Los Sallow [sangre Oscura #1]

Capítulo 41

Capítulo 41: Los “buenos” siempre ganan.

No hay nadie.

Doy una vuelta en mi propio eje reparando en lo que parece ser una vieja recepción, comprobando que no hay rastro de los soldados de la FDIS. Percibo el desconcierto en el rostro de papá y mis hermanos. Deneb y yo estábamos seguros de que había soldados rondando la zona, al parecer han desaparecido por arte de magia.

—Hay que seguir —demanda papá volviendo a posicionar su arma.

Nos vamos hacia la izquierda ya que es el único acceso que tenemos porque el resto se encuentra bloqueado por los escombros. Ingresamos a una amplia habitación, abarrotada de escritorios deteriorados y un montón de cajas. El olor de la humedad es insoportable y cada cierto tiempo me tapo la nariz evitando inhalar la pestilencia.

Atravesamos varios cuartos con las mismas características. Me da muy mala espina que no nos hayamos cruzado con ningún soldado.

El suelo bajo nuestros pies se estremece y en la lejanía, se alcanzan a escuchar varias explosiones, poniéndonos alerta. Deben ser los “Wilki” defendiéndose en el parqueadero.

Estamos en el tercer piso, pasamos el umbral de una puerta doble que nos conduce a un extenso pasillo, igual al de los dos pisos anteriores. Las grandes ventanas a un costado de este dejan ver como el sol empieza su ascenso, anunciando el amanecer.

Un olor diferente al de la humedad se cuela por mis fosas nasales, haciendo que me detenga abruptamente. Eso es… oh no.

Es pólvora.

—¡Corran! —grito y la primera explosión centella al inicio del pasillo, desencadenando un efecto dominó al activar el resto de las bombas.

Como podemos salimos de allí, llegando nuevamente a las escaleras donde nos espera una lluvia de balas. Entre gritos, papá pide que no nos despeguemos de la pared y avanzamos devolviendo el ataque sin ponernos en riesgo.

Hijos de puta.

Sabían del plan, no sé cómo, pero lo sabían. Alguien tuvo que habérselos informado, mas no tiene sentido porque los únicos al tanto de todo eran los Wilki y la familia.

La familia…

Un nombre se me viene a la cabeza y ruego para mis adentros estar equivocada, de verdad espero que no sea quien estoy pensando.

Seguimos avanzando por las escaleras de emergencia, evitando a toda costa recibir un disparo. Logro darle a un soldado en el cuello y este cae por el barandal hasta que su cuerpo impacta en el primer piso.

Vamos por el quinto cuando un grupo numeroso de reclutas aparece por una de las puertas. Nos aglomeramos en el pequeño descanso; Deneb golpea a uno de ellos en la cara con la culata de su arma mientras el tío Daniel le cuida la espalda. Acabo con tres de ellos en un santiamén, manchando las paredes y el piso con su sangre.

—¡Alya cuidado! —me grita Deimos. Reacciono tarde cuando un soldado se abalanza sobre mí y terminamos rodando escaleras abajo.

Puedo sentir claramente cómo cada una de mis extremidades es magullada por los impactos en los escalones y el tipo corre con la misma suerte. Nos detenemos cuando mi espalda se estrella contra una pared, creo oír mi espalda crujir y solo espero que no sea nada grave.

El tipo aprovecha mi estado de dolencia y medio se incorpora para propinarme un puñetazo en la cara. El siguiente lo esquivo, aprovechando para barrer el piso con mis piernas y hacer que caiga de espaldas.

No tardo en irme sobre él para molerle la cara a golpes. Es uno tras otro que su rostro queda irreconocible al convertirse en un pellejo lleno de aberturas y sangre. Las manos me duelen, los nudillos me arden, pero no me detengo. La energía que recorre hasta la última célula de mi anatomía no me deja parar, y tampoco quiero hacerlo.

Para volverlo más artístico, tomo su cabeza entre mis manos y lo arrastro hacia el inicio de la escalera, estampando su cráneo en el filo de esta. Puedo escuchar el “crac” de su cabeza al romperse y es como música para mis oídos. La sangre no tarda en extenderse hasta manchar mis leggins. Me apresuro en levantarme y corro escaleras arriba para alcanzar a los demás.

Paso entre cadáveres, la mayoría son de soldados y unos cuantos de los polacos que nos acompañaron.

No sé cuánto he subido, pero me detengo en uno de los descansos al escuchar murmullos. Tomo la primera arma que veo y no dudo en cruzar la puerta, encontrándome a mi familia junto a los matones.

Están de espaldas, logro escuchar con claridad como alguien solloza y los aparto con brusquedad hasta encontrar a Deneb arrodillado sobre el mugroso suelo, abrazando una prenda sin dejar de llorar.

El uniforme de Adhara.

Está todo. La falda de a cuadros, la camisa, el chalequito, su mochila, todo. La tenían aquí, y el que no lleve su uniforme es una muy mala señal.

Papá tiene los ojos inyectados en sangre por la ira y aprieta tanto la mandíbula, que creo escuchar el castañeo de sus dientes.

—Hay que encontrarla, ¡Ya! —vocifera antes de salir de la oscura habitación.

Deimos y yo nos acercamos a Deneb para ayudarlo a levantarse. Su gemelo le ruega que se calme porque así de alterado no es de mucha ayuda. Observo como se quita las lágrimas con brusquedad y toma profundas respiraciones tratando de retener el llanto; afianza el agarre en la prenda, como si fuera un seguro que le garantiza que nuestra hermana está bien.

Seguimos subiendo por las escaleras de emergencia, con nuestras primas y el tío Daniel siguiéndonos detrás. No han aparecido más soldados, pero eso no quiere decir que hayamos matado a todos. Se enteraron de nuestro plan, por lo que ellos también deben tener el suyo y tenemos que estar listos para lo que sea.

Llegamos al último piso. Las enormes puertas dobles de metal, son la única entrada visible y no dudamos en cruzarlas, adentrándonos en lo que al parecer fue una sala de juntas.



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En el texto hay: romance, accion, accion drama

Editado: 12.06.2021

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