— ¡Es increíble!— Cleo miraba la pintura con mucha atención, viéndola desde distintos ángulos y tomándole algunas fotos pero al instante las borraba para tomar nuevas— ¡No pensé que cambiaría tanto con esta restauración! ¡Me encanta!
— ¡Toda la razón, mi señora!— Dijo Leonardo mostrándose tan emocionado como su compañera— ¡Estos trazos son sublimes, increíble, necesito replicarlos pronto o me volveré loco!
—El arte es increíblemente inspirador— Aseguro Tesla.
—Es un cuadro curioso— Dijo Artemisa, inclinando su rostro con visible interés— ¿Es el cielo nocturno?
—Parece…— Ceres asintió, frunciendo los labios, pensativa.
—No es un cielo oscuro— Cleo negó con la cabeza— Al menos no en teoría… Resulta que el pintor lo soñó, así que solo es una pesadilla donde los demonios salen desde abajo rodeados de estas auras oscuras.
—No pinto el desastre, non hay demonios, más bien pinto esa capa de oscuridad que los rodeaba— Afirmo Dafne recordando la historia.
— ¿Demonios? Es una locura— Afirmo Ceres.
—Me siento feliz— Cleo dejo caer sus hombros con una mueca complacida— Podemos irnos, ahora si ya me dio hambre además de que el estómago de Ceres no me ha dejado concentrarme de verdad.
— ¡No suena tanto!— Grito la chica, sonrojada.
Los chicos se fueron directo al restaurante de Artemisa, desde la zona menos llamativa pero aun así, la gente ahí saludaba con amabilidad e incluso algunas personas le dieron frutas y panes.
—Lo siento— Artemisa se disculpó por eso.
—No te disculpes, nos dieron comida— Ceres ya se estaba comiendo una pera con permiso de Artemisa.
La chica entro en su pequeño local— Ya vine, mamá.
—Bienvenidas— La mujer saludo a las tres chicas— Me alegra mucho verte de nuevo, señorita Bianchi.
—No es necesario llamarme así— Dijo Ceres levantando sus manos con el bocado de pera en su boca.
— ¿Necesitas ayuda con algo?— Ofreció Artemisa dispuesta a entrar a la cocina.
—No, no, ya había preparado todo— Le tranquilizo la mujer y la empujo contra las chicas— Vayan a sentarse y no se corten si algo no les gusta, díganme ¿Si? Seguro no están acostumbradas a estas… cosas.
—Este lugar es increíble, no se preocupe— Dijo Ceres asintiendo y yéndose a sentar.
—Solo viniste una vez ¿Por qué te sientes tan familiar?— Cleo levanto una ceja en su dirección.
—No lo sé, es muy fácil sentirse bienvenido acá.
—Gracias— Artemisa se vía un poco roja.
Las tres pidieron comida y comenzaron a platicar de sus gustos pero antes de que me diera cuenta ya estábamos hablando de los poderes mágicos y el cómo Ceres sabía lo que sabía.
—Lo descubrí solo así— Ceres se encogió de hombros. Una explicación sublime, a mí se me ocurrió— Me quedaba mucho tiempo sola en casa por lo que tenía tiempo para doblegar a mí ser mágico de muchas formas. Al final me di cuenta de que es mejor que sean tus compañeros a tus esclavos, trabajar en equipo y eso ¡Es como la historia del zorro demoniaco de nueve colas!
Las tres intercambiaron miradas confundidas.
— ¿Zorro demoniaco? ¿Te pegaste muy fuerte?— Cleo le miro inclinando su rostro.
— ¡Lo siento!— Artemisa se disculpó, mostrándose muy avergonzada.
—Ah, no me pegue para nada, como sea lo siento, es una historia que… No importa ¡Sigamos comiendo!— Ceres no se detuvo ni un segundo.
En general fue una tarde productiva.
—No es necesario, chicas— La mujer nos detuvo cuando estamos por pagar— Es como si Artemisa trajeras amigas, no puedo dejarlas pagar, considérenlo un regalo de mi parte, por ser su amiga.
—Pero es su trabajo— Dijo Ceres insistiendo.
—Véanlo como una muestra para que regresen más a menudo y la próxima vez tendrán que pagar los platos más ricos y caros ¿Qué les parece?— La mujer les guiño un ojo y luego miro a su hija— Pórtate bien ¿Si?
—Sí, mamá— Ceres se despidió con un largo abrazo.
—Gracias por venir, seguro fue difícil— Artemisa se disculpó hacia las chicas.
— ¿De qué hablas? ¡Estuvo delicioso!— Cleo se cruzó de brazos con una leve sonrisa— De hecho me siento muy llena, creo que comí demasiados panquecitos pero es que estaban increíbles.
—Lo sé, y cuando los hace Artemisa, son mejores— Afirmo Ceres, sobando su panza.
— ¿De verdad?— Artemisa se sonrojo un poco y se quedó mirándola.
—Si— Ceres le sonrió suavemente.
—Más lento, amiga mía— Cleo le golpeo el costado a Ceres, algo que confundió a mi señora quien se giró mirándola extraño. Yo habría hecho el mismo comentario si no me hubiera ganado.
Ceres perdió interés en el comentario al instante cuando comenzaron a hablar de otra cosa.
Comenzaron su caminar de regreso a la academia, más bien hacia las carrozas especiales que trabajaban para la escuela y que las llevarían de regreso.