Los portales cósmicos

El diluvio de Gilgamesh

El diluvio de Gilgamesh.

Era hora de salida en el jardín de niños, y Sirhan caminaba con Juliano y Niara, mientras su hermano estaba concentrado en un libro de paleontología, Niara les contaba a los demás cómo desarrollaron durante el tiempo que estuvieron ocultos en ambientes tan hostiles como un desierto, o ente los peligros de alguna jungla.

La maestra Carmelita pasó cerca de ellos, caminando. Frunció el entrecejo al ver a Sirhan con un libro de paleontología.

―¿Te gustan los dinosaurios? ―le preguntó.

―¿Qué? ―Sirhan estaba tan concentrado que no entendió la pregunta.

―Es normal en los niños. Lo que me parece bastante curioso es ese libro ―la maestra señaló lo que él leía―, es como para universitarios.

―Pero está muy bien explicado ―dijo Sirhan de inmediato.

―Eso es muy interesante. Tal vez podrías platicarles de los animales de la prehistoria a tus compañeros de clase.

La profesora le sacudió la cabellera con una sonrisa y continuó su camino.

―La profesora Carmelita es todo un ejemplo de sencillez ―comentó Niara―. Es hija del alcalde, pero no tiene problemas con trabajar en un jardín de niños popular, estudiar en la normal de maestros e, incluso, ir caminando a casa.

―Sí, es todo un ejemplo a seguir. ―Niara volteó a ver a su hermano, quien se volvió a concentrar en el libro―. ¿Qué es lo que te tiene tan absorto?

―Kayah mencionó que el escrito más antiguo que encontraron data de hace cuatrocientos mil años. ―Sirhan hojeó unas páginas atrás y les mostró una tabla del paleolítico―. Y miren, según este libro, el hombre moderno surgió en África, hace alrededor de doscientos mil años.

―¿Habrán logrado los magos antiguos viajar en el tiempo? ―preguntó Niara.

―O quizá el homo sapiens es mucho más antiguo de lo que creemos. ―Juliano frotó su barbilla―. ¿Saben dónde están Rulfo y Viviana?

―Iban a pasar a su casa antes de ir al castillo. ¿Por qué?

―Sirhan, no eres el único que ha encontrado discordancias en las eras ―Juliano les hizo dar vuelta a una esquina para ir a casa de Kenneth―. Ellos me contaron historias y anécdotas de su viejo amigo, Ikal. Y por las cuentas que hice, ese hombre ha vivido miles de años más que el más viejo de los magos.

―Soledad me dijo que Baba Yagá les habló de un mago inmortal…

―Por eso quiero buscar a Rulfo y a Viviana, Niara ―interrumpió Juliano.

Llegaron a casa de Kenneth en donde hablaron de ese asunto con Rulfo y Viviana. Rulfo caminaba de un lado a otro, dubitativo.

―Lo que el vicario nos contó siempre fueron cuentos.

―Pero basados en cosas reales ―les dijo Juliano―. Recuerden que, aunque decían que ni él mismo recordaba su edad, vivió la era de hielo, y eso pasó miles de años antes que naciera cualquier mago conocido.

―Y más aún ―Sirhan les mostró unas páginas del libro―, algunos de los animales que ustedes mencionan de esos cuentos, son de hace cientos de miles de años.

―El hecho de contar esos cuentos, no significa que los haya vivido en carne propia ―intervino Viviana―, quizá eran relatos de otros magos más viejos que él.

―Además, nosotros lo vimos morir, estaba en su cama, sin vida cuando fuimos a dejarle el almuerzo. Dejó su alma atrapada para ayudarnos y partió de nuevo cuando lo liberamos hace cinco años, así que él no puede ser el mago inmortal

―Y ¿si sólo fingió su muerte? ―preguntó Sirhan―. Era un mago, pudo hacer creer a todos que murió sólo para que nadie se diera cuenta que es inmortal.

―De nuevo ―comentó Niara―, quizá encontró como viajar en el tiempo. Por eso sabía todas esas cosas, y tal vez en el proceso dejó ocultos algunos escritos.

―Viaje en el tiempo… ―Viviana lo meditó algunos segundos―. Vamos al castillo, hay algo que quiero ver.

Mientras iban hacia allá, en el castillo, Kayah, Durs, Atish y Timtaya revisaban algunos de los escritos antiguos. Baba Yagá estaba sentada a la mesa, prisionera detrás de una energía apenas visible, comiendo algo de pollo asado.

―Está bien, Baba Yaga ―Agastya inhaló, resignada―, admito que estos escritos corroboran tu teoría. No sé si el primer mago del mundo sigue con vida, pero, aunque no sea así, fue alguien que vivió cientos de miles de años.

―En la mayoría de esos escritos hay relatos de desastres, ¿o no? ―dijo la vieja bruja, hablando con la boca llena.

―Habla, en efecto, de momentos como la era glacial ―dijo Durs― el diluvio, destrucción de dos ciudades por meteoritos… Muchos de estos relatos son parecidos a los que cuenta la biblia o a algunos de los escritos de Gilgamesh.

―Pongan especial atención en el relato del diluvio, pero no la de la biblia, sino la que narraba Giglamesh ―Baba Yagá señaló una tablilla en específico―, pero no la que dio conocer a la humanidad, sino esta, la que mantuvo oculta en este castillo.

Kayah tomó un escrito sumerio y lo leyó con detenimiento. Después de algunos minutos, golpeteó en un punto específico de la tabla.

―¡Ya sé que son! ―Kayah señaló el escrito―. Las criaturas que invadieron Horlwin, aquí las menciona. Son nigards, criaturas ambiciosas de oro que corrompen y engañan a los líderes de todo el cosmos con tal de obtener el más oro que les sea posible.

―¿Nigards? ―preguntó Agastya―, no recuerdo haber leído de ellos.

―Es porque no son de este mundo ―Baba Yagá, terminó de comer y habló con un tono arrogante―, y cruzaron por alguno de los portales que ese mago ladino abrió. Pero ¿me quisieron escuchar? Noooo, claro que no.

―Temo que esto confirma tu teoría, mi anciana nigromante ―dijo Kayah―, Gilgamesh lo narra en este escrito. ―Kaya tomó el pergamino y comenzó a leer.

“Yo tenía sólo cien años y había pasado cerca de una década con los escribas de Tanil, aprendiendo a leer y escribir, cuando pasó todo esto.

En esas eras, Ki era la ciudad más próspera y avanzada, habían logrado establecerse en un valle lleno de ríos y lagos que hacían sus tierras fértiles. Además, era la tierra más rica en metales preciosos y comerciaban principalmente con oro y plata, lo que los convirtió en el lugar más rico de toda la tierra.




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