Los secretos de la esclava

15. El pirata y el caballero

 

Encallando en la arena en una zona de bosques al sur de Tessia, poco a poco el campamento fue tomando forma, cada miembro de la tripulación bajaba del barco con cajas en mano mientras que otros hacía un inventario para ver lo que faltaba y lo que fallaba. Ace Eranka bajó la última caja que contenía lo último que quedaba en alimentos, con lo tragones que eran él y sus compañeros, conseguir comida era lo primordial.

—Dante, esta es la última caja, ¿ya podemos ir a explorar el mercado negro? —exclamó con entusiasmo, llegando incluso a gritarle en el oído al rubio, y por esto recibió un golpe en la cabeza.

—¡No me grites, mierda! —se quejó mientras se tapaba el oído—. Me da igual lo que hagas, sólo deja de joderme. 

El pelirrojo dejó escapar una risotada ante el mal humor de su capitán, desde que lo conoció era así, desde que se lanzaron al mar hace unos años para vivir grandes aventuras. 

—Como diga, capitán, regresaré luego. 

—Oye, inútil —llamó una última vez a Ace antes de que se fuera, sólo para lanzarle una piedra mágica que este atrapó fácilmente—. Los demás avanzarán después para abastecer el barco, guarda bien esa piedra para poder localizarte; si la pierdes, te lanzaré al mar o te vendo en el mercado. 

—¡No la perderé, los veo luego! 

Ace prefirió salir corriendo antes de que se le ocurrieran más cosas a Dante. Sería interesante todo lo que podría encontrar, desde que supo que irían al mercado negro más reconocido del imperio, se la pasó inquieto y yendo de un lado al otro por todo el barco, varias veces estuvo a punto de ser golpeado por Dante porque su caminata ya lo desesperaba, pero era imposible detenerlo, ser alguien tranquilo y que se queda quieto iba en contra de todo lo que era él como persona; sólo podía dejarse llevar por la emoción en ese momento.

--

Un joven caballero se abría paso entre la multitud del mercado negro, llevando una cara tan mala que nadie se acercaba a querer ofrecerle alguna mercancía o siquiera tratar de estafarlo, ni siquiera la capa con capucha podía ocultarla. Noah Pheriam tenía una misión en el mercado negro junto a la señora Eleanor, sólo que ella iba a ir en otra dirección junto con un guardia; pero aparte de eso había algo más que debía hacer con lo que no estaba de acuerdo, las palabras y la estúpida sonrisa de Cédric rondaban en su cabeza.

«Investiga sobre los tipos que subastaron a Mare, y de paso búscale ropa nueva cuando vuelvan»

Noah apretó los dientes de sólo recordarlo. Va a matar a Cédric, ¿por qué le pide eso cuando le manda también a investigar? ¡Para eso tenía a las demás sirvientas de la mansión, y podían ir a zonas menos peligrosas! Va a matar a su queridísimo duque y hermano, tanto que hasta su nombre quedará ilustrado en los libros de historia.

—N-Noah, deberías cambiar esa cara —le indicó Eleanor, sólo para escuchar un gran suspiro por parte del mencionado.

—¿Cómo podría hacerlo si el enojo no se va, señora Eleanor? —respondió como si estuviera cansado—. Cédric no se cansa de pedirme cosas tan irracionales, ¿por qué debo ser yo el que busque ropa para la señorita Mare.

—Bueno... d-desde mi punto de vista quiere usar cualquier pretexto para que se lleven mejor.

Tras escuchar esas palabras, Eleanor comenzó a creer que debía arrepentirse de sus palabras, pues el aura fúnebre de Noah ya se notaba.

—... siento que un día me olvidaré de que él es el dueño del ducado, y terminaré por usar mi espada contra su cuello —murmuró, mostrando una expresión demasiado seria.

—... n-no deberías decir esas cosas tan seriamente, p-por favor Noah...

Continuaron caminando juntos hasta que Eleanor avisó que tomaría otro camino.

—Y-yo me dirigiré a aquella zona, m-me llevaré a los guardias conmigo p-porque sé que estarás bien —dijo, antes de dejar caer de forma disimulada una pequeña hoja de papel en el suelo—. Aquí s-será el punto de encuentro, nos veremos en dos horas.

—Como usted diga, señora Eleanor —respondió, lanzando una mirada feroz a los guardias de turno, provocándoles un escalofrío—. Si me entero de que no hicieron bien su trabajo, me aseguraré de que no sobrevivan en los entrenamientos.

—... s-sí, Sir Pheriam... 

—N-Noah, por favor... —pidió como súplica mientras se llevaba a los asustados escoltas—. Sir Albert y Sir Dorian, vamos por aquí por favor.

—... s-sí, señora Eleanor...

Con eso último dicho, y respiro de resignación por parte de Eleanor, el grupo se separó; cada uno se fue por su lado a zonas respectivas en donde se les haría fácil encontrar información. Noah conocía lugar a los cuales no permitiría que Eleanor lo siguiera, las partes más oscuras del mercado negro; Cédric no lo aprobaría, pero el pelinegro busca las subastas, someter a un anfitrión si que nadie los descubra y sacar lo que quería saber sería sencillo, se supone que ese era el plan, pero... ¿por qué se tuvo que quedar parado frente a una tienda de ropa para mujeres? Para variar, quien se acercó a "atenderlo" era una mujer que parecía no conocer el significado del espacio personal, ¡Ni siquiera iba a comprar, ella lo vio y lo metió a la tienda de un tirón!

--




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.