Los que susurran en la oscuridad.

Los demonios tienen voz suave.

No son monstruos. No gritan, No me arrastran por los suelos ni me obligan a hacer cosas contra mi voluntad. Ellos no necesitan cadenas. Me conocen demasiado bien para eso.

Los demonios que viven en mi cabeza tienen voz suave. No asustan… seducen. Se acercan cuando todo está en calma, cuando creo que he logrado callarlos, cuando finjo estar bien y nadie nota las grietas.

Entonces susurran...No desde afuera. Desde adentro. Como si nacieran en el espacio entre mis pensamientos, Como si fueran parte de mí.

"¿Te acuerdas de esa vez que confiaste?"
"¿Recuerdas cómo terminó?"
"¿Realmente crees que alguien se queda por quien eres, y no por lo que das?"

No me atacan. Se sientan conmigo... Me acompañan mientras camino, mientras como, mientras intento dormir. Me hablan cuando la música se apaga, cuando las luces se apagan, cuando el mundo deja de hacer ruido y solo quedo yo… y ellos.

No los odio. No puedo. Porque fueron los únicos que nunca me dejaron. Estuvieron ahí cuando los demás se fueron. Cuando los "para siempre" se convirtieron en "hasta que me canse". Cuando el amor se convirtió en excusa y la amistad, en silencio.

Mis demonios no me gritan que me odie. Solo me muestran recuerdos.
Me repiten escenas que ya vi mil veces, pero con una claridad brutal,
congeladas como fotografías rotas, una por una, en orden cronológico del abandono. Me muestran mensajes no respondidos, puertas cerradas sin explicación, miradas vacías de quienes un día prometieron sostenerme.

Me hablan con la lógica del dolor. Y lo peor… es que muchas veces tienen razón. Porque no me mienten. Solo me repiten lo que otros dejaron grabado en mí. Son voces heredadas del rechazo, hijos de la decepción, residuos de afectos mal dados.

Se visten con los nombres de quienes quise. Con los tonos de voz que alguna vez me hicieron sentir seguro. Y por eso duelen tanto. Porque no vienen de fuera... Vienen de mí. De mis memorias, De mis heridas que nunca cerraron bien, de esas veces que dije “estoy bien” con el alma hecha cenizas.

Me cuesta decirlo, pero... me he acostumbrado a ellos, a su presencia discreta. A su compañía fiel. No intento expulsarlos. Sería como matar una parte de mí. Porque fui yo quien los creó. Yo los alimenté. Yo los dejé quedarse. Y ahora, sin ellos, el silencio sería demasiado puro, demasiado honesto, demasiado real.

No estoy listo para eso. Así que los dejo hablar. Los escucho.Y a veces, incluso, les respondo.



#1187 en Otros
#9 en No ficción

En el texto hay: frialdad, soledad.

Editado: 29.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.