Los secretos de La Colmena

Fuego en la Habitación


 


29 de junio 2022

El frío del invierno lo siento en mis huesos, gracias a las atenciones de Solei lo dolores se han ido, pero mi ira domina mi ser, por lo que estoy inquieto en mi habitación.

¿Cómo no vi venir ninguna de sus jugadas?

Golpeo de un puñetazo el escritorio, y cuando mis ojos dan al traje Armani que dejaron sobre mi cama, vuelvo al golpear la pared.

Nunca quise seguir la etiqueta de La Colmena, por motivos obvios, no me veo en esos trajes acartonados, más cuando soy habitué de ron y el cigarro, sería realmente caro reponer un traje luego de cada noche de borrachera.

Sin embargo, la muerte de Elsa no sólo me exige un cambio por obligación, me lo exige por Honor .

Voy al baño, quito la toalla que rodea mi cintura y me meto a la tina recién cargada, mis músculos automáticamente se relajan, la respiración se hace más calma y mi mente deja de hacerse lio.

Mañana me nombrar rector de La Colmena, y no es un puesto que anhelara, sin embargo, fue una promesa y apuesta con mi amiga.

Sé que Elsa presentía su muerte, o de otra manera jamás me habría mencionado sobre mi ascenso.

Se supone que yo llegaría a este cargo recién cuando ella cumpliera sus años de servicio y se dedicara netamente al consejo.  Pero las circunstancias son adversas y la oscuridad me empuja a tomar un cargo demasiado importante en medio de mi inestabilidad.

Meto mi cabeza bajo el agua, para así intentar despejar la mente, pero los recuerdos de Carina y Mirena no me dejan en paz.

Eso, sin mencionar que ahora me preocupa un montón Luriel e Iracema, son más poderosos, pero eso también implica más exposición.

Debo comenzar con urgencia a reforzar los controles de La Colmena, y tomar medidas extremas, por que ya no estamos en posición de perder soldados.

Apenas anoche, llegó otro reporte, y estoy cansado de que nos cacen, lo peor de todo, es que cada vez somos menos.

Salgo del agua y respiro con premura, <<Mierda, no me hagas dejar el tabaco, por favor cuerpo>>

Mi reloj me da la advertencia de que el ritmo cardíaco ha subido, no debi esforzarme tanto.

<<¿Qué hago para dejar de pensar?>> paso mis manos sobre mis cabellos, mientras salgo por completo de la tina, tomo de nuevo la toalla, la enrollo sobre la cintura, me acerco al espejo enmarcado con oro y plata y admiro la figura demacrada que refleja mi ser. 
 

El tatuaje del segundo se ve claro en mi pecho, a lado de una horrible cicatriz y cada que la veo solo recuerdo el día en que perdí a Mirena, luego a mis padres. Cierro los ojos fuerza, pidiendo a mi mente que deje de sobre pensar, por que la presión sobre mis mandíbulas ya están afectado mi equilibrio y el oído interno. Odio que el estrés y la ansiedad me ganen.

Me acerco a la mesa de mármol y la maquina de afeitar.

<<Debes verte presentable, ¡Por Dios Orkias! ¿Debo esperar a mi funeral para verte de traje y afeitado?>>

Ni a su funeral fui afeitado.

—Al menos fui en traje Elsa —digo mientras paso la maquina en mi rostro para en marcar la barba crecida.

Vuelvo a lavar mi rostro, esta vez para retirar lo pelos que quedan pegados a mi.

Miro mi pecho, para darme cuenta que deberé volver al agua para quitármelos, pero esta vez opto por la ducha antes que la tina, la cual ya vacío antes de meterme bajo el agua.

El sonido del termocalefon invade la habitación, pero no por ellos dejo de escuchar que alguien irrumpe en el cuarto principal, así que cierro la regadera y vuelvo a ponerme la toalla, salgo sin vestirme, con la actitud a la defensiva preparado para atacar de ser necesario.

A punto de invocar un arma, veo a Solei acomodando el traje en el armario junto con una corbata negra que imagino ella trajo para completar el traje.

—¡Arikú! Te conseguí una corbata genial. —dice aún sin mirar tras ella, imagino que cree que continúo en el baño, pues el termocalefon sigue haciendo ruido.

—¿No te gusta la Amarilla que me dió Franco? —pregunto cruzandome los brazos mientras ella gira lento hacia mi, cuando sus ojos dan conmigo se lleva las manos a los ojos, convirtiendo la escena en un hecho gracioso, de pronto la tensión desapareció de mi.

—¡Orkias! ¿Por qué saliste así?

—Mi habitación... mis reglas ¿Por qué te tapas los ojos?, ya me viste desnudo.

—Verte desnudo como paciente en diferente a verte desnudo por que sí.

—No estoy desnudo Solei. Tengo una toalla.

—Vaya ropa...

—En todo caso ¿Qué haces aquí? ¿Viniste solo por la Corbata? ¡No seas niña y quítate las manos de lo ojos, Solei!

Digo riendo y ella obede, sus mejillas están rojas, y se ven tan hermosa como siempre. Su cabellera rubia bien. Peinada, sus labios rosas y el traje beige le sientan a la perfección... realmente, la perfecta es ella, da igual lo que se ponga.

—Venia a ver la herida de tu estomago y la de tu brazo... —Aclara su garganta y a penas me mira, mejor dicho, lucha por no mirarme.

—Bien. —Me acerco a la cama y me siento, cuando ella viene hasta mi.

—No hace falta que sea en tu cama, Orkias, puedes permanecer parado. Y si te puedes poner aunque sea ropa interior, seria genial.

La miro extrañado, siempre me piden recostarme cuando me van a revisar heridas de combate con magia. Levanto una ceja y puedo deducir que la reacción de Solei es porque la situación supera su profesionalidad.

—Solei, si no te sientes cómoda llamamos a otra persona que me revise las heridas.

—¿Por? —pregunta algo sorprendida.

—Creo que no quieres estar aquí, al menos, eso es lo que me trasmites.

Ella aprieta sus puños a la altura de su vientre, suelta el aire y desabotona su traje como de costumbre cuando va a proceder a sanar.

—Recuestate... —Ordena, y sabe dar ordenes esta mujer, es evidente. Obedezco por mi propio bien.

Comienza a pasar su mano sobre mi estómago, su tacto hace que mi piel se erice y ruego  los 7 que no cuerpo no reaccione.



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En el texto hay: amor, magia, guerra

Editado: 14.06.2021

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