Los portales cósmicos

Energías malignas

Neruana observaba con el entrecejo fruncido el diario matutino. Refunfuñando, lo aplastó entre sus manos y lo lanzó a un bote de basura.

―¿Pasa algo? ―preguntó Irina.

―¡Maldita justicia corrupta! Un juez idiota salió con que hay inconsistencias en el proceso contra Misael… ¡lo han dejado libre! ¡Pero claro que iba a ser así! El tío de ese asesino infeliz es fiscal de distrito, seguro cobró algunos favores para que dejaran salir a su sobrinito.

―¡No es posible! ―reclamó Darel―. ¿Hay algo que nosotros podamos hacer?

―Sabes que los adultos nos prohíben intervenir en problemas competentes a la humanidad ―dijo Irina―, sólo podemos actuar ante amenazas esotéricas.

―¡Basura de pensamiento! ―reclamó Neruana―. ¡Vengan! ―agregó imperativo―, les asignaré su castigo. ―Neruana se echó a caminar hacia el exterior del castillo acompañado de los dos niños.

―Tengo la sospecha de que nosotros vamos a pagar no por nuestro error ―dijo Darel―, sino también por la liberación de Misael.

Y así fue, el castigo que les impuso Neruana prometía llevarles todo el día. Los había llevado a uno de los recovecos revelados por el oyente, una habitación oculta debajo del patio principal, en donde había una gran cantidad de objetos que ellos debían organizar.

―Aun con magia nos llevará eternidades ―se quejó Irina.

―Debiste pensar eso antes de subir mi video a…

―Si a esas vamos, tú comenzaste con tu castigo tan subido de tono ―interrumpió ella, molesta.

―Si esperas que algún día te diga que lamento haberte dado ese castigo, espera sentada, porque ese día puede llevarse eternidades. ―Darel se tornó ceñudo.

―Y por la misma razón yo jamás me arrepentiré de verte expuesto en las redes.

Sin hablarse en absoluto, iniciaron la tediosa labor, hasta que en un punto en específico, Irina encontró una fotografía antigua que llamó mucho su atención. Era Ikal, en su era como vicario. Estaba parado sobre la terraza, observando hacia el mar e Irina no tenía dudas, él tenía un teléfono celular en su mano y aparentemente veía algo en él. Mordió su labio, pensativa y sin decir nada se encaminó hacia la salida.

―¿Dónde vas? ―preguntó Darel.

―Pensé que no me hablabas.

―No te hablo, pero tampoco quiero que escapes y me dejes solo con todo el trabajo ―reclamó él.

―Ya que está tan interesado, don metiche, encontré esto. Creo que es importante mostrarlo a Atish.

Darel evaluó la fotografía y sacó la misma conclusión que ella, lo que Ikal tenía en su mano era uno de los teléfonos que él modificó con magia.

―Está bien, ve a mostrarlo a Atish, pero no tardes.

Irina salió de la sala por una trampilla y en el momento en que salió, un mal presentimiento encogió su corazón. Miró hacia los alrededores, definitivamente había algo muy extraño. Todos los hombres de la explanada miraban descaradamente a las mujeres a sus piernas, pechos y caderas e incluso algunas mujeres, un poco más discretas, se atrevían a evaluar a los hombres con la mirada. Ella comenzó a caminar lentamente, mirando el extraño comportamiento cuando sintió el impulso de correr, escapar lo más rápido que pudiera. Fue de regreso a la sala y de reojo vio que alguien corría tras ella. Alcanzó a abrir la trampilla, pero no pudo cerrarla, el hombre dio un salto hacia el interior haciéndola caer y en seguida se sentó a horcajadas sobre ella.

Irina sintió que se le iba el aliento, era Misael, el guardia acusado de intento de asesinato. El sujeto tenía una mirada desorbitada, como si hubiera dejado de ser un humano y se hubiera convertido en un demonio.

―¡Darel! ―gritó ella, aterrada―, ¡Darel, auxilio!

Misael cubrió su boca con su mano mientras colocaba la otra sobre el frágil cuello de la niña.

―Creo que me divertiré mejor contigo si primero te hago desmayar.

Irina sentía que no podía respirar, estaba intentando sacar su varita cuando un objeto pesado cayó sobre la cabeza del atacante, seguido de un hechizo que lo dejó aturdido en el suelo.

―¡Irina! ―Darel corrió hacia ella―, ¿estás bien?

―¡Trató de matarme! ―Irina, instintivamente, se abrazó de Darel―. ¡Quería matarme!

―¡Cálmate! Ya pasó ―Darel la quiso separar de él, pero Irina se abrazó con fuerza, llorando. Esperó a que se calmara y la tomó de la mano―. Será mejor ir por los adultos, tenemos que traerlos aquí antes de que él despierte.

Ambos niños se apresuraron hacia afuera de la trampilla y de nuevo aquel presentimiento rodeó a Irina.

―Algo anda mal ―dijo ella―, no sabría describirlo bien pero… es maldad, una maldad sucia rodea la plaza.

Darel sacó unas gafas de su bolsillo y se las colocó. Al ver a través de sus cristales ambarinos, notó alrededor de la gente a unos seres de aspecto tan grotesco que le provocó repulsión. No tenían forma, sólo era como una especie de piel dañada flotando en el aire, como la piel de alguien que enfermó severamente de viruela.

―No sé qué son ―dijo Darel―, pero son asquerosos. No hacen nada, sólo flotan entre la gente.

―¿Por qué no puedo verlos? ―preguntó Irina.

―No son corpóreos, son algo parecido a los shikigamis, pero creo que estos son muy malignos.

―Los shikigamis están hechos completamente de energía, ¿o no? De ser así, mi intuición me dice que estos son energía maligna.

―¡Por todos los cielos! ―Darel se estremeció al ver a esas criaturas congregarse e ir hacia ellos―, creo que ya se dieron cuenta de que los hemos visto. ¡Vamos al castillo!

Pero no fueron las criaturas, tres sujetos los que fueron tras los niños, todos con miradas sucias, enfermas. Estaban por entrar al castillo cuando atraparon a Darel y entre todos lo llevaron a una habitación vacía. Irina, quien se había adelantado por las escaleras, evaluó la situación, por la explanada llegaban cuatro hombres más. No podía ir por los adultos y perder valioso tiempo, así que blandió su varita y fue a buscarlos. Su corazón dio un vuelco al darse cuenta de que no podría con ellos a menos de que provocara un daño mayor, herirlos de gravedad para hacerlos desistir. Levantó su varita, dispuesta a atacar cuando sintió un viento que la empujó con fuerza. No podía verlos, pero sabía que esas criaturas habían intervenido, llamando la atención de uno de los hombres que dejó a Darel y se fue hacia ella.




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