misma Irina cambiaba de opinión a cada momento, a veces presentía que era tan inocente como cualquier niño de su edad, a veces presentía que por medio de él se podían abrir portales a mundos peligrosos, otras lo sentía como un aliado o incluso, como alguien capaz de destruir seres malignos. Pero el instinto de Irina dejó de ser confiable desde que se abrió el primer portal en aquel agujero de gusano, pues esas energías nublaban su ojo interno.

Pero conforme lo conocía, Ignacio confiaba cada vez más en él. Quizá algún ser maligno era capaz de usarlo como medio para lograr sus fines, pero confiaba en que Jesús, por voluntad propia, jamás se prestaría a nada malo.

Era un chico muy soñador y con una imaginación aún más intensa que la de Pema. En pocos días fue capaz de hacer dibujos de cada piso del castillo, marcando en ellos un centenar de habitaciones, muebles con documentos importantes o recovecos ocultos, en los que hallaron más escritos e instrumentos mágicos.




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