Capítulo 38: “Asesina”.
*Alya*
Deimos saca el auto del garaje y nos adentramos en la carretera para ir hacia la tienda de armas del padre de Jayden. El barrio pobre nos recibe y la Bugatti de mi hermano acapara el estrecho espacio del callejón. Las camionetas se estacionan detrás, con los matones esperando a que verifiquemos el armamento.
—Hola chicos —nos recibe Jayden con su típica sonrisa. Le devolvemos el saludo y nos hace pasar a un cuartucho en el que ni entramos por el montón de cajas que hay—. Las que tienen la cinta roja son para ustedes, pueden revisarlo.
Saco mi navaja y Deimos la suya. Empezamos a abrir las cajas que son para nosotros, dejando a la vista el majestuoso arsenal que servirá si la FDIS quiere la revancha.
El cañón está bien, la mira y la corredera se encuentra en buen estado. Las de largo alcance están completas, no les hace falta cerrojo ni guardamanos. Asiento hacia mi hermano y este sale para avisar a los hombres que pueden venir por las armas.
Le entrego el sobre con el dinero a Jayden y más pronto de lo esperado estamos regresando a la mansión. El desconcierto me embarga al observar el Ferrari y la Bugatti de Deneb mal estacionados en la entrada, la puerta se encuentra abierta de par en par.
Deimos y yo nos observamos, su rostro denota la misma turbación, por lo que no tardamos en salir del auto e ingresamos a la casa, encontrando una escena bastante alarmante.
Uno de nuestros hombres yace moribundo sobre el sofá. Mamá llora desgarradoramente mientras Alhena intenta consolarla, pero parece que es ella quien necesita un apoyo. Deneb está quieto al pie de la escalera, observa a papá con los ojos bien abiertos y es imposible no darse cuenta que está conteniendo la respiración.
Darcy es otra historia. No deja de caminar en círculos y aprieta tanto los puños que las venas de su antebrazo se marcan en demasía. Su respiración es errática, me siento tentada a preguntar que sucede, pero papá se me adelanta.
—¿En dónde estabas? —masculla hacia Deneb. Este abre y cierra la boca sin saber qué decir—. ¡¿En dónde estabas?!
El grito me hace pegar un brinquito. Todo sucede tan rápido que no me da tiempo a procesar cuando toma a mi hermano por la camisa y lo estrella contra la pared más cercana. Poso mi mano en el pecho de Deimos cuando veo sus intenciones de intervenir, lo mejor es no meterse cuando papá está hecho una furia.
A Deneb se le salen las lágrimas y empieza a negar con la cabeza. Darcy no lo suelta y aunque mi hermano sea más alto que él, nuestro progenitor provoca ese pavor que pone a temblar de miedo a más de uno.
—¿Me pueden decir qué está pasando? —exijo harta de todo este drama al que no le encuentro sentido.
—Secuestraron a Adhara —suelta Alhena en medio de la llorera. Me tengo que sostener del brazo de Deimos porque siento que en cualquier momento voy a caer—. Mataron a casi todos nuestros hombres, pero dejaron vivo a este para darnos la noticia.
Eleva la barbilla hacia el matón que está muy malherido. La vista se me nubla y creo que estoy a punto de desmayarme. Esto no está pasando, primero Jade y ahora Adhara, es como si mutilaran cada parte de mi cuerpo mientras estoy consciente.
Las lágrimas se sienten como lava al caer por mis mejillas, estas últimas semanas he llorado tanto que creo no poder parar. Deimos a mi lado se quita las lágrimas con brusquedad, se está aguantando para no quebrarse, porque si lo hace es como si nos quedáramos con otro menos.
Ahora entiendo a papá. Deneb debía ir a recoger a Adhara y no lo hizo, mas no lo culpo porque suficiente tendrá al cargar con la culpa si le llega a pasar algo a nuestra hermana.
—¡¿En dónde mierda estabas?! —vuelve a insistir papá zarandeándolo.
—Yo salí y… lo olvidé. Lo sien… —papá no lo deja terminar al propinarle una sonora bofetada.
Alhena ahoga un jadeo y Deimos no puede más, empieza a sollozar sonoramente mientras se cubre el rostro con ambas manos. No estamos mal, estamos jodidos. Papá nunca se atrevió a levantarnos la mano y eso demuestra que no solo está furioso, está decepcionado.
Deneb sostiene el lado de la cara donde impactó la mano y llora en silencio sin dejar de negar. Papá lo observa con tanto desprecio que por un instante siento pena por él.
—Si a mi hija le pasa algo —sisea señalándole con el dedo índice—, si apagan a mi estrellita, no te lo voy a perdonar nunca.
Y eso es todo para Deneb caiga de rodillas al suelo, adoptando una posición de súplica sin dejar de llorar.
—Déjame arreglarlo, puedo encontrarla e iremos por ella… —intenta tomar su mano, pero papá se aparta como si tuviera en frente a un pordiosero.
—Y la vamos a encontrar, pero si ella está… —ni siquiera puede decir la palabra—, quiero que te largues de mi casa, te quitarás el apellido y olvídate que tienes padre. Porque no soportaré a un miserable como tú.
Lo dice con tanto odio que quiero gritarle que pare. No es momento para discusiones familiares, tenemos que encontrarla cuanto antes.
—Deneb —musita Deimos hacia su gemelo y se acerca para ayudarlo a levantarse. Me mantengo al margen porque en este momento ambos se necesitan, aunque no parezca, son más unidos de lo que cualquiera pueda llegar a creer.
Desaparecen por las escaleras y con las piernas temblorosas, me acerco a mamá y Alhena. Papá se une e intenta rodear a su esposa con los brazos, pero esta lo aparta de un empujón.
Mierda.
—¡Te lo dije! —vocifera—. ¡Te dije que nos debíamos ir y ahora secuestraron a mi hija!
Papá pasa del enojo a la desesperación cuando intenta acercarse a mamá y ella retrocede.
—Mi ángel…
—No, Darcy —espeta aclarándose la garganta—. No sé cómo harás, pero así tengas que mover cielo y tierra, me traes a mi niña en una sola pieza.