Narrador omnisciente
La oscura habitación que apenas era iluminada por una tenue luz albergaba a un hombre que se creía invencible, aun hombre que no le importaba lastimar a otros para conseguir lo que quiere, a un hombre sin escrúpulos ni honor, pero no se preocupen ya que el bien siempre triunfa sobre el mal ¿Cierto? Pero lamentablemente en este caso el mal no se enfrenta contra el bien, si no contra algo mucho peor.
Y al final de la historia solo uno ganará, esperemos que sea el que menos mal posea, pero ¿quién será?
Ambos tenían poder, ambos tenían el corazón destruido, uno por la venganza y el otro por el poder, ambos amaban, un amor enfermizo que los hizo cometer atrocidades, pero amaban al final de cuentas, ambos habían perdido el camino hacia el bien, pero solo uno tenía la pequeña oportunidad de ser libre, libre de las cadenas que lo envolvían y arrastraban hacia la oscuridad.
Ambos se encontraban en el mismo lugar a tan solo unos metros de distancia, uno observaba todo el caos que había formado, y el otro bueno el otro también observaba, pero el solo veía oscuridad, paredes sucias y una pequeña luz encima suyo que apenas iluminaba aquella habitación donde había pasado días, mientras que sentía la sangre brotar de su boca dejando un sabor metálico en ella, sus ojos apenas podían mantenerse abiertos, Ya llevaba 4 días en este lugar o eso le parecía.
—¿Dónde está mi esposa? — fue la pregunta que salió de aquellos labios, el grito de Elías Hamilton retumbó las cuatro paredes donde se encontraba y aquellos gritos podían escucharse en los pasillos, pero aun así nadie contestaba.
Mientras que su captor lo observaba con una sonrisa en su rostro, verlo sufrir, verlo gritar y retorcerse del dolor era música para sus oídos.
—¿Cuándo lo vas a matar? — cuestionó de pronto una voz a sus espaldas, aparto su mirada de la computadora y la deposito en la persona que lo acompañaba en aquella habitación, era su mano derecha la única persona en quien confiaba, por la única persona por quien moriría.
—Todavía no es el momento–respondió y aquellos ojos lo observaron con preocupación.
—Y cuando lo será, esto se está alargando demasiado…
—Yo decido cuando se acaba —interrumpió con la voz fuerte y amenazante, si era una persona muy importante en su vida y en sus planes, pero aun así no le gustaba que nadie lo cuestionara ni siquiera …
—Y cuando daremos el último golpe.
— En dos días, si todo sale como lo planeado, por fin los tendremos a todos, y el juego llegará a su fin.
—Eso espero, ya todo está como lo pediste—dijo mientras ambos pares de ojos observaban a través de la pantalla a Elías Hamilton sufriendo y cada vez más cerca de su muerte, sabía que el fin se acercaba solo esperaba que ambos en aquella habitación ganaran.
Los días habían transcurrido y el momento había llegado, luego de años de planeación por fin su venganza se llevaría a cabo.
Y justo en el mismo día, a la misma hora en aquel pueblo de Hill Lane lleno de mentiras y falsas sonrisas en extremos diferentes ocurrían los hechos que nos llevarían al final de esta historia.
El sol aún resplandecía en aquel cielo azul, y la trágica noticia de que unos jóvenes habían sido secuestrados en el estacionamiento de la universidad ya se conocía, los testigos del secuestro habían llamado a la policía, pero no fueron capaces de ayudarlos en el momento, pero quien lo haría quien se arriesgaría por ellos.
Y al pasar las horas y el efecto del sedante el primer hijo de los Hamilton despertó. Ethan observó con miedo y confusión el lugar estaba a oscuras, las paredes estaban pintadas de un blanco sucio, y en el suelo se podía ver gotas de sangre, el recuerdo de lo ocurrido en el estacionamiento lo alerto, trato de levantarse pero sus manos estaban atadas, forcejeo unos minutos haciendo que un ardor en las muñecas le causara dolor y dejó de intentarlo, no lograría soltarse, con el corazón acelerado y sintiendo las gotas de sudor cayendo por su frente logró darse cuenta que él no era el único en aquella habitación en las otras esquinas podía divisar dos cuerpos más, dos cuerpos pertenecientes a sus hermanos.
—ERICK, ELLIOT— grito sintiendo como se desgarraba la garganta.
Ellos se removieron incómodos y al abrir sus ojos observaron el cuarto oscuro, ambos trataron de soltarse, pero no lo lograron.
—¿Dónde estamos? —preguntó Erick, esperando una respuesta que no tenían
—¿Dónde está Elena y Gabriela? —cuestiono esta es Elliot alterado, sus hermanos estaban con el, porque ellas no estaban ahí, donde las habían llevado.
Los tres se tensaron aún sentían dolor en su cuerpo, habían recibido varios golpes y el dolor se hacía cada vez mayor.
—¿QUIEN CARAJOS ESTÁ DETRÁS DE TODO ESTO? DA LA CARA COBARDE— gritó Ethan con rabia, no comprendía nada y eso lo estaba desesperando, ver a sus hermanos atados igual que el sin la posibilidad de soltarse lo llevaban a un solo resultado no tenían oportunidad contra su enemigo.
Y en ese preciso momento la puerta fue abierta de un golpe, se observaron entre ellos y para luego depositar su mirada en aquellos hombres que arrastraba algo, ¿o a alguien?, el único sonido que se escuchaba era el del cuerpo siendo arrastrado contra el suelo, y mientras más observaron aquel cuerpo de su padre que se encontraba lleno de sangre y golpes, en un peor estado que el de aquella fotografía y entonces la rabia aumentó en ellos y los gritos retumbaron la habitación.
—¡PAPA!— gritó Ethan observando como aquellos hombres ataban a su padre de la misma manera en la que ellos estaban, y así como ingresaron en silencio se fueron de la misma manera.
—Contesta— pidió Elliot y entonces Elías Hamilton abrió los ojos lentamente y observó aquella habitación, pero algo había cambiado ya no era la misma donde había estado horas atrás y ya no se encontraba solo, observo a sus hijos uno por uno, los tres se encontraban atados y golpeados y la jodida realidad lo golpeo con fuerza, hace unas horas tenía la idea de que sus hijos estuvieran buscándolos y ahora ellos también se encontraban en la misma situación que él.