Los secretos de La Colmena

Oscuridad


 


—¡Hey! No te esperábamos esta noche por aquí —Gustavo me da una palmada en la espalda.

—No debía volver, pero pasaron cosas —respondo cuando veo que Orkias se lleva a la chica por las escaleras.

Esta me brinda una risita burlona, presiento que algo más trama.

—¿Y ella? —pregunta mi amigo mientras se lleva las manos a los bolsillos.

—Larga historia, te lo cuento luego, por el momento dime ¿Ya llevaron la ofrenda al señor de la noche?

—Sí ¿Y tú?

—Lo acabo de hacer... —No puedo despegar los ojos del par que sube las escaleras, algo en esa chica me llama, siento como si provocara enojo en mi interior, como si encendiera Ira contenida que no sabía que tenía.

—¿Qué vas a hacer? Quedamos con Juanjo en ir a dar una vuelta antes de dormir.

—Me gustaría acompañarlos, pero nos metimos en una misión.

—¿A estas horas?

—Sí, y no me vas a creer la gran suerte que tengo, vendrán Gerado, Katú y Yara...

—Estás salado amigo, la verdad. Pero bueno, espero que te sea leve, ya voy junto a Juanjo, nos avisas cualquier cosa.

—Dale perro.

Mi amigo va por el pasillo hasta los jardines, yo sin embargo quedo con la duda en la garganta atascada, podría ir a buscar a Iracema o prepara mis cosas para el viaje al bosque, pero la verdad es que solo podía pensar en que necesito saber qué tiene esa chica que me inquieta tanto.

Veo a Orkias bajar las escaleras con premura, casi en una corrida, camina hacia mi y coloca una mano en mi hombro cuando llega.

—Voy a buscar a Cenit y a Arand para que se encargan de la custodia de la chica. ¿Tú ya tienes lo que necesitas?

—Ni siquiera he ido a la habitación —Contesto sinceramente —: pero quiero pedirte un favor... ¿Puedo hablar con ella?

Orkias levanta una ceja y se cruza de brazos, ese es su gesto para estudiarme bien que lo conozco.

—¿No me digas que has vuelto a tu hábito de hacer listas de musas?

—Orkias...

—Solo pregunto, eres experto en cuanto a enamorarse sin razón alguna se refiere. Aunque admito que he hecho un buen trabajo haciendo que tú e Iracema concreten lo suyo.

—Tú solo nos ponías en el mismo lugar, no hiciste nada.

—Según mi perspectiva lo hice todo, mocoso... en fin ¿para qué la quieres ver?

—Tengo una necesidad, aquí, en mi cabeza... su sonrisa... su mirada, siento que trama algo...

—Igual yo... —admite mordiendo el interior de su mejilla —. A Demás he escuchado tanto de la Cazadora, que me sorprende que sea tan joven, quizás sea una impostora... o el relevo de la antigua, no he podido sacar información, pero quizás tú puedas.

>>Pasa tu mano, Luriel —obedezco, en lo que él la envuelve en las suyas —. Reñangareko ko mitã.

Cuando Orkias termina de decir la oración en el dorso de mano aparece un pequeño tatuaje de ñanduti.

—Te va a proteger de cualquier tipo de conjuro o invocación, si sientes peligro, sal de esa sala.

—Bien... gracias Orki.

—No hay de qué niño, voy a buscar a mis soldados, los debo entrenar, este castillo quedará a su cargo, de paso ¿has visto a tus suegros?

—¿Lo quieres anunciar al mundo Orkias? —Miro al rector con enojo, y él solo ríe, lo hizo de propósito. Buscaba esa reacción en mi, debo admitir que también me dio gracia.

—Me gusta ver los genes de Solei en ti... ahhh eres tan fácil de molestar. En fin. Vete, que en breve nos debemos marchar.

—Ok.

Orkias toma rumbo hacia el comedor, y yo subo las escaleras con efusiva energía. Atravieso el pasillo a medio iluminar, mientras aprecio las paredes decoradas con antiguas armaduras y piezas de reliquias guaranies, hasta llegar a la puerta de la habitación en donde se encuentra la prisionera.

Ingreso a la habitación, y el aroma a flores... de cementerio inunda mía fosas nasales, que olor más horrible. Me llevo las manos a la nariz, a ver si puedo dejar de percibir el desagradable aroma, pero solo se intensifica.

—¿No te han dicho que debes tocar antes de entrar a la habitación de una persona? —pregunta ella, su rostro sigue mostrándome a una chica burlona y divertida, a alguien que acaba de ganar la lotería, como si este fuera el momento y el lugar que ella esperaba.

Solo camino hasta llegar frente a ella, quién está atada a una silla, su cabello negro le llega hasta los codos, la capucha de su vestimenta está chueca y desprolija. Su ropa demuestra y afirma que en verdad se dedica a cazar.

Las botas de cuero hasta las pantorrillas, y los múltiples bolsillos de su ropa me da la suficiente información de que la chica pasa mucho tiempo lejos de la civilización o los lujos de la ciudad.

—¿Cómo te llamas?

—¿Crees que te lo voy a decir?

—No, yo sé que me lo vas a decir.

—Tus trucos de persuasión no funcionan en mi cachorro, si el bonito grande no pudo conmigo ¿Que te hace pensar que tú puedes sacarme información?

Sonreí mientras la rodeo, observo su complexión para descartar que este en un cuerpo impostado,  analizo lo que emana, su postura, y no encuentro nada raro, más allá del tatuaje que tiene a media cara.

Quedo de frente y la miro, realmente, miro los tatuajes.

—Eju... Jaguareté —invoco a mi espíritu acompañante y aparece a mi lado en su forma animal.

La chica mira con asombro a Jaguareté quien le muestra los dientes, pero más allá de asustarse, ella está fascinada.

—Una invocación de espíritu blanco... a la mayoría de ustedes que asesino no le da tiempo de invocar.

—¿Por qué nos matas? —pregunto acariciando a Jaguareté para que se tranquilice, no quiero que ataque aun.

—Yo solo cumplo con mi lista.

—¿Quién te da la lista? ¿Desterrados?

—¡Ja! Esas escorias también están en mi lista.

—¿Cuantos años tienes?

—¿Cuantos me pones?

Jaguareté vuelve a gruñir y ella ni se inmuta, sigue pendiente a mi, espera que responda.

—Eguapy —ordeno a mi espíritu quien me obedece y se sienta a los pies de la prisionera.



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En el texto hay: amor, magia, guerra

Editado: 14.06.2021

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