Los ratones de la cocina

Capítulo 2

La Duquesa de Bosfor era tremendamente bella. Mientras cepillaba su largo pelo negro, maldiciendo en silencio la aparición de varias canas, que resaltaban aún más de lo normal en contraste con el brillante azabache del resto, una criada vaciaba el último cubo de agua caliente en una bañera grande, que estaba colocada en un rincón de la alcoba.

-¿Puedo ayudaros en algo más, Señora?

- No. Márchate.

Wilhelmina, un nombre que poca gente conocía, dejó el cepillo sobre la cómoda y sacó de uno de los cajones dos tarros con polvos. Los mezcló en un tercer recipiente, al que añadió unas gotas de una pequeña botella que sacó de otro cajón. Cuando la preparación estuvo lista, se la extendió bien por todo el cabello, lo cual, considerando la longitud del mismo, le llevó un rato considerable.

Esperó más de una hora y, después, se fue hasta donde estaba la bañera, colocó una mullida toalla en el suelo y, de rodillas, se aclaró el pelo despacio y con cuidado. Detestaba tener que perder casi una mañana en este proceso, aunque sabía que luego se sentiría halagada ante la insistencia de las otras damas para que les desvelase el secreto de su pelo tan joven. Era ciertamente frustrante no haber sido capaz todavía de encontrar un modo más rápido y duradero ─el ungüento tardaba unos dos meses en volver a dejar ver los odiosos cabellos blancos─ de mantener el resplandeciente color oscuro, que potenciaba sus ya más que atrayentes claros ojos grises y su piel de porcelana.

Podía perfectamente transformar un ser completo en otro ser. Sin embargo, la transformación parcial resultaba muchísimo más difícil de obtener. Tendría que seguir intentándolo. No obstante, este logro temporal, con los polvos, si bien constituía una chapuza en su currículum de hechicera, era algo de lo que las demás mujeres, sin acceso a ningún tipo de prácticas mágicas y extraordinarias, no cesaban de maravillarse. La Duquesa de Bosfor había entrado ya en una edad en la que empezaban a aparecer los primeros síntomas de la pérdida de la juventud. Y, a pesar de que gozaba de una naturaleza muy agradecida ─por no hablar de sus artes especiales─, era una persona demasiado apegada a la belleza exterior como para que no le afectase ─enormemente─ la llegada de la madurez a su propio cuerpo.



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En el texto hay: magia, misterio, amor

Editado: 26.08.2019

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