La música era tu desahogo. Podías transmitir el dolor de tu corazón con tu acidulada voz.
Cada vez que me cantabas, para mí era una entrada directa a tu corazón, a un rincón donde me sentía segura y los problemas no existían.
Así que al llegar al mar después de atravesar el desierto fui directo a encontrarte en las melodías de viejos tiempos. No te encontré, ya te habías ido también de ahí.
La música dejó de tener sentido para mí porque tu corazón me había vetado.