Los secretos de la esclava

2. La mansión del duque

 

No recordaba un momento de su vida donde hubiera tenido libertad. Sus primeros recuerdos eran de subastas en puertos distintos, para diferentes trabajos, diferentes personas, lo único que no cambiaba nunca era la agonía de ser tratada como esclava, como basura humana que no merecía una vida normal, y triste era que no parecía haber una salida, hasta ese día, que se encontraba de nuevo en una elegante tarima para la subasta organizada por sus nuevos captores, quienes decidieron llevarla a un país lejano para venderla al mejor postor.

Ya sabía exactamente para qué la estaban vendiendo. Ya había visto que eso ocurriera antes, había visto a más chicas de la edad que ella tenía ser vestidas y presentadas con vestidos bonitos para poder venderlas a hombres que las usarían para satisfacer sus instintos, o a quienes manejaban burdeles en dónde les ponían a trabajar... y tenía miedo.

Lo único que la detenía de llorar ahí mismo y tratar de huir eran las represalias que podrían tomar, los castigos por los que podría pasar y las cicatrices nuevas que ganaría por algo que, de todos modos, no iba a ocurrir. No iba a ser libre, no cuando todos esos hombres asquerosos estaban ofreciendo demasiado por ella, a juzgar por la cara de su esclavista. Estaba aterrada, horrorizada, desesperada... hasta que la situación dio un giro inesperado y ella alzó la cabeza. Ella no sabía contar, pero tenía una noción de lo mucho que era el dinero que este nuevo hombre con una capucha había ofrecido por ella. El esclavista no parecía convencido, pero debido a la exclamación de la gente cuando aquel hombre descubrió su rostro, y la bolsa de monedas que tenía en la mano... el trato de cerró.

Este hombre era joven, muchísimo más joven que los que usualmente compraban chicas para lo que ya sabía. Tenía el cabello rojo intenso pulcramente peinado, los ojos brillantes y dorados y vestía tan elegantemente como un príncipe... y en cuanto sintió que iba a mirarla disimuló que nunca había alzado la vista del suelo. Por fortuna nadie parecía haberse dado cuenta de que lo había mirado furtivamente antes de saludarlo como su nuevo amo, pero él se adelantó y posó uno de sus dedos en sus labios.

Tembló bajo su toque, recuperando el miedo que había sido reemplazado momentáneamente con la sorpresa, luchando contra la necesidad de huir, de rebelarse, de alejarlo de ella... pero sus palabras fueron tan contradictorias que lograron apagar si instinto un momento.

Él se quitó su capucha y después de ponerla sobre sus hombros le tapó el rostro con ella, para después hacerla seguirlo junto a aquel otro hombre de cabello negro con el que iba y al que vio hasta que comenzaron a avanzar entre la multitud.

«¿A dónde me llevará?», se cuestionó a sí misma, siendo obediente, pero sintiendo más miedo de su destino que nunca aunque, al mismo tiempo, no detectaba la amenaza en él, ¿qué estaba ocurriendo?

Los tres volvieron al carruaje. Noah abrió la puerta primero y ofreció la mano a aquella chica para que subiera... aunque no fuera capaz de mirarla por más de cinco segundos antes de que su rostro se pusiera un poco rojo, y pasó a mirar a otra parte, y ahí mismo Cédric lo empujó.

—Si te vas a volver un tomate, deja que yo la ayude —dijo burlón mientras veía a Noah hacerle mala cara, luego pasó a extender su mano hacia la chica del cabello azul, y le sonrió de forma amable—. Tranquila, no te haré daño... ven, sube.

En otra ocasión, la joven se habría divertido con el intercambio de palabras y gestos entre los dos hombres. En un mundo donde no fuera vendida siempre, dónde fuera libre, dónde sintiera confianza... y por eso solo se dedicó a quedarse quieta y poniendo atención mientras ellos hablaban aún después de subir al carruaje, pero antes de que ellos subieran, Noah detuvo a Cédric un momento, y este vio que su guardia no parecía tranquilo.

—Cédric, ¿estás seguro de lo que haces?

—¿De qué hablas? —preguntó, antes de escuchar la respuesta ajena.

—Sé que ayudaste a esta mujer de la misma manera en que me ayudaste a mí pero, ¿cómo confirmamos que ella no presentará un peligro para la familia?

Cédric sonrió ante la desconfianza de Noah, era de esperarse que le dijera algo así, y ahora le tocaba calmarlo, aunque sea un poco.

—De antemano sabes que todos merecen una segunda oportunidad en la vida, pero la decisión de aprovechar esa oportunidad para un bien sólo la puede tomar la persona —volteó a ver a la pobre mujer, descubriendo que ellos también los observaba y no tardaba en ocultarse—. Dejemos que ella decida lo que quiere hacer, todo dependerá de sus acciones para que no nosotros actuemos.

—Pero Cédric-

—Sí sí, deja de preocuparte —respondió antes de darle un zape en la frente, y para evitar que Noah se quejara siguió hablando—. Sé lo que hago, eres testigo de que mi instinto nunca me ha fallado... volvamos a casa.

Cédric entró en el carruaje y sin ningún inconveniente pudieron abandonar el mercado negro, pero en todo el viaje notó que ella se mantenía encogida en una esquina y ni siquiera le dirigía la mirada, pero él no iba a insistir en ese momento, en la mansión habría tiempo suficiente. Cuando llegaron, todos los sirvientes ya se encontraban en la entrada para darles la bienvenida, algunos miraron curiosos a la mujer que Cédric trajo, este pasó a mirarla, e hizo una pequeña mueca por todos los accesorios que le pusieron, no era que ella no lo luciera, es que simplemente no lo necesitaba, su belleza era tan natural.




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