—Todo está bien mi amor —asegura mamá acariciando mi cabello mientras mis ojos solo pueden dar hacia la ventana.
—Quiero ir junto a ellos —aseguro con algo de frialdad.
—Bebé, vamos a ir, pero no ahora, Orkias se va a encargar primero de dejar todo en orden y luego nos vamos en lo de tus abuelos ¿Sí? ¿No quieres dormir más? ¿Comer algo? ¿Descansar? ¿Qué llame a Iracema?
—No...
Nada, la verdad que no quería nada, solo me interesa hacer pagar a esos mata abejas por intentar meterse con mi familia.
De nuevo la caricia de mamá sobre mi cabeza, el contacto me tranquiliza un poco, pero no lo suficiente para olvidar que ya quiero salir.
—¿De verdad no quieres que llame a Iracema?
—No, debe estar entrenando, ya interrumpió su rutina hace rato, no quiero que lo vuelva a hacer.
—¿Quieres que te traiga algo de tu habitación?
A decir verdad, de eso si tengo ganas. Miro a mi madre, aprieto mis labios y pido con algo de vergüenza.
—¿Me traerias mi notebook? O la tableta, da igual, quiero escribir, capaz así se me pase la ansiedad.
—Ok, te lo traigo —mamá me da un beso en la frente, se pone de pié y se retira de la sala.
En el mismo instante en que la puerta se cierra, Jaguareté y Pora aparecen.
—¿Qué tienen para mi? —pregunto enfurecido y a regañadientes.
—Una desterrada y un mata abeja, pero no logramos identificarlo. —asegura Jaguareté —. Solo dejaron su aroma en el aire, y el cuerpo falso del chófer, por que al real, lo hicieron añicos, ya sabes cuál es su técnica, esa de que entran en los cuerpos ajenos.
—¡Mierda! —mascullo cuando pora se sienta en una de las butacas.
—Pero hay algo más —dice el duende mientras yo aprieto mi sabana entre los puños —. Creo que tu padre si iba en el auto.
—¿Cómo? —pregunto consternado.
—En el ambiente había rastros de un tipo de manifestación espiritual, no sé si una invocación, hechizo o algún espíritu, el punto es que los quito de ahí.
—Sospecho que es algún tipo de protección —Jaguareté expresa las palabras susurrando —. Si no me equivoco, alguien realizó una protección sobre los tuyos.
—Quizás tu abuela —Pora habla —. Siendo descendiente de una bruja como Evanora no me sorprendería.
—Pero eso es bueno ¿no? —pregunto desorientado.
—Sí, para los que estén protegidos, para los que no, acaban como el chófer.
Esas palabras me taladra la cabeza, porque significa que todo aquel que no tenga esa protección podría resultar herido.
—Estamos hablando como un rebote ¿no es así?
—Un espejo que refleja el ataque...
La puerta se abre, en lo que mis invitados se esfuman y mamá entra con la tableta en mano.
— No encontré tus otras cosas, y no quería meter mano en tu maleta, así que te traje la tableta.
—Gracias madre, con eso basta.
Ella me vuelve a dar un beso en la frente y queda en silencio viéndome, por un momento sentí que ya me dejaría solo, pero al verla soltar el aire retenido me doy cuenta que tiene palabras atoradas en su boca. Así que bajo la tableta y la miro fijo a los ojos.
—¿Madre?
—No quiero ser pesada hijo, en serio ya me iba, pero hay algo que te quiero decir. La verdad la idea era contarles el fin de semana, pero pasó lo de Thalia, luego La Colmena.
—¿Qué sucede madre?
Ella empieza a llorar y yo no comprendo, solo atino a tomarla en mis brazos entre que los sollozos se hacen más agudos, esto en verdad es muy extraño.
Intento calmarla acariciando su espalda, pero no consigo más que se acurruque en mi cuello e intente respirar para calmarse.
—¿Qué ocurre madre?
—No quería contártelo así, eso es todo, yo tenia pensado una cena —se separa de mi y se seca las lagrimas con un pañuelo que saca del bolsillo de su traje y acomoda sus mechones rubios tras la oreja —. En mi cabeza toso era perfecto, tú, Hisa, Thalia, el insencible de tu padre y Orkias, cenando, y yo dándoles esta noticia a mis hijos.
—Mamá... —Susurro cuando la vuelvo a ver llorar —. Solo dime, ¿te vas a casar con Orkias? —Pregunté riendo y acomodando su cabello. La verdad que tengo una madre muy bonita, ahora que la veo —. Si quieres mi bendición la tienes.
—No mi amor, bueno, aun no sé si me voy a casar. Ahora que lo dices, el muy cobarde no me lo ha pedido —sorbe y se seca las pequeñas lágrimas que siguen saliendo.
—Sí quieres le paso el mensaje —digo en tono de burla y ella ríe mientras niega.
—No, yo me encargo de hacerle saber que es un tonto por no pedirme casamiento... amor... lo diré de una vez, o esto se hará eterno, vas a tener dos hermanitos o hermanitas, aún no sé.
Ella pone un rostro de preocupación esperando a que yo diga algo, no le di el tiempo suficiente, por que ya la estaba abrazando de nuevo.
Estoy muy feliz, a decir verdad, primero, porque ella ama a Orkias y se nota eso en sus ojos, y segundo, voy a ser uno de los mayores, ya no seré el del medio, y puede parecer una tontería, pero siempre quise dejar de serlo y tener más hermanitos.
—¡Estoy muy feliz mami! Y lo bueno, es que Hisa también sabrá lo que es ser hermana mayor.
—Sí, eso parece bebé.
—¡Espera! ¿Dijiste dos? Son mellizos? ¿Gemelos?
—Mellizos... —contesta aún congestionada por el llanto
—¡Wow! Aunque no lo creas me emociona saber que tendré hermanos mellizos, espero que sean idénticos, ya se me ocurren un par de bromas para jugárselas al Orko.
—Luriel... —Mamá ríe por mi ocurrencia, pero solo digo la verdad, quiero hacerle las bromas al Orko.
—¿Thalia e Hisa ya lo saben? —pregunto con emoción.
—Solo Thalia... a quien por cierto debo llamar para saber cómo está.
La puerta de mi habitación se abre, y ambos miramos en esa dirección, el rostro de Iracema está pintado de rojo por la vergüenza. Hace un gesto pidiendo disculpas pero antes de que de retire, Mamá se pone de pie.
—Ira, no te vayas —pide ella con tono suave —. Yo me estoy por ir, debo preparar nuestras cosas para la salida.