Capítulo 10: Malditas "ratas".
Los Ángeles, California.
Central militar de la FDIS
[15 de octubre del 2015, jueves]
*Louis Smith*
Vierto otro sobre de azúcar en mi taza de café y empiezo a revolverlo con la cucharita. Estoy estresado, cansado y tengo una jaqueca de los mil demonios, desde el lunes estamos trabajando en la investigación del asesinato de Nikolay Semiónov, si bien no debo meter mis narices en territorio inglés pero mi instinto me dice que los Sallow tienen mucho que ver en esto.
Llevamos años buscando a esas malditas ratas escurridizas, han sido causantes de los mayores asesinatos en las últimas décadas y hasta ahora hemos podido dar con el paradero de alguno de ellos. Ni el FBI, ni asuntos internos quisieron hacerse cargo del asunto, por lo que nos encomendaron hacer el trabajo sucio y ahora es nuestro deber cazarlos y matarlos.
Una de las razones por la que es muy difícil encontrarlos, es que son bastante astutos y cuando los hayamos desaparecen por arte de magia. Pero ahora estoy presenciando un caso bastante peculiar, localicé a los Sallow del pueblo de Abalee, en Reino Unido y hace poco envié a tres de mis soldados. Claro que los inútiles murieron en el intento de capturar a uno de ellos, las bestias esas fueron criadas para ser máquinas de matar y hay que tener un número considerable de refuerzos para acabar con uno de ellos.
Manipulo el panel de controles que tengo en mi escritorio y doy clic en algunos botones, de inmediato me aparece un holograma de lo que grabaron las cámaras de seguridad del palacio. Se ven claramente tres figuras masculinas y dos femeninas, son bastantes certeros a la hora de disparar y no tienen ninguna pisca de compasión por los seres humanos a los que les están arrebatando la vida.
Son bastantes ágiles al momento de tomarse el palacio y no demoran mucho en cumplir con su cometido, cada vez me quedan menos dudas de que ese maldito apellido está detrás de todo esto. Solo nos queda esperar a que nuestra fuente de primera mano lo confirme, para estar completamente seguros y atacar sin piedad.
Las puertas de mi oficina se abren dejándome ver al capitán Sánchez y al comandante Cooper.
—¡Señor! —pronuncian al unísono, dedicándome el debido saludo militar.
—Espero que traigan información relevante, no estoy para rodeos —espeto; mis ánimos no son los mejores en este momento y lo último que espero es lidiar con la incompetencia de estos soldados.
—El infiltrado se ha contactado con nosotros —explica el capitán Sánchez—, nos confirmó que la familia viajó el diez de octubre a la ciudad de Londres y regresaron el martes de esta semana.
No puedo evitar esbozar una gran sonrisa, el infiltrado que tenemos es bastante cercano a la familia y nos ha sido de mucha ayuda los últimos meses, lo que nos deja un paso adelante las malditas ratas.
El comandante Cooper me extiende una carpeta y la tomo enseguida, ojeo su contenido y me encuentro con las fichas de cinco personas. Tres muchachitos rubios, una castaña y un hombre bastante mayor.
Darcy Sallow.
Alhena Sallow.
Deimos Sallow.
Deneb Sallow.
Alya Sallow.
Ese maldito apellido que no me da descanso. Procuro grabarme bien sus caras y mi cuerpo reboza de satisfacción al imaginar a cada uno de ellos frente a mí, de rodillas, suplicando por sus vidas y posteriormente siendo ejecutados, de la manera más dolorosa posible.
—Necesito más detalles —exijo—, el tipo de armamento que usaron, el lugar donde se hospedaron y como se movilizaron. Imposible que hicieran todo esto ellos solos, alguien los ayudó, quiero nombres y lo antes posible.
—Listo mi capitán.
—Que las tropas entrenen el doble, quiero soldados bien capacitados, que no tengan compasión y encarguen más armamento, tenemos que estar listos para atacar.
—Mi capitán, hoy llegaron más de los reclutas que había solicitado, si desea puede pasar a darles la bienvenida y supervisar su entrenamiento.
—Pasaré por allí luego, si consiguen más información no duden en avisarme. Pueden retirarse —ambos adoptan su postura militar con la respectiva despedida y desaparecen por la puerta de mi despacho.
Vuelvo a ver la grabación una y otra vez, alguien los esperó todo el tiempo que estuvieron en el palacio, ya que las cámaras de los alrededores captaron una camioneta. Lamentablemente no tengo su recorrido pero algo es algo. Repaso una vez más los documentos, es increíble cómo estas personas lucen tan normales y dentro de ellos no hay nada más que un monstruo.
Termino con el informe para Asuntos internos, detallando toda la información que hemos encontrado. Salgo de mi oficina y le entrego la carpeta a mi secretaria.
—Que llegue a los de Asuntos internos —asiente y emprendo camino hacia las canchas de entrenamiento.
La central no es muy grande ni muy pequeña, solo cuenta con este edificio donde los soldados de alto rango tienen sus oficinas, como la mía y el resto del lugar es zona de entrenamiento.
Termino de bajar las escaleras y lo primero con lo que me topo es con el grupo de tiro. Son bastante buenos pero necesito que sean mejores, esa familia es demasiado rápida a la hora de disparar, parece que hubieran nacido con el arma en la mano. A paso lento voy supervisando el trabajo de los comandantes, las personas que me notan me dedican el debido saludo militar.
En otra área se encuentran varios soldados trotando y en una zona más alejada perfeccionan el combate cuerpo a cuerpo.
Allí, viendo como todo el imperio que forjé con sudor y lágrimas, no veo la hora de ir tras esas escorias y acabar con la guerra que han desatado desde hace años.