[Fecha desconocida]
Rodeo la mansión a paso sigiloso, rogando que no haya cámaras de seguridad alrededor. Al llegar al patio trasero compruebo que la lápida que había visto aquella noche es real y no una mala jugada de mi mente por el exceso de alcohol.
Eso no hace más que comprobar mis sospechas, he convivido con unos malditos locos todo este tiempo.
Pero eso no es lo que me afecta.
Ella...
No puedo, simplemente no puedo imaginármela así, haciéndole daño a alguien o incluso... haciéndome daño a mí.
Noto también, que cerca de la lápida hay un enorme agujero. Seguro será para el hombre que acaban de traer. Me acerco lentamente hacia la ventana de la cocina con el corazón latiéndome a mil por hora, las lágrimas se me escapan con la imagen que esa maldita familia me ofrece.
Me llevo una mano a la boca ahogando un jadeo, si me escuchan soy hombre muerto. Todos rodean la mesa de comedor –menos la hermana menor– mientras despellejan al pobre hombre que no sé cómo carajos sigue vivo, escucho como desgarra su garganta con cada grito y siento que es a mí al que están torturando
Ella está de espaldas pero aun así puedo ver como arranca la piel del hombre con las manos, es como si la poseyera una fuerza descomunal y siento como poco a poco algo dentro de mi pecho se desmorona.
Es un monstruo.
Parece que he entrado en estado de shock pues no me muevo del sitio, insto a mi cerebro que reaccione y deje de torturarse más. Al girarme hago caer una pequeña maceta que reposa en el filo de la ventana pues, tenía ambos brazos apoyados allí.
Creo que veo la maceta romperse en cámara lenta, la sangre se me va a los pies y me niego levantar el rostro porque sé que escucharon y sé que me están viendo.
Mi instinto de supervivencia me obliga a mirar a través de la ventana y todos me observan como un cazador a punto de devorar a su presa.
Ella ni siquiera se sorprende al verme allí, de hecho, parece que ni siquiera es consciente de lo que sucede a su alrededor, tiene la mirada perdida y en sus ojos no se ve más que... oscuridad.
—¡Tras él! —demanda su padre y los gemelos no tardan en correr hacia la puerta de la cocina que da paso al patio.
Empiezo a caminar de espaldas aún bastante aturdido por todo lo que ha sucedido en los últimos minutos y en cuanto giro sobre mis pies para empezar a correr, caigo en el agujero que había visto anteriormente.
Salgo de allí desesperadamente y empiezo a correr bosque adentro, puedo sentir a los gemelos pisándome los talones, zigzagueo entre los árboles para ganar más tiempo pero eso solo me resta velocidad, así que vuelvo a correr en línea recta.
—¡No llegarás muy lejos, hermanito! —grita Deneb haciendo que suelte más lágrimas.
Una sensación de alivio me abarca al visualizar la carretera, puedo escapar, quiero creerlo y debo hacerlo. Una vez que me atrapen sé que no saldré vivo de aquí.
Todas mis esperanzas se van a la mierda en cuanto tropiezo con una roca y caigo de bruces contra el suelo.
No me da tiempo a levantarme cuando Deimos toma uno de mis brazos y me voltea, se sube quedando a horcajadas sobre mí y toma la primera roca que está a su alcance.
La estampa una, dos, tres veces en mi cabeza y es la última la que me hace perder la conciencia.
Lo último que ven mis ojos es a ese par de rubios que sonríen con suficiencia mientras mi cabeza se desangra en medio del bosque.