Pero entonces, algo ocurrió. Cuándo creíamos haber hallado equilibrio entre lo humano y lo divino con el nacimiento del hijo de arena, las guerras regresaron y con ellas se esfumó cualquier mínimo rastro de paz qué su existencia provocó.
Tras el abandono de Reti, hijo de Jabbar, el Dios padre, algo tuvo que resurgir: una orden milenaria de la antigua Diosa madre, Serket. Ante la falta de un Dios entre nosotros, las siervas de Serket traerían paz y equilibrio bajo métodos humanos.
Y con nada más que lealtad grabada en nuestros corazones avanzamos con fé en qué ella nos guiará hacía el camino dorado. Y en el mundo se hará su voluntad. Bajó nuestra mano bendita caerán todos aquellos que han de caer.
—Es el enemigo Nyssa—le recordé a mi pequeña hermana, quién aún guardaba duda en su corazón.
—Lo sé, pero no quiero hacerlo. ¿Y sí nos descubren?—susurró, aún caminando con prisa entre los puestos del agitado mercado de Saori.
Me detuve, arrastrándola conmigo a un callejón, lejos del montón de transeúntes—.Ash'Mon fué clara. Tú debés hacerlo. El rey debe caer, por el bien del reino—mencioné cada palabra con más seriedad que la anterior. Ella debe comprender la importancia de esta misión. Nuestra primera misión, y si lo hacemos bien no será la última.
—Pero no puedo, Ody. Quiero regresar con mamá—. Su voz, entrecortada por sollozos inaudibles, me recordó todo lo que me he esforzado en olvidar: Nada tenemos y a ningún lado pertenecemos. La orden es nuestra única oportunidad, y bajo la lealtad a la orden y nuestra Diosa madre, Serket, debemos cumplir esta misión o perderlo todo.
—Nyssa, sé que puedes—Con la manga de mi capa limpié con suavidad sus mejillas bañadas en lágrimas—. Ash'Mon lo dijo "Serket te ha otorgado a tí el honor de hacer su voluntad. El rey caerá bajo tu mano". Es una prueba, y sí la cumples nos dejarán quedarnos, nos entrenarán, y serviremos a Serket—observé a nuestro alrededor en buscá de amenazas. No había tiempo para dudar. Las personas, en breve, se acumularían en la plaza—. Tal como mamá quería.
Nyssa titubeó un segundo, luego asintió algo vacilante—¿Tú estarás conmigo?—preguntó, tomando mi mano.
—Siempre—le prometí besando la palma de su mano. Nyssa suspiró aliviada, y con gran cautela nos infiltramos entre los habitantes de Saori buscándo una buena posición para llevar a cabo "La única flecha".
Desde hace meses sólo nos tenemos la una a la otra. Y aunque la orden prohíbe cualquier cualquier tipo de apego o posesión, me niego a alejarme de mi hermana. Y seré leal a Serket sin importar qué, pero las demás miembros de la orden no necesitan saber de nuestro parentesco.
—Odessa—Nyssa, quién había soltado mi mano, señaló cierto lugar en las alturas—. Un tejado. Es buen lugar, ¿No?.
—Es perfecto, Nyssa. Buen trabajo—. A nuestro alrededor solo habían unos cuántos guardias, pero el lugar no tardaría en acapararse de habitantes deseando oír el discurso del heredero. Lo que significa "Más guardias para más protección"—. Tú ve al tejado, y asegúrate de tener un buen tiro. Sólo hay una oportunidad.
—¿Qué harás tú?—preguntó Nyssa, mordiendo la comisura de sus labios, una evidente señal en ella de su incontrolable nerviosismo.
—Ubicaré a la familia real. Es probable que utilicen más de un carruaje para despistar, debemos saber cuál podría utilizar el rey en caso de que algo se dé fuera de lo esperado.
—¿Quierés decir "mal"?—Nyssa, abrió sus enormes ojos café con una preocupación imposible de disfrazar.
—No "mal". Solo.. fuera de lo esperado—le resté impotencia al asunto en un vano intento por tranquilizarla y a mí en el proceso—. Nyssa—la llamé antes de partir—, cuídate, ¿Si?.
Nyssa asintió, una tensa sonrisa tiraba de sus labios, castaños mechones ocultaban su pálido rostro estos fueron eliminados, por ella, de un soplido para luego desaparecer entre la multitud. Debido a su baja estatura, propia de su edad, esto no era nada complicado.
Tras recorrer ciertas calles, dí con una que se hallaba repleta de personas. Estás rodeaban tres carruajes dorados, según lo aprendido, gracias a Ash'Mon, en uno de ellos debe ir la familia real, los otros han de estar vacíos.
Me aproximé lo suficiente para poder divisar el interior de los carros. Y observé cómo solo en el segundo carruaje yacía la familia real, demasiado ensimismados cómo para percatarse de que eran acechados. Aproveché el caos frente a la caravana para ocultarme en el tercer carruaje, debía llegar a Nyssa. Debo reservar todas mis fuerzas para lograr sacarnos de la ciudad sin ser capturadas. Tras cumplir con nuestro deber sé que buscarán al responsable, sobretodo en las primeras horas.
Me eché de espaldas sobre el aterciopelado suelo del carruaje, su interior parecía ocultar un mundo de tinieblas y una soledad eterna, que atraía una paz imperturbable, el exterior no poseía influencia allí.
—Woow—Oí a alguien exclamar con suavidad desde las sombras, sonaba tan maravillado.
Presicé solo de un instante para retomar mi postura, adentrándome en un profundo estado de alerta. Mi corazón latía con violencia sintiendo otra presencia en el carruaje, en breve se adapté a la oscuridad buscando al responsable de aquella exclamación.
Una pequeña figura se extendía entre penumbras, por sobre los asientos revelando su ojeroso rostro con somniolentas expresiones grabadas en el.
Aún sin comprender que había mal analizado la distribución de la familia real, saqué la pequeña daga, que en mi muslo descansaba, alzandola contra el pequeño príncipe, parecía hipnotizado. El filo de la daga presionaba gélido el delicado cuello del jóven príncipe, pese a todo esté no se inmutó. No era mayor que Nyssa, en aspecto, y su mirada parecía en otro plano, casi como si soñará con mundos lejanos o criaturas fantásticos.
—Sí prometes no gritar, consideraré no cortarte el cuello—murmuré, arrastrando el filo de la resplandeciente daga sobre su garganta. Sus vivaces ojos recorrían con lentitud cada detalle en mi rostro, parecía no desear detenerse, grabándolo en su memoria hasta el final de los tiempos.