Ahora entendía un poco más su situación pero solo me dejaba más cosas en que pensar como por ejemplo ¿Qué mierda era esa sombra humanoide que describió? ¿Un ser mágico? ¿Un humano? Imposible… No, no es imposible pero… No podía preocuparme por esas cosas ahora.
—Y por eso me alegre de verlas— Egan miro a las dos chicas quienes se sorprendieron por ese comentario— Ustedes hablan con sus seres mágicos como si fueran amigos y eso es bueno, eso creo yo, al menos…
—Gracias, creo… Debió ser duro— Ceres se rasco la nuca con una mueca incomoda— De verdad no debiste contarnos si no te sentías listo o si era muy personal...
—Sí, yo… No sé si debía escuchar— Artemisa término apartando la vista, levantando sus manos.
—Nunca me ha molestado contar la historia, bueno, al principio pero ahora, pese a que me sigue doliendo, creo que es mejor sacarlo. A veces me sirve mucho como desahogo— Admitió el chico limpiado algunas lágrimas discretas que solo provocaron que las chicas apartaran la vista— Me ayuda a recordar que estoy vivo gracias a él.
Ceres apretó su hombro de forma reconfortante— Lo entiendo, gracias de verdad por confiar en nosotras.
Artemisa también le dio ánimos pasándole su pañuelo para que limpiara sus lágrimas.
—Está bien sentirse celoso— Dije mirando a Lubu quien estaba haciendo un puchero.
— ¿Celoso? ¡Claro que no!— Lubu negó con la cabeza mientras apartaba la vista— Ahora yo soy su compañero ¿Por qué habría de sentirme celoso? A mí también me quiere mucho así que…
—Que adorable— Dijo Zeus.
— ¡Yo no soy adorable!— Grito Lubu, golpeando los cascos de sus pezuñas con enojo.
Me quede pensando unos segundos aunque pudo ser más.
— ¿Estás bien?— Preguntó Zeus, acercándose a mí.
—Sí, estoy bien— Le dije quitándole importancia con la mano— Solo pensaba un poco en toda esa historia… Ese monstruo humanoide me pone de los nervios, la verdad porque, bueno, estaba en este bosque ¿No?
—Quizá se fue— Zeus se encogió de hombros— Tampoco sabemos de otros casos pero no parece algo que le preocupe a la escuela a la larga así que...
Yo no creía en los casos aislados.
—Es verdad pero tampoco podemos asegurar que no los hayan encubierto— Dije pensando un poco, dando una vuelta en el aire para concentrarme mejor o quizá solo para que los otros se distrajeran— Como sea, podrían suicidarnos por saber mucho así que dejemos el tema por ahora.
— ¿Suicidarnos? Pero no el suicidio es…
—Olvídalo, olvídalo— Le dije soltando un largo suspiro. Nadie comprendía mi comedia en ese mundo.
Tras aquello los chicos decidieron que mejor si querían ayudar a las cocineras y pese a que no tocaron las cacerolas de comida, se encargaron de cortar algunos vegetales y de organizar ingredientes para el resto de los días. Aun así, Cleo les echaba el ojo de vez en cuando.
— ¿Cuál es la diferencia?— Dijo Ceres tomando algunas ramitas del suelo para luego apretarlas. Nos había tocado ir a buscar ramas para la fogata— ¡Todas son ramas! ¡Todas sirven para la fogata! ¡¿No?!
—No, mi señora, muchas tienen musgo, esas no sirven para prender una fogata— Le dije negando con la cabeza.
—Estaba pensando como antes todo esto me habría parecido una lata muy sucia pero desde que te conozco, supongo que ha aprendido a soportarlo— Dijo encogiéndose de hombros— No sé si has sido realmente una buena influencia.
—Claro que si— Dije frunciendo los labios, mirándola de reojo— Si todavía fueras aquella chica, esta excursión sería una molestia enorme y serías un fastidio pero mírate, estas hasta tocando con tu mano el nido de unas hormigas rojas.
Cuando dije eso, ella se apartó bruscamente y se sacudió la mano varias veces pues tenía un par de ellas ya sobre ella— ¡Quítamelas! ¡Estas muerden!
—Lo que diga…
Entonces escuche algo cerca, por lo que me puse en guardia, algo que Ceres noto enseguida, poniéndose de pie de un salto y acercándose a mí— ¿Es un monstruo?
—Lo más probable aunque podrían ser dos o más pero…
— ¿Pero?— Me miro de reojo.
—No, es uno— Dije apuntando hacia uno de los costados desde donde una hormiga gigante apareció, con los ojos negros profundos, un exoesqueleto rojo y unas enormes pinzas que se movían y hacían horribles ruidos horrendos. Era del tamaño de un oso, uno de verdad, no del tamaño de Zeus.
— ¿Es la reina del nido que aplaste?
—Imposible, no crecen tanto— Negué con la cabeza— Es un Myrmeke.
— ¿Un mimi que?— Ella abrió los ojos tras unos segundos y se mostró horrorizada— ¿Pero no esos son solo cofres?
—Esos son Mimics, hablo de Myrmekes, literalmente hormiga— Dije ¿Pero a quien le estaba explicando? A la chica que confunde a los cofres con boca con hormigas del tamaño de osos y que claramente no sabía griego.
—Sí, una hormiga gigante, genial, ya entendí ¿Se puede matar?
—Será más difícil que aplastarla con el pie o pasarle una lupa por encima pero si…