Los secretos de La Colmena

Mentira

—¿Qué te pasa? —pregunto a la rubia que está llorando en el patio, ella se tomaba de la rodilla mientras veía a la otra marcada hacer sus tareas.
 


 

—Me torcí el tobillo —Monica parece avergonzada, y suelo ser muy caballeroso, en verdad lo intento, pero con ella me cuesta, y no sé por qué.
 


 

—Bien, te ayudo —digo a regaña dientes y me arrodillo delante de ella. 
 


 

Toco el tobillo, y la zona está completamente inflamada. 
 


 

En ese momento. Veo a Zunú acercarse a los dos. Los ojos del chico tiene ojeras y se ven rojos, como  irritados. 
 


 

—¿Estás bien Monica? —pregunta sorbiendo y yo lo miro sorprendido ¿Qué le habrá pasado?
 


 

—Sí profesor —responde la chica.
 


 

—Hay que llevarla a enfermería. ¿Te importa hacerlo Juanjo? Es que sin Orkias, Solei y Luriel...
 


 

—Tranquilo —Informo a Zunú mientras ayudo a la chica a ponerse de pie y apoyarse en mi hombro —. Vamos, te acompaño.
 


 

Zunú regresa al campo de entrenamiento, mientras escucho los destellos de los golpes de Ira y Jose en práctica. 
 


 

—Lo siento, yo debía entrar contigo en la siguiente ronda. Pero soy algo inútil aún. Una inútil con la marca del 7mo.
 


 

Bordeo los ojos, porque me exaspera un poco. 
 


 

—Deberias dejar de llamarte inútil y así vas a comenzar a mejorar. Alguna razón habrá tenido el 7mo.
 


 

—Solo digo la verdad —reitera y mira hacia atrás —. Mi compañera puede seguir el ritmo de Iracema, y yo no puedo ni igualar los ataques lentos. Estoy en el mismo punto que hace un mes. 
 


 

—Pues practica doble... —explico a la chica. 
 


 

—Mmm ¿Crees que no lo hago?
 


 

—Quizás no es lo suficiente. 
 


 

Ella arruga la frente cuando ambos entramos a la sala, me observa con curiosidad y al cabo de unos minutos suelta las palabras que me caen como plomo. 
 


 

—No Pensé que fuera cierto lo que los estudiantes dicen de ustedes. Son unos engreídos, pensando que se la saben todas solo por...
 


 

—¿Por qué soy amigo del Cario? —pregunto abriendo la puerta de la enfermería, en donde aún no hay nadie. 
 


 

Siento a la chica en la camilla y me acerco al timbre para llamar a la enfermera. 
 


 

—Sabes Monica, sí, soy engreído. Pero porque me desvelé noches enteras estudiando, porque entreno a las 5;00 de la mañana, antes que el resto, y duermo a las 23:00 después que todos, porque entreno.
 


 

>>El Cario es mi mejor amigo, y puede que quite ventaja de ello, seria un tonto si no. Pero mi amigo me da espacio, me da libertad, y me da confianza. 
 


 

>>Mi amigo, dedica sus mañanas en enseñarme una técnica nueva, sus tardes en correr una vuelta conmigo, y lo hace con gusto. 
 


 

>>No tenemos tiempo para el resto. Porque nos dedicamos a mejorar, mis amigos y yo, somos presumidos, engreídos y odiosos, pero somos leales los unos a los otros, y somos fuertes porque no nos tenemos lastima. 
 


 

>>Somos los mejores porque entrenamos horas y horas, y no lloramos cuando algo no nos sale. 
 


 

>>Te torciste el tobillo. Eso va a sanar, te cortaste, eso va a sanar. Te hiciste un moretón... eso va a sanar. Pero si alguien muere delante de ti, por no haber hecho los suficiente, créeme, tu corazón no se curará nunca. 
 


 

>>Deja de llamarte inútil. Y busca la solución para no serlo. El doble, el triple el cuádruple, si es necesario, este mundo no nos da tiempo para los lamentos.
 


 

Volví Volví apretar el timbre, y cuando la joven de enfermería llegó, salí de la habitación. 
 


 

Ahora tengo en la cabeza los ojos llorosos de Mónica. Pero vamos, en serio no hay tiempo para victimizarnos, y ella lo debe saber ya. 
 


 

Camino por el pasillo en dirección de nuevo hacia el patio, cuando choco contra Cenit, ella intenta disculparse, pero las palabras no le salen, las lágrimas le brotan en los ojos, y eso, sí es nuevo. 
 


 

—Perdón Del Valle, perdón —me dice y se va. Sea lo que sea debió ser algo grave. 
 


 

Veo a la chica irse en dirección al cuarto de profesores, iba a seguirla, pero al ver que Arand va junto a ella, supongo que él se va a encargar. 
 


 

Regreso al patio. Y vuelvo a ver a Iracema luchando contra Josefina, Katú, Vega, Aline y Gustavo, la otra chica, también cayó al suelo, y Zunú la separo del campo de entrenamiento. 
 


 

Se supone que debo entrar ahora yo. Pero Zunú esta en otro mundo, y no quiero interrumpir, así que solo espero. 
 


 

Mi bolsillo comienza a vibrar, y reconozco el patrón es de Luriel, deslizo me dedo y atiendo la llamada. 
 


 

—Perro...
 


 

—No se acercó.
 


 

—¡Dios! ¡Qué intensidad señor cario! Alguien necesita una dosis de té de tilo. 
 


 

—Juanjo, te juro que mi cabeza no para... solo responde. 
 


 

Ese tono de voz, la rapidez con la que habla, me recuerda a los primeros meses luego de la batalla, Luriel no podía concentrarse, las ojeras recurrentes y los ataques de ansiedad en el baño. 
 


 

Cada segundo se vuelve más concreto en mi cabeza, y se que esto está mal. 
 


 

—Luriel, ¿Dónde estás? 
 


 

—En el patio de mis abuelos...
 


 

—Respira... te escucho agitado. 
 


 



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En el texto hay: amor, magia, guerra

Editado: 14.06.2021

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