Los Sallow [sangre Oscura #1]

Epílogo.

Epílogo.

 

[23 de abril del 2016, sábado]

*Narrador omnisciente*

El amor.

Resultan bastante curiosas las formas en las que podemos encontrarlo. Ya sea una acción, una caricia, o un sentimiento, que está allí, latente. Como una llama viva que se extiende por el bosque y arrasa con todo a su paso, pero cuando se extingue, solo quedan cenizas de lo que alguna vez se creyó que duraría para siempre.

Como Alhena, por ejemplo. Quien ahora se encuentra en su antigua habitación, llorando desconsoladamente sobre el hombro de su madre al haber recibido la traición por parte del hombre con quien creía pasar el resto de su vida. Lo amaba tanto que ni siquiera fue capaz de ver cómo su “esposo” la engañaba bajo su propio techo.

Y aunque lo asesinó, se aferró a su cadáver esperando que resucitara y le dijese que nunca sería capaz de hacerle algo así. Mas no pasó.

Solo miren a Deneb, el más osado de la familia que ahora se encuentra dando vueltas en su habitación, buscando las palabras correctas para disculparse con Adhara. Desde que la menor de los Sallow recobró la conciencia, no ha tenido el valor suficiente para verla. Se siente miserable, y sobre todo culpable al provocarle tanto sufrimiento. Todo por un maldito error.

Porque a pesar de las peleas y los berrinches, ama a su hermana. Es la niña de sus ojos, así como la de Darcy y Deimos, pero se condena a una silenciosa agonía por haberle fallado.

También encontramos amor en el pequeño mundo de Deimos. Uno lleno de miseria y dolor, donde lo único que lo mantiene vivo es un instrumento: el piano.

Podrá sonar materialista, pero al entonarlo consigue aquella anhelada paz que le fue arrebatada hace cuatro años. Cuando desplaza los dedos sobre las teclas, la melodía que se produce toma el control de sus sentidos y al cerrar los ojos, la ve a ella. A su musa. Pero al abrirlos la realidad lo golpea porque no está allí, sus restos yacen dentro de un ataúd enterrado en el patio de su casa.

Dicen que no hay amor más puro que el de un padre hacia sus hijos y Darcy no es la excepción. Sostiene la mano de su última hija con fuerza, mientras ella le narra entre llantos, cómo fue brutalmente violada por cinco hombres los días que estuvo en cautiverio.

Cada palabra desgarra su alma. Dañaron a su niña, a su estrellita. Y desearía tener el superpoder de volver el tiempo atrás, para protegerla como se debía.

Los que creían que “amor” y “Alya” no podían ir en una misma frase estaban muy equivocados. La rubia que ha luchado contra viento y marea para defender a los suyos, pero que no logró mantener al hombre que quería a su lado.

Ahora se encuentra hablándole animadamente a la lápida de Jade, evocando las risas de su mejor amiga y aguantando las ganas de echarse a llorar.

—Me puse al día con las tareas de la universidad y… Adhara se está recuperando. Es fuerte, sé que va a superar esto —se queda callada detallando el nombre de su mejor amiga tallado en la piedra—. Que irónico, ¿no? Ahora soy yo la que no deja de hablar y tú…

El nudo que se forma en su garganta no la deja continuar. Aún no es capaz de asimilar su partida y aunque haya vengado su muerte, eso no la va a traer de vuelta.

>>Te extraño loca parlanchina —musita antes de limpiarse la traviesa lágrima que se le escapa.

Revisa la hora en su teléfono por décima vez, aún falta media hora para que den las doce. Hora en la que sale el avión de Jonathan.

Sí, ojos azules decidió volver de Los Ángeles luego de ser liberado por los Sallow. La rubia lo sabía porque el centinela del muchacho se los había comunicado la semana pasada. Brian también viajaría con él, su deber era seguirlo hasta el fin del mundo y así lo haría.

Alya tiene un gran conflicto interno sobre si presentarse en el aeropuerto o no. Aunque Jonathan no le ha pedido que vaya, ella quiere verlo por última vez.

Termina por levantarse del suelo rocoso, esperando haber tomado una buena decisión.

—Al aeropuerto —le pide al taxista quien no tarda en poner el pequeño auto en marcha.

Está nerviosa. Aunque su plan es verlo desde la lejanía, teme que la descubra y entonces crea que lo está acosando. No quiere espantarlo más.

Al llegar, duda por unos instantes sobre si está haciendo lo correcto, pero nunca ha sido alguien que se arrepienta de sus decisiones por lo que termina ingresando al establecimiento y comienza a buscarlo con la mirada.

Solo ve a un montón de turistas y gente conocida, no hay rastro de sus ojos azules.

Llegué tarde.

Piensa la rubia. Está por irse, pero cuando voltea, choca estrepitosamente con Jonathan y este deja caer las valijas que sostiene a cada lado.

—Inútil, ¿Qué no ves por donde caminas? —espeta Alya sin percatarse a quién le reclama y cuando lo hace, sus mejillas se sonrojan por la vergüenza.

—Tan amable como siempre —masculla el susodicho antes de agacharse para levantar sus maletas.

Al incorporarse, la rubia da un paso atrás poniendo distancia y así no incomodarlo. Ambos se sumen en silencio asfixiante, esperando a que el otro tome la palabra.

—Te vas… —susurra Alya señalando lo obvio.

—Sí —Jonathan se rasca la nuca pensando qué decir—. No sabía que vendrías a despedirte, me hubieras avisado.

Alya se queda callada sin saber qué responder a eso. El muchacho aprovecha para sacar un papel doblado de uno de los bolsillos de su pantalón, teniéndolo hacia la rubia que lo toma un tanto dudosa.

>>Lo hice el otro día, pero creo que deberías quedártelo —Alya descubre el contenido de la hoja, encontrándose con un dibujo que le saca una sonrisa.

Es ella. Está hecho a lápiz carboncillo, con la diferencia de que hay pequeñas manchas de color rojo a un costado de su rostro, simulando la sangre salpicada y esa sonrisa macabra que solo aparece cuando acaba con la vida de alguien.



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En el texto hay: romance, accion, accion drama

Editado: 12.06.2021

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