En medio de la guerra con Feérico el reino de Saori no podía darse el lujo de fragmentarse en bandos. Pero eso ya había ocurrido; los rumores no tardaron en esparcirse por cada ciudad del reino.
El rey Kyren I de su nombre, había planeado rendirse ante el enemigo y entregar en bandeja de plata al reino y sus habitantes mediante un tratado nupcial.
El reino se ha dividido en dos bandos; quiénes no apoyan el tratado, en su mayoría miembros de casas nobles, el ejército y comerciantes. Y quiénes lo avalan civiles con nulos conocimientos de la situación...
¿Ante esté suceso cuál es la respuesta de la orden de Serket? Siendo honesta yo no estaba al tanto de la quebradiza situación política del reino.
—Es un verdadero caos allí arriba—dije, entregando mi arco y flechas a la guardiana de la entrada.
—Ni lo menciones. Asesinar a Lord Mosk fue más fácil que atravesar ese alboroto—. Nyssa negó, dejando, con una falsa sonrisa, su espada a la guardiana.
Poco antes de ingresar a las instalaciones del centro de mando, la muchacha de la puerta nos detuvo con un chirrisqueo: —Sierva, Nyssa D'Serk—su tono guardaba un tinte de amenaza en él, pero mantenía su compostura.
Nyssa rodó sus ojos dándo la vuelta para observarla, y con su sonrisa más cínica contestó: —¿Si? Sierva Kio D'Serk.
—Debe abandonar toda arma en la entrada hasta informar de su presencia a la sacerdotisa—elevó una de sus cejas con advertencia.
—¡Oh, por Serket! Nyssa, sólo entregale la maldita daga.
—Pero tú me la obsequiaste, Ody...—. Resistí setenta tipos de torturas físicas y psicológicas diferentes, manejo todo tipo de arma, y aún así sus ojos de cachorro y su puchero continúan siendo mi única debilidad.
Suspiré rendida. Resistirme a un pedido de mí hermana en aquellas condiciones era absurdo. Injusto y absurdo.
—Sierva Kio D'Serk, me haré responsable por ella. Conservará su daga.
—No hay excepciones a las reglas... Son para proteger a la Sacerdotisa—. Mí mirada firme y postura innegocible la condenaron al silencio.
—¿Acaso no sabes quién soy yo? Parecés nueva, Kio—. Admito que sonó más burlesco de lo que pretendía pero no me disculpo. Al contrario, reafirmó mi postura con firmeza—. Soy la sierva Odessa D'Serk. Más de quinientas misiones en campo—. Tras cada frase avancé un pasó, hasta quedar justo frente a ella—. Escorpión dorado de la Orden de Serket—pude al fin sentir su aliento en mi rostro. Ví de reojo a Nyssa inflar su pecho con orgullo—. Y está joven de aquí no es nada menos que la mítica Nyssa D'Serk, escorpión de plata de la gran orden de nuestra madre Serket—. La joven asintió frenéticamente, sé qué aún tengo el toque de un escorpión, sus manos temblorosas y su titubeante mirada me lo dice.
Dicho eso me dí la vuelta. Más halla de la entrada de piedra y hierro, acompañados de humedad(por el lugar hallarse cercano a los canales de agua subterránea), se hallaba nuestro propósito en el lugar.
Ante la abismal puerta de madera y oro fundido se hallaba un par de siervas de gran tamaño armadas con lanzas. Sus armaduras plateadas con el escudo de un escorpión en su delantera resplandecian junto a la luz de las velas, otorgándole a las siervas un aspecto divino cómo si estás fuesen guardianas del mismísimo Dion, hogar de los dioses.
Apesar de ello me atreví a pasar con sigilo entre las siervas de gran tamaño. La puerta detrás de mí se abrió y cerró tan rápido cómo entré. Hallando en una esquina del cuarto a la Sacerdotisa Ash'Kan de rodilleras frente a la estatua de madre Serket.
Carraspeó, llamando su atención e inclinó mi cabeza en señal de respeto, después de todo es el oráculo de Serket en la tierra, nuestra madre hecha carne.
—Odessa—susurró, en señal de reconocimiento, quizá mi ingenua mente me hizo percibir una inexistente dulzura en su voz, un cariño casi... maternal—¿Acaso no te he enseñado modales, niña?—dijo Ash'Kan, despegando su frente del suelo, pero manteniendo aún sus ojos cerrados. Supongo ha reconocido mis pasos, pues con el tiempo los ha memorizado tanto como yo cada relieve en su rostro—. Ordené a las guardianas en la puerta que nadie ingresará.
—Lo sé. Es su hora de rezo. Pero entré sin que me vieran...—. Reveló consternación en sus ojos ante "tal falta de respeto"—. Pero solo lo hice porque su llamado sonaba importante... Me preocupé—confesé con la cabeza agacha. Ella se puso de pie, observandome con compasión.
Ambas posamos nuestra atención a la puerta tras oír está abrirse con un fuerte estruendo. Era Nyssa siendo perseguida por las guardianas de la puerta.
Está, aún, siendo tomada de los brazos por las mujeres, inclinó su cabeza ante la Sacerdotisa, pronto las mencionadas la imitaron mostrando respeto por la divina presencia. Ash'Kan elevó su mano en un suave y elegante ademán, liberando a Nyssa de las mujeres.
Las guardianas gruñieron, tras recibir una sonrisa socorrona por parte de Nyssa, antes de retirarse regresando a su puesto—. Gracias, su divinidad, su presencia es más que un placer. Es el gozo escaso en esta tierra. Los dulces en tiempos amargos, es...—. El endulzamiento de oído, aquel que salvaba a Nyssa de más de un problema, fue interrumpido por la Sacerdotisa.
—De no ser por la prohibición de lazos juraría que son hermanas—. Pasó su vista de Nyssa a mí en repetidas ocasiones, y con sospecha tomó asiento, invitándonos a hacer lo mismo—. Han fallado en su misión—nos informó sin rodeos, la delicadeza no es lo suyo. Aquella decepción oculta tras su voz arañó, hiriente, mi corazón; la había decepcionado, yo había fallado.
Sentí mi rostro contraerse en confusión—. No, no lo hemos hecho. Lord Mosk está muerto, tal cómo madre Serket ordenó atraves de usted, su divinidad—. Se apresuró Nyssa a defender la efectividad de nuestra más reciente misión.
—No habló de esa misión—. Ash'Kan se puso de pie recorriendo el lugar con la mirada, sus manos en su espalda la mantenían erguida mostrando un semblante sereno más halla de la situación—. Hace quince años, tras el derribó del rey Kolen debía ascender un principe bendecido por los dioses, dicho príncipe llevaría a Saori a la victoria—nos recordó con ilusión en su voz, relevando un hecho propio del mundo onírico—. Quién traería paz—. La convicción en su voz se esfumó con suma precipitación a lo próximo por decir—. Pero eso no ocurrió. Porque ustedes coronaron al príncipe equivocado. Debieron atravesar su corazón con la misma flecha que dió en su padre—la molestia comenzaba a presentarse más halla de su voz, la tensión en su rostro la delataba—. Claro que no todo es su culpa, pues esto último me ha sido revelado recientemente...por Serket. Ahora deberán reparar el caos que causaron—. Menos tensa, y con una sonrisa que causa escalofríos ella siguió—, deben eliminar al rey Kyren. Sólo... sacarlo del juego antes de que obsequie el reino a las hadas.