Los portales cósmicos

La sabia

Shouta llegaba al castillo cuando vio a Citlalli yendo hacia la zona de cuevas con un ramo de flores en sus manos. La siguió hasta la entrada de la cueva donde Soledad había quedado atrapada, dejó el ramo en la entrada y se colocó en cuclillas, con las manos pegadas en modo de oración.

―Por favor, dime que no te sientes culpable ―Shouta se acercó a ella cuando terminó de orar.

―Sé que no fue mi culpa, fue un accidente, pero no puedo evitar pensar…

―Sé lo que se siente. Si no hubiéramos empezado esa estúpida apuesta ella quizá no habría muerto, pero sin esos errores no nos habríamos apresurado a salir y quizá Celia nos habría atrapado a todos ahí dentro ―Shouta se sentó frente a ella―. No puedo evitar pensar… si hubieras sido tú, no sé cómo podría seguir por siglos sin ti.

―Prefiero nunca pensar en eso ―Citlalli suspiró―. Sé que nuestra conexión es mucho más fuerte que las de los demás, pero no quita que ellos también generado esos lazos tan estrechos de amistad. Para Juliano, era Darel; para Agastya, Imamú y para Neruana era Soledad. Todos los magos siempre generan lazos muy fuertes y cuando pierden a esa persona, es evidente que, así pasen siglos, su partida les sigue doliendo.

―Lo sé, Citla. Kayah tenía esa conexión con Shiblung, era su mejor amigo y mentor. Han pasado siglos y es evidente que aún le duele que él ya no esté. Quizá en nosotros es especial porque es un amor de pareja mientras que el de ellos es amor fraternal, pero no quita que siga siendo amor.

―Albus Dumbledore lo dice muy constantemente en los libros de “Harry Potter”, el amor es la fuerza más poderosa del mundo ―ella volvió a suspirar―. En parte tiene razón, no por nada tú y yo podemos emanar esa fuerte energía.

―Sí, pero tiene limitaciones y nos deja muy débiles. Es mucho más sencillo cuando lo que atacamos es el odio. Pero supongo que es normal, después de todo el amor es lo contrario del odio y por lo… ―Shouta se quedó callado de repente, pensativo, se puso de pie observando al cielo.

―¿Pasa algo?

―¡Ya lo tengo! ―Shouta esbozó una amplia sonrisa―. En efecto, parte de las respuestas están en la imaginación de los escritores, en gente con mucha imaginación, pero al no tener ningún poder mágico son incapaces de verlo todo, sino una parte.

―¿A qué te refieres?

―Piénsalo ―dijo Shouta―, las gemas del infinito han sido mencionadas en el universo Marvel, quien hizo esa historia debió ver su existencia en su imaginación, pero sin el poder para ver la realidad de otras dimensiones, sólo vio una parte, sabía que cada gema tiene un poder, pero su ojo interno no pudo verlo en su totalidad, así que sólo habló de cinco con poderes como el tiempo, el alma, el espacio, la realidad y el poder. Quiere decir que vio que parte de esas gemas contienen un poder, pero no supo definirlo. Rowling imaginó al amor como el poder más grande de todos, pero sólo se enfocó en ese, cuando en realidad el poder está en todos los sentimientos más positivos de la humanidad.

―O sea… ―Citlalli lo pensó―, las virtudes humanas que son lo contrario de las energías malignas… ¡Ya veo! Por eso el ángel dijo que el utzikab fue construido con su propia energía, los ángeles son luz pura, emociones positivas. Pero… ¿cómo podemos obtenerla nosotros? Aun en los magos hay mucha energía negativa.

―Vamos al castillo, necesitamos a Pema.

La pareja buscó de inmediato a los adultos para plantearles su descubrimiento. Ikal, quien había adoptado la fisonomía de un hombre maduro, meditaba en silencio mientras ellos hablaban.

―Tiene sentido ―dijo al fin el sabio―. Todo lo que estamos enfrentando ahora se puede resumir en los pecados y errores humanos: ira, odio, mentira, cobardía… Lo que se necesita entonces para contrarrestar esa energía es su contraparte. La templanza, el amor, la verdad, el valor.

―Pero, ¿de dónde sacamos gemas que contengan esos valores? ―preguntó Agastya.

―La imaginación humana nos ha dado parte de la respuesta ―dijo Shouta―. Necesitamos ahora una imaginación más pura y poderosa.

―Queremos llevar a Pema a Kuiret ―dijo Citlalli―. Ella es que tiene mucha más imaginación que cualquiera de nosotros, y en un dei tan puro y creado de la imaginación, seguro ella encontrará más respuestas.

―Llévenla ―dijo Ikal―. Tienen razón, si alguien puede ver la verdad en su imaginación, es ella.

Pema fue llevada al mundo de sueños de Kuiret, sintiéndose completamente insegura. El paternal lobo Faoladh se acercó a ella con su cálida sonrisa.

―¿Por qué esta pequeña soñadora viene con esa cara de miedo? ―preguntó acariciando su cabeza.

―Nos hemos dado cuenta de que parte de las respuestas los humanos las han imaginado en sus novelas y películas ―comentó Citlalli―. Con los poderes que ella tiene y en un dei como este, estamos seguros de que Pema podrá descifrar más fácilmente los misterios del utzikab.

―Es lo que todos creen ―dijo Pema, insegura―, pero no lo sé… hace mucho que no escribo nada. Además, a nadie le gustó nunca que yo escribiera.

―¡Vamos, Pema! ―Shouta le pellizcó la mejilla―, no dudes de ti. Citla y yo ya leímos algunos de tus cuentos y son maravillosos.

―Sí, me lo han dicho pero… Es que no tengo idea de cómo hacer que mi imaginación nos dé las respuestas.

―Ven, te presentaré con alguien.

Faoladh llevó a la niña hasta un valle lleno de coloridas burbujas flotantes. Un niño preadolescente jugaba con pequeños bebés alados, saltando del interior de una burbuja a otra. En cuanto vio a Pema, su sonrisa se amplió, salió de una de las burbujas, completamente mojado y oliendo a refresco de frutas.

―Pema, él es Caleb, el guardián de Kuiret.

―¡Pema! ¡Al fin llegas! Supongo que ya no me recuerdas, ¿o sí?

―¿Te conocía?

―¡Claro! ―el muchacho habló entusiasmado―, en tu primera niñez, tenías tanta imaginación que llegaste a Kuiret muchas veces mientras soñabas. Ven, ¿ves esas burbujas? Era uno de tus juegos favoritos.




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