Los Príncipes de Saori(el Mundo de Arena)

Capitulo II: Sólo existía arena...

En el principio sólo existía arena, pero entonces algo ocurrió, algo cambió. En los desiertos se hallaban manantiales, las aberraciones se ocultaron en la oscuridad y se dió inicio a un breve período de paz, libre de guerras.

¿La causa? Reti, el hijo de arena. Reencarnó cómo un simple mortal para traer paz y equilibrio a nuestro mundo.

¿Pero entonces cómo llegamos a esto?...

—Aún no entiendo cómo inició la guerra de los cien años—confesé sin remordimientos. Farey me dirigió una mirada divertida mientras robaba algunas frutas del mercado, y las guardaba en su abrigo desgastado.

—Creo que te faltan algunas clases de historia—. Su tono burlón resbaló de su lengua, y sin rodeos dijo;—Pero en resumen, todo es culpa de las hadas.

—¿Las hadas iniciaron la guerra?.

Farey asintió, y llevándose una jugosa fruta a su boca respondió;—Si. Son malvadas. Mounstruos de afilados dientes. Oí que comen carne humana. Y su piel es tan escamosa cómo la de un viperión—. Farey fingió un escalofrío de susto, pero esté acto provocó qué una de las frutas cayera de su abrigo, alertando a su verdadero dueño.

—¡Ah, ladrones! ¡Guardias! ¡Guardias!—. Pronto los guardias que rondaban el lugar acudieron al hombre.

Junto a Farey huímos de allí a todo la velocidad que nuestros delgados cuerpos nos permitían. Saltamos sobre los techos, y atravesamos algunos callejones estrechos. En cuestión de minutos estábamos en medio de la ciudad junto a una gran multitud reunida para oír el discurso del rey, pero no fue el rey quien habló sino su hijo.

—Creo que los perdimos—. Farey revisó por última vez nuestros alrededores y tomó asiento junto a mí—. ¿Qué fue lo que dijo la niña?—lo observé confundido, la pícara sonrisa en su rostro lo delataba, se mofaba del príncipe heredero.

—No lo sé, algo con las fuentes de agua—. Mi completa atención se hallaba en aquel extraño discurso—. Ahora solo déjame oír a la princesita.

—¡Oye, Lew!—. La insistencia de Farey era evidente, pues no desistían sus tirones a mi capa buscándo mi atención, como de costumbre—. ¡Ey!.

—¡Ahí están! ¡Son ellos, los niños que me robaron!—. Aquél anciano que parecía mantener un pie sobre su tumba corrió hacía nosotros acompañado de dos guardias.

—¡Oh-oh, es hora de largarnos de aquí!.

Farey y yo nos dividimos, escabullendonos entre la multitud, pero para mí desafortunada historia choque contra unas niñas. Al instante sentí que alguien me levantó por la capa.

—Gracias...— Me helé al notar de quién se trataba. Un hombre fornido y de brillante armadura. Me sonrió y creí ver a un hijo de Jabbar. Pero supe que no era así porqué el único hijo que Jabbar posee nos ha abandonado.

—De nada—. Con un par de cuerdas ató mis manos, y me empujó para que caminara hacía el palacio. A pocos metros de mí pude distinguir a Farey quien se hallaba en la misma situación.

Levantó sus manos al aire, y gesticuló un resignado; —Lo intenté.

A nosotros llegó un gran disturbio. Personas corrían, gritaban y lloraban como sí alguien hubiese muerto.

Farey, aprovechó la confusión de los guardias para huir con las frutas cayendo de su abrigo y sus pies tropezando entre sí. Los guardias se apresuraron a intentar averiguar que ocurría.

Y pensé en huir, pero quería asegurarme de que aquél guardia, que me llevaba a rastras segundos atrás, estaría bien. Y no fue solo mí preocupación por su bienestar lo que me obligó a esperarle ocultó tras una fuente, sino también mi necesidad por verle en batalla.

Pero no había nada contra que luchar. El enemigo era invisible, sigiloso, cómo un Fairytwain.

¿Las hadas nos invaden?.

Un tirón a mis vestiduras me obligó a salir de mi refugio, algo atemorizado por la idea de hadas en Saori.

Me sentí tan aliviado al notar que era el mismo guardia de minutos atrás, que olvidé por completo que debia llevarme al calabozo.

—Ho-hola...—. El nerviosismo era palpable de parte de ambos.

—¿Qué haces aquí?—. Intenté estirar mis pies hacía la tierra, pero él me mantuvo en el aire.

—Oh, ya sabe. Espero para ir al calabozo—dije con una fingida sonrisa, estirando mis manos hacía él, esperando por ser apresado nuevamente.

—Vamonos de aquí. No es seguro—. El guardia de brillante armadura me bajó, agradecí internamente el contacto con el suelo, y con prisa abandonamos el lugar. El guardia vigiló nuestros alrededores de manera periférica, y tras entrar a un pequeño cuartel me preguntó;— ¿Estás bien?—. La pregunta en sí me pareció desconcertante, pues pareció tan desinteresada, sin artimañas de por medio.

—Yo..¿Po-porqué le importa?—. Más guardias armados empezaron a ingresar al lugar. Pero aquél hombre frente a mí parecía buscar, aún en medio del caos, una respuesta apropiada.

—Bueno...—un breve titubeó se filtró en su mirada, cómo si su explicación no le convenciera nisiquiera a él—.Soy un guardian de Saori, y tú un niño; estoy aquí para protegerte—. Él carraspeó, y extendió su mano , presentándose—Ezran Kovok. ¿Tú cómo te llamas? ¿Dónde están tus padres?

—Lewyn. Sólo Lewyn—. No hizo falta explicarle la falta de nombre de casa, el guardia Kovok solo asintió.

—¿Y el otro niño? El que te acompañaba, ¿Él también...?

—Si, también es huérfano.

—Bien, sólo quédate aquí. Estarás bien. ¿Cómo está la situación?—preguntó, Kovok a otro uniformado.

—Terrible. El rey.. está herido. Y no logramos comunicarnos con el palacío. Estamos muy desorganizados. El pueblo es un caos, y todos los demás intentan controlar a las personas. Nada, nada tiene sentido—. El sudor que corría en su frente y el subir y bajar de su pecho, podrían ser fácilmente explicados por su hiperventilación; el guardía llevó una de sus manos a su pecho, respirando con anormalidad tras hablar con celeridad—. ¿Cómo pasó?.

Kovok, guardó silencio unos segundos, observó todo a su alrededor con una indescifrable mirada plasmada en su rostro, y luego tomó el mandó cómo si le fuese natural, nació bajo presión como un diamante. Comenzó a dar ordenes que sus compañeros acataban al pie de la letra.



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En el texto hay: principes, saori, arena

Editado: 18.09.2025

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