Los Sallow [sangre Oscura #1]

Capítulo 20

Capítulo 20: Fechas festivas y regalos significativos.

[24 de diciembre del 2015, jueves]

—¡No te muevas! —le grita Adhara a Deneb mientras se tambalea.

—¡Eres tú la que no se apresura! —vocifera para luego soltar una maldición.

Mi hermana está sentada sobre los hombros de Deneb, intentando poner la figura de baphomet en la punta del árbol navideño.

Sí, nosotros no colocamos la típica estrella en el árbol de navidad. Preferimos ubicar la estatuilla que representa al satanismo. No es que seamos creyentes o algo por el estilo, de hecho, no pertenecemos a ninguna religión, exceptuando a mamá que es cristiana. Ubicamos la figurilla por pura diversión, al final de cuentas, somos los hijos del diablo.

—Listo —anuncia Adhara y Deneb prácticamente la lanza desde el aire—. ¡Idiota! —le reprende mientras intenta estabilizarse en cuanto sus pies tocan el suelo.

—Saben que no me gusta que pongan esa cosa —murmura mamá llegando a la sala con una bandeja de galletas recién horneadas.

Deimos y yo estamos sentados en el sofá grande, lleva como media hora intentando hacerme una trenza, pero parece que sus intenciones son dejarme el cabello todo enredado.

Observamos a los otros dos atiborrase la boca de galletas.

—Tranquila mamita, igual, sabemos que eres la única que se va a ir al cielo —dice Deneb y mamá le dedica una mirada reprobatoria.

—No hables con la boca llena —lo reprende. Deja las galletas sobre la mesita de centro y regresar a la cocina.

Adhara y Deneb continúan discutiendo por cosas sin sentido, me irritan. Deimos se rinde en su intento de peluquero y se acerca a la mesita para tomar dos galletas, me extiende una por lo que le agradezco con un asentimiento.

En la estancia se percibe el olor a madera quemada, avivando el fuego dentro de la chimenea. El invierno llegó hace un par de semanas, tiñendo de blanco los techos de las casas y las copas de los árboles. El calor de la chimenea no es suficiente, por lo que tenemos encendida la calefacción.

Pasamos varias horas tumbados en los sofás de sala como los buenos perezosos que somos. Hablamos de cualquier cosa banal o simplemente Adhara y Deneb parlotean, mientras Deimos y yo escuchamos.

El timbre de la entrada anuncia la llegada de alguien, por lo que mi hermana se apresura en ir hacia la puerta principal.

—¿Quién? —pregunta antes de ver por la mirilla de la puerta.

—El ladrón —le responde papá con voz fingida antes de que Adhara abra la puerta. De inmediato se abalanza sobre él, fundiéndose en un abrazo.

Me fijo en el reloj que cuelga de una de las columnas. Son las nueve de la noche, lo que explica la llegada de papá pues esa es su hora de salida. Trabaja en un bufete de abogados.

Mamá sale a recibirlo con un tierno beso y enseguida nos despacha a todos de la sala.

—Muévanse, a alistarse, que su hermana y Joe están a punto de llegar —cada quien toma rumbo a su habitación a prepararse para despedir la nochevieja.

Me observo por última vez en el reflejo del espejo, no tengo la más mínima intención de ocultar mi cara de fastidio. Cada año, elegimos un diseño de pijama de invierno con la temática navideña. Consiste en un conjunto de pantalón largo con suéter –que me queda extremadamente grande–, todo de un color verde brillante y con un montón de caras de Santa esparcidos por este.

Ni siquiera me esfuerzo en maquillarme, solo recojo mi cabello en una colita pues sigue bastante corto. Al bajar, todos lucen el mismo atuendo, pero a diferencia de mí, se los ve bastante felices.

La mesa de comedor te provoca un placer visual inigualable. Bandejas con papas gratinadas, gambas con salsa de ostras, verduras salteadas, cortes de corderos bañados en alguna salsa especial y un montón de postres que ponen a salivar a cualquiera.

Mamá como siempre se luce en la cocina.

—¡Llegó el alma de la fiesta! —chilla Alhena atravesando la puerta principal junto a Joe. Hasta ellos lucen cómodos con el horrendo pijama.

El lugar se sume en una contagiosa algarabía por la llegada de mi hermana mayor, y es que la mansión dejó de ser la misma cuando se casó. Te terminas acostumbrando a la presencia de ciertas personas en tu día a día, que cuando falta alguno es inevitable sentir ese pequeño vació que no será capaz de llenar alguien más.

El chocar de las vajillas y los cubiertos me sacan de mi ensimismamiento. Todos empiezan a tomar una porción de cada cosa, me apresuro a servirme una montaña de postres porque son de mis favoritos y esto es agarra o te jodes.

La cena transcurre entre risas y anécdotas de cuando vivíamos en Londres.

—Nunca olvidaré cuando Aly dejó calva a Adhara —Alhena eleva la voz para que todos la escuchen y no tardan en carcajease mientras mi hermana menor entrecierra sus ojos hacia mí.

—En mi defensa, eras una bebé y yo ya no tenía muñecas a las que dejar calvas —me encojo de hombros antes de seguir degustando del exquisito cupcake de coco.

Cuando ya no queda nada que llevarnos al estómago, con mis hermanas ayudamos a mamá a lavar los trastes.

Nos instalamos en la sala mientras Deimos endulza nuestros oídos tocando algunos villancicos en el piano. Los minutos pasan entre conversaciones amenas y no pueden faltar las risas. Llega la media noche anunciando la Navidad, todos expresan sus buenos deseos y se funden en largos abrazos, de los que huyo claro está.

Y entonces llega mi parte favorita de la noche, los regalos.

—Este año quiero empezar yo —dice Deimos captando la atención de todos. Ninguno se molesta en ocultar una gran sonrisa por la iniciativa de mi hermano, somos conscientes de lo mal que la ha pasado los últimos años, pero se esfuerza en volver a ser el mismo cada día.

Se acerca al árbol de Navidad y toma uno de los paquetes que se encuentra debajo de este. Es cuadrado y un poco plano, asumo que es un libro.



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En el texto hay: romance, accion, accion drama

Editado: 12.06.2021

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