Recordé que la noche acostumbraba dormir bajo tus párpados, así que cada vez que las estrellas gobernaban el cielo salía a cantarles una vieja canción de cuna que jamás me terminaste de narrar.
Acostumbro llorar pensando en tu voz agonizante cantarme hasta dormir.
Dulzura, ya odiaba el pasado, pero ahora me haces aborrecerlo porque te has estacionado en él.
De mi espalda surge una melodía de lluvias de estrellas que tratan de llegar a mi pecho para decirme que ya me has olvidado.