Los Sallow [sangre Oscura #1]

Capítulo 39

Capítulo 39: Mentiras piadosas.

[5 de abril del 2016, martes]

Un par de toques en la puerta me hacen reaccionar. Dejo de contemplar la hoja que contiene mi dibujo y la escondo bajo la almohada.

—Pasa —elevo la voz lo más que puedo para que mamá me escuche. Tengo la garganta tan rasposa que el hablar me hace esbozar una mueca. Entreabre la puerta y asoma la cabeza, seguramente para confirmar que sigo viva.

Lamentablemente sí.

—Alya tienes que bajar a comer —demanda intentando sonar autoritaria. La veo y me dan tantas ganas de salir a matar a todos; estos tres días en los que no hemos sabido nada de Adhara, la tienen en una jodida agonía.

Las ojeras marcadas y el que pareciera que ha envejecido en tan solo días me pone peor.

—No tengo hambre.

—Pero si no has comido nada en estos días, no puedes vivir solo de esas barritas integrales —señala el bote de basura a un lado de la puerta. Hay una torre de distintos envoltorios de lo que se ha convertido en mi comida diaria.

No puedo ingerir otra cosa, todo lo que como lo vomito y sinceramente ya no quiero hacerlo.

—No voy a bajar —musito antes de hacerme bolita e intentar dormir otra vez. Es lo único que me ayuda a olvidarme de todas las desgracias que me persiguen.

—Alya por favor… —se le quiebra la voz y salgo de la cama en un santiamén. Detesto verla llorar.

—Estoy bien, de verdad —abro la puerta por completo. Paso mis pulgares por sus mejillas, secándole las lágrimas—. Deimos y Deneb la encontrarán, ya verás.

Asiente antes de tomar profundas respiraciones. Intenta regalarme una sonrisa, pero le termina saliendo una mueca temblorosa. Sin duda alguna, es la mujer más fuerte que he conocido en toda mi vida, por el simple hecho de haber aceptado traer cinco bestias al mundo.

—¿Segura que no… —niego. Suspira derrotada y se aleja hacia las escaleras. Cierro la puerta con lentitud y tomo una profunda respiración antes de apoyar la frente en esta.

Me resigné a que Jonathan jamás será capaz de entender esto. Lo que soy. Y aunque me duela en el alma, él merece a una chica normal y no una asesina que no es capaz de controlar a sus demonios internos.

Doy paso a la idea que ha estado rondando en mi cabeza, analizándola. Cada vez que lo considero me parece la mejor opción, además, es la única forma en la que podré estar tranquila.

Me acicalo un poco y por primera vez en tres días, salgo de la habitación por mi cuenta. Al bajar, me encuentro con papá almorzando solo en el comedor. Al igual que mamá, se lo ve agotado, pero sobre todo ansioso.

—Quiero hablar contigo —le suelto sin rodeos. Levanta la cabeza lentamente hasta enfocar su mirada en mí, se limpia la boca con una servilleta antes de asentir y me invita a tomar asiento junto a él.

—Dime.

—Tienes que liberar a Jonathan —se ríe como si le estuviera contando un chiste.

—¿Por qué tendría que hacerlo? —trato de maquinar una buena excusa, pero no se me ocurre nada así que le hablo con la verdad.

—El que esté allí encerrado, me lastima más a mí, que a él —expreso con firmeza. Se me queda viendo por un buen rato, parece que quiere decir algo, pero se arrepiente al instante.

Que diga que sí.

—Está bien —su respuesta me hace abrir tanto los ojos, que parecen estar a punto de salirse de sus cuencas.

—¿De verdad? —cuestiono en un hilo de voz.

—Si quieres que lo libere, lo haré. Pero recuerda que sabe nuestro secreto y…

—Sí, sé lo que pasará. ¿Cuándo lo soltaras?

—En unas horas —siento como un gran peso abandona mis hombros.

—Gracias —musito antes de volver a mi habitación.

Al fin será libre y feliz lejos de nosotros. Aunque quisiera, con todo fervor, que entendiera esto, que entendiera mi mundo.

Porque aunque quiera negarlo, estará marcado por el resto de su vida. Me pertenece en cuerpo y alma, porque si él lo quisiera, podría hacerlo feliz, pero si nos pone en riesgo seré su verdugo y esta vez no dudaré en disparar.

***

*Jonathan*

Recuesto la cabeza en la helada pared. Cierro los ojos soltando un largo suspiro, seguido de un quejido cuando muevo la mano que se encuentra esposada al tubo de metal. La sangre seca forma una perfecta pulsera alrededor de mi muñeca, como consecuencia de mis vagos intentos por liberarme.

Y es que ahora estoy más seguro de que voy a morir. Le grité a Alya un montón de cosas hirientes, cosas que en realidad quería decirle y de las cuales no me arrepiento. Pero que a final de cuentas me han dejado un mal sabor de boca, porque la culpa está allí, latente.

Ahora entiendo las palabras del señor Darcy cuando se ofreció a llevarme a la casa de la tía Abby.

«—Mire señor, no entiendo cuál es su problema. No me alejaré de Aly, estoy enamorado de ella y... —suelta una risotada, observándome como si fuese la cosa más patética del mundo.

—Que estés enamorado de ella no basta. Hay muchas cosas que no sabes y cuando las sepas, me la vas a dañar —asegura. Me es imposible ocultar mi indignación, me duele que me crea capaz de lastimar a Aly».

Y la lastimé, sus ojos me lo demostraron mientras le gritaba todas esas cosas horribles, que después de todo son ciertas. También comprendí, que las relaciones con estas personas se tratan de todo o nada, es vivir atados a ellos por el resto de la existencia y considero que no vale la pena.

Al menos no para mí.

Ni siquiera sé por qué sopeso la idea de una vida junto a ella. Simplemente no puedo, es una persona que mata, tortura y disfruta hacerlo. Además, puedo asegurar que es ella quien me odia por haberla ofendido de esa manera y lo más probable es que venga en un par de horas para terminar lo que no completó aquella noche.



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Editado: 12.06.2021

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