Hay dos metáforas que me hicieron entender que debía dejarte ir, las encontré en el octavo puerto y fue cuando regresé a mi hogar a buscarme a mí misma.
La primera me la contó una linda joven de grande sabiduría: Si tuvieras una galleta, tu más favorita sobre todas las demás galletas, la cuál además resulta que es la última galleta en existencia y llega alguien con hambre a decirte: "Oh, que rica galleta, ¿Me das?", ¿Se la darías?
La galleta era todo lo que yo soy, ¿Se la daría a cualquiera sin pensarlo ni dos veces?, ¿Volvería a entregar mi corazón y mi alma a una persona, por más buena que sea? Entendí que mi galleta es mía y tengo que cuidarla antes de perderla y quedarme sin nada.
La segunda metáfora me la dijo una anciana de cabello plateado. Ella me dijo que la vida era como un libro de suspenso que se lee solo una vez. Que podía disfrutar encontrando las pistas de que la vida se trata de pequeños momentos buenos que nos hacen felices, no una felicidad que dura la eternidad, o podía amargarme por todo lo malo y llegar al final del libro (la vida) y darme cuenta que perdí toda una oportunidad de leer un gran libro por centrarme en lo poco reprobable.
Así que, lo siento, sol de mi vida, pero debo dejarte ir. Ahora voy a buscarme a mí, probablemente al hacerlo pueda volver a encontrarte. Que sea la vida quien decida...