Capítulo 40: Batalla final.
*Alya*
Pongo todo mi esfuerzo en acabar con el plato de comida, pero la tensión que nos envuelve a los cuatro no ayuda. Deimos me dedica mirada fugaces, niego con la cabeza para que deje de joder y el idiota me da una patada en la canilla por debajo de la mesa, haciéndome soltar un quejido.
—¡Que no! —me exaspero. Papá enarca una ceja en mi dirección y mamá me observa extrañada.
Hago como que si nada pasó y continúo con mi agonía de terminar la bendita cena. Deimos me ha estado insistiendo para que hable con papá y saque a Deneb del exilio que lleva en su habitación. Me niego a interceder por él, que aprenda a solucionar sus mierdas porque no soy eterna y ya me cansé de velar por el bienestar de todos.
Como si tuviera poderes telepáticos, oímos una puerta estrellarse en la segunda planta. Deneb baja corriendo las escaleras, tropezando una que otra vez, pero logra llegar al comedor un tanto jadeante.
Papá no se molesta en ocultar su desprecio al detallarlo y aunque mi hermano intente ignorarlo, no puede disimular lo mucho que le afecta.
—La encontré. Encontré a Adhara —los cuatro nos levantamos de sopetón. Mamá no puede controlar el llanto y musita repetidos “gracias” antes de abrazar a Deimos, que es quien está junto a ella.
—¿En dónde está? —me apresuro a preguntar.
—La tienen en un edificio abandonado, cerca del centro del pueblo. No sé cómo, pero logré ingresar a la red telefónica que manejan y accedí al sistema de cámaras de seguridad de la zona. Se ven soldados entrar y salir, llevan armamento nuevo y los últimos días llegaron avionetas con más provisiones —habla tan rápido que debo pedirle que se tome una pausa para respirar—. Nos están esperando, por eso dejaron que accediera con facilidad a su sistema de comunicación.
—¿Cómo vamos a ir? Nos quedamos sin hombres, mataron a muchos cuando la secuestraron —interviene Deimos y lamentablemente tiene razón.
—Yo me encargo de eso —habla papá por primera vez desde que Deneb bajó.
—Tenemos que ser cuidadosos, no podemos ir así por así y creo que deberíamos considerar la posibilidad de… negociar —Deimos me observa como si me hubiera salido un tercer ojo.
—Nadie va a negociar nada —impone papá—. Traeremos a mi estrellita y de paso matamos a esos idiotas.
—¿Tienes los planos del edificio? ¿O alguna toma panorámica? —cuestiono tratando de ignorar la estupidez que salió de mi boca hace algunos segundos.
—Vengan —lo seguimos escaleras arriba hasta llegar a su habitación.
Me llevo una no muy grata sorpresa al ingresar. No está ordenada como siempre, hay un montón de papeles por todo el piso y creo ver una enorme mancha de café en las sábanas.
Puedo asegurar, que es quien peor lo ha pasado estos días. Me imagino su desesperación al intentar encontrar a nuestra hermana y su aspecto lo refleja. Luce demacrado, destila cansancio por los poros, pero el miedo ha sido su motor. Esclavizándolo a trabajar día y noche.
Toma asiento frente a la mesa con múltiples computadoras, empezando a teclear con rapidez y ojeando una que otra hoja que tiene a su alcance. Mis padres, Deimos y yo lo observamos, no puedo evitar sentirme un tanto inútil, pero estamos de manos atadas.
—Este es —nos señala una de las pantallas. Se puede apreciar la imagen nítida de la vieja estructura grisácea, rodeada de escombros; soldados entrando y saliendo por lo que parece ser una puerta improvisada.
—¿Cuántas entradas hay? —cuestiono sin dejar de detallar la imagen.
—Solo dos —rebusca en una pila de hojas que tiene a su lado izquierdo. Extiende sobre el teclado el plano del edificio—. La delantera está bloqueada por los escombros de una columna, por eso derribaron un tramo de pared para usarla como puerta.
—¿Y la otra? —inquiere Deimos.
—La segunda está libre. Es la entrada al parqueadero subterráneo —niego con la cabeza.
—No podemos entrar por ahí. Saben que iremos y quieren que esa sea nuestra única opción.
—¿Y si lo hacemos desde el aire? El edificio tiene terraza y podría conseguir un helicóptero —interviene papá.
—Sería muy ruidoso —comenta mamá en un hilo de voz.
Empiezo a sentirme ofuscada. Tiene que haber una manera, no podemos arriesgarnos a morir antes de encontrar a Adhara; porque entonces ya no les serviría y también moriría.
Vamos Alya, piensa.
Necesitamos el elemento sorpresa, algo que no se esperen, pero es prácticamente imposible. A menos que logremos clonarnos y atacar desde ambas entradas.
Clonarnos…
La palabra resuena en mi cabeza como un eco intermitente, desencadenando ideas vagas, nada en concreto.
Emito una exclamación de asombro cuando el plan me llega cual revelación divina. Sé cómo podemos ingresar al edificio sin que lo noten, haciéndoles creer que caímos en su trampa.
—¡Lo tengo! —todos me observan expectantes a lo que diré y papá me apremia para que hable—. Tendremos que dividirnos en dos grupos. Los matones llegarán primero e irán directo al parqueadero, los soldados los estarán esperando y creerán que nosotros vamos con ellos.
>>Pero en realidad entraremos desde el frente. Van a estar tan ocupados intentando acabar con nuestros hombres que descuidarán la zona y podremos llegar hasta Adhara.
—Es muy arriesgado —comenta Deimos no muy convencido.
—No tenemos otra opción —impone papá sacando su teléfono—. Llamaré a Alhena y a Daniel, el rescate de Adhara no pasa de esta noche.
Todos asienten de acuerdo y Darcy sale de la habitación con mamá siguiéndole detrás. Deimos y yo nos quedamos con Deneb, craneando la estrategia, aportando ideas y estudiando con minuciosidad el edificio.
No podemos permitirnos errores. Sale bien o morimos, no hay terceras opciones, y salvar a Adhara es nuestra única prioridad.