Los Samaritanos de Satán

Los Ritos: V. Ofrenda

                                                                           V

                                                                      Ofrenda

Después de tan horrorosa escena y de que se apagaran las llamas de las cuales ni humo ha quedado— ¡Algo que es de putos locos! —un el olor a carne humana asada ha impregnado el lugar e inmediatamente ha sonado una puerta metálica y son los estruendosos pasos que me alertan, luego veo a unas veinte figuras con túnicas moradas de detalles sombrío, cuatro de las figuras traen a otras cuatro personas en sus hombros y otras transportan a dos personas más para un total de seis, los trasladan con las cara tapadas por pasamontañas que son todos de color negro y al parecer están inconscientes.

Dejan los cuerpos inmóviles en el piso y vuelven a salir pero ahora solo cuatro de ellos, para luego traer seis sillas. Y al instante entre dos amarrar a cada persona en una. Después los acomodaron para que dar tres de mi lado y tres enfrente de mí. Allí la figura que en la ejecución de Johanna proclamaba cánticos vino hacía mí.

— ¡Solo has silencio y no intentes emitir sonido alguno!— Dijo, su voz ecualizada y atemorizante me congeló y evite decir palabra alguna aunque no estuviera amordazado.

Primero procedieron a quitarle el pasamontañas a la persona que estaba enfrente del lado derecho. Era una la una de las señoras que había visto en el funeral de la hija del alcalde, igualmente la personas de enfrente que estaban en el medio y al lado izquierdo, aunque no lo conozco siento pena por ellos, las sombrías lágrimas se adueñan de mi cara como las gotas lluvia se adueñan de las calles en un día nublado.

Luego uno de los de vestimenta morado giro mi silla dejando como frente a las personas que estaban en mi hilera y todas están al lado izquierdo. Primero le quitaron el pasamontañas a la persona más lejana a donde yo estaba y era Margarita de Laurent la esposa del alcalde, quise gritar pero contuve mis ganas. Seguidamente procedieron a quitársela a la del medio, mi sorpresa, angustia, rabia y tristeza se juntaron volviéndose un solo sentimiento al ver que era Bernie mi padre allí inconsciente e indefenso igual que todos los demás.

Y por último la persona más cercana a en posición y en la vida real a mí ser Annel Seleni mi madre.

Mis ojos se aguaron, la desesperación entro en mí, me comencé a mover como loco intentando zafarme y una figura que se me hace conocida se acerca y me abofetea tan fuerte que dejo de moverme por unos segundos y me mareo.

Luego se quita la máscara que tiene puesta y me enseña su rostro, es el detective Fernández quien refleja una mueca psicodélica para después reír toscamente y aplaudir como un enfermo. Intento levantarme aplicando todas mis fuerzas, para poder darle un golpe y él solo sigue ahí riendo.

— ¡Maldito sabía que estabas atrás de esto! —Grite con todas mis fuerzas, él alzo la pierna y me dio una patada en el pecho tumbándome, dejándome sin aires por unos minutos y aumentando el dolor en mi pulverizado cuerpo. Enseguida volvió a levantarme.

—Aún no se ha acabado —, murmuro en mi oído—, Ya puede traerlo —, gritó y luego de eso cuatro de las figuras con túnicas moradas salieron y al regresar dos traían un ataúd y los otros dos a Fareli y alcalde Laurent en los hombros de cada uno. Diego sin ningún tipo accesorio que tape su cara y con sangre en las costillas.

Enseguida colocaron el ataúd en medio de todos nosotros; al inconsciente Fareli en la hilera de enfrente y a Diego amarrado a un lado de donde estaban ellos parados.

Proceden a despertar a cada uno casi todos menos al señor Laurent a quien dejaron todavía en estado de inconsciencia. Vertieron agua en los cuerpos de todos los demás quienes despertaron confundidos, confusión misma que se volvió miedo al verse las caras y ver a las figuras con tan extraña vestimenta detrás de ellos.

— ¡Suéltennos! ¡Va a llegar la policía y los van a descubrir! —Grita con voz temblorosa la mujer que al parecer tenía más edad. Las risas no se hicieron esperar y de forma unísona todos los secuestradores rieron, haciendo del lugar se llenara del sonido psicodélico y horroroso que estas emitían.

Resonaban haciendo que la duración de estas fuera de segundos a minutos, alterando cada vez más a cada uno de los secuestrados incluyéndome, mientras tanto el alcalde parecía estar dormido aun.

—Mamá, Jesse, Elias, están a salvo gracias a Dios —. Dijo Margarita la esposa del alcalde después de tantos minutos, como si no se hubiera dado cuenta de que estaba secuestrada. Fareli solo lloraba en silencio.

Y como si fuera algún tipo de efecto domino o reacción en cadena Bernie y mi madre de manera seguida repitieron las siguientes palabras.

— ¡Hijo estas bien, gracias a Dios! —Estaba atónito por lo cual no respondí, parecía que venían de algún tipo de trance pues aunque físicamente se podían observar conscientes, mentalmente o al menos con lo que decían no. Y aunque las risas aun sonaban se podía escuchar cada palabra con claridad.

Las risas pararon, las caras de los otros secuestrados seguían reflejando el miedo, el ataúd seguía allí en medio de nosotros y Laurent por fin abriría los ojos.

Parecía tratar de asimilar todo y cuando a mi entender miró todo y a todos con detalle no mostró miedo en su rosto si no una serenidad que no era fingida, no temblaba como Bernie, ni lloraba como Margarita o Fareli, estaba allí pegado a la pared observando con tranquilidad su alrededor a pesar de estar herido y en este espantoso sitio. Al parecer el silencio que predominaba en el lugar se le hacía cálido.

La figura que desde que me trajeron aquí ha comandado todo se colocó en medio, hizo una reverencia al parecer al féretro y todos los demás comenzaron a glorificar con horrorosas palabras, en lo que comprendí que eran del idioma extinguido latín.




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