Capítulo 25: Lugares especiales y palabras que pesan.
[14 de febrero del 2016, domingo]
*Alya*
Nunca creí en el día de los enamorados. Se me hace una excusa barata para llevarle obsequios a tu pareja cuando puedes hacerlo cualquier día del año, pero así es nuestra sociedad.
Las flores se marchitan, y los chocolates se acaban, al igual que el amor. Las parejas se separan, ya sea por infidelidades o malentendidos, sino es que la muerte los alcanza primero. Y por ello, no espero nada de Jonathan. Lo único que necesito son esos bellos sentimientos que me profesa y me hacen sentir una chica normal.
Desde hace días tengo un mal presentimiento, todo va demasiado bien. La FDIS no ha dado señales de vida y siento que todo se acumula como una bola de nieve que pronto nos aplastará. Es por esto que he planeado llevar a Jonathan a un lugar muy especial para mí, quiero que la pasemos juntos antes de que la vida me arrebate la tranquilidad.
—¿Aly? ¿Estás ahí? —papá agita su mano frente a mi rostro, sacándome de mi ensimismamiento.
Ruedo los ojos y me llevo una cucharada de cereal a la boca. Estoy muy enojada con él, Jonathan me contó todo lo que le dijo cuando lo llevó a su casa y agradezco que no se lo haya guardado. Desde ese día no le dirijo la palabra, entiendo su miedo, pero no puede venir y amenazar a ojos azules por sus malditos celos de padre.
>>No puedes ignorarme toda la vida —asiento dándole a entender que puedo hacerlo y me levanto de la silla para terminar el desayuno en la cocina. Tan temprano y ya me hacen amargar.
Lavo los trastes y voy hasta mi habitación para empezar a alistarme. Le dije a Jonathan que pasaría por él a eso de las once de la mañana. Lo que me tiene preocupada es que Deneb nos llevará, Deimos salió hace algunas horas con Adhara porque quería hacer algunas compras y la única opción que me queda es el otro.
Voy hasta la habitación del susodicho y no me detengo a tocar la puerta. Lo encuentro recostado sobre la cama, viendo algo en su celular. Si hay algo que siempre he envidiado de Deneb, es lo ordenado que es con sus cosas, tiene esta manía de querer todo limpio y en su lugar.
Me tumbo junto a él y le arrebato el teléfono, ganándome su atención. La mueca de fastidio en su rostro es inmediata.
—¿Qué quieres?
—Tienes que llevarme a la casa de Jonathan —enarca una ceja, esbozando una sonrisa burlona.
—¿Por qué no le dices a Deimos? Últimamente es tu chofer personal.
—Salió con Adhara.
—Dile a papá.
—No me hablo con él —resopla molesto—. Yo nunca te pido nada, solo hazme este favor y prometo que no te volveré a molestar.
Se lo piensa unos segundos, pero asiente derrotado. Le devuelvo el teléfono y vamos hasta el garaje para sacar la Bugatti que nos conduce hasta la casa de Jonathan.
Al llegar, Deneb hace sonar el claxon y ojos azules sale de inmediato. Lo veo encogerse por el frío hasta llegar al auto, ocupa el asiento vacío junto a mí y se sorprende al ver a Deneb al volante.
—¿Qué tal todo hermano? —lo saluda y por el retrovisor se aprecia la sonrisa socarrona que tiene plantada en el rostro.
Jonathan asiente en su dirección un tanto incómodo, pero se enfoca en mí antes de plantar un beso en mi mejilla.
>>Bien tortolos, ¿A dónde los llevo?
—Al lago —pone el auto en marcha sin que le dé explicaciones. En la familia saben que es mi lugar favorito.
Ojos azules intenta sacar tema de conversación, pero la actitud déspota de mi hermano no ayuda. El resto del trayecto nos fundimos en un silencio inquietante y el que Jonathan ubique su mano sobre mi muslo incrementa mis nervios.
Salimos de la zona céntrica del pueblo, tomando la carretera que va hacia Hertford, pero giramos en uno de los desvíos. Los árboles se ciernen a nuestro alrededor mientras Deneb desplaza el auto por el caminillo libre de pasto y se detiene cuando un enorme roble le bloquea el paso.
—Te llamaré —le informo y lo veo asentir. Bajo del auto y Jonathan sale detrás de mí, espero a que el Bugatti regrese a la carretera y emprendo el camino que me sé de memoria con ojos azules a mi lado.
El trayecto es silencioso, para nada incómodo, de hecho, se inspira cierta paz y eso me gusta. Afianzo el agarre en su mano cuando la brisa helada me golpea, la temperatura aquí es mucho más baja.
Sé que hemos llegado cuando ya no hay más árboles, pero si un hermoso lago congelado con un pequeño puente rústico que te lleva hacia el otro lado.
Darcy solía a traerme aquí porque este lugar siempre fue capaz de calmarme. Dejé de venir cuando los ataques de ira mermaron.
Suspiro dejando que el vaho se disipe en el aire y veo el perfil de Jonathan, no deja de detallar el lugar, como si hubiese descubierto algo nuevo.
—Es mi lugar favorito —musito y enfoca su mirada en mí.
—¿Aquí traes a tus citas?
—No.
—¿Ah no?
—No, porque eres el primero —sus ojos se iluminan y creo que no pueden ser más hermosos. Besa el dorso de mi mano que está entrelazada con la suya, mis mejillas se calientan de inmediato a pesar del frío.
Nos conduce hacia el centro del puente y siento como una especie de vacío cuando deshace el agarre de nuestras manos para aferrarse al barandal de madera.
—Es hermoso —dice sin despegar la vista del lago. Elimino el espacio que nos separa, haciendo eso que va en contra de mis principios.
Lo abrazo desde atrás y apoyo mi mejilla en su espalda.
Soy consciente de lo que hago y me aferro a él aún más, como si mis brazos me aseguraran que, a pesar de todo, no se apartará de mi lado.
Jonathan se ha convertido en mi precipicio, me estoy dejando caer y no pienso detenerme. Solo espero el impacto que dejará ver a la bestia y ahuyentará al bello ángel. Mientras tanto, disfrutaré de la vista.