—Pues... todo de él es la viva imagen de lo que era Raphael Pheriam~
—...
La risa resonó en el salón por el silencio por parte de Akeem, porque sabía lo que sus palabras significaban para el soberano, sabía el peso que estas poseían como para dejarlo sin palabras.
—Parece que sabe exactamente a lo que me refiero, su majestad, es por eso que acudí a usted desde antes~ —comentó, continuando su charla al darse cuenta que el ajeno seguía callado—. Yo también fui terriblemente afectado por ese hombre; el antiguo duque le arrebató mucho a usted y a su familia, a mí también me arrebató algo que anhelaba y deseaba, no me permite estar cerca.
—... debo suponer que te refieres a una persona —comentó finalmente.
—... oh sí, se trata de una persona que conocí, alguien muy peculiar. El destino hizo que nos encontráramos, pero ese hombre llegó para separarnos.
Nuevamente hubo silencio, pero la persona de la voz sabía que estaba consiguiendo lo que quería; Akeem no lo sabe, pero este desconocido no deja de sonreír desde el lugar por el cual se comunica.
—Retírate ahora mismo, debo pensar sobre este asunto...
—Mmm... le daré espacio si eso es lo que desea~ —mencionó, pero antes de marcharse por completo, dijo una última cosa—. Tenga en cuenta mis palabras, estoy seguro de que tomará la mejor de las decisiones~
Completo silencio. Akeem sentía que comenzaría a dolerle la cabeza en cualquier momento por todo lo que estaba pasando, era demasiado que procesar; han pasado tanto tiempo desde los acontecimientos que tuvo que soportar el país entero, iniciando por la tiranía de Astrus Frismathia, antiguo emperador del imperio Ember, junto con su mayor cómplice, y el principal causante de la caída de su propio país: Raphael Pheriam.
No puede tomar tan a la ligera la llegada de esta carta y las posibles intenciones que tenga el nuevo duque al pedir una audiencia. «Tal vez... lo mejor sea rechazarlo, estoy en todo mi derecho después de todo lo que ha ocurrido, pero... tal vez también me arriesgo a una mala reacción de su parte», pensó bastante al respecto.
—¿Padre? ¿Todo está bien?
Entre tanta oscuridad, aquella suave voz iluminó el rostro de Daniele, no era otra persona más que su amada hija que iba entrando por la puerta principal.
—Soraya, pasa hija mía —dijo con más entusiasmo—. Creí que estabas en tus horas de estudio con tu maestro, ¿qué te trae por aquí, querida?
—Bueno, todos los sirvientes se ven muy preocupados, ¿es verdad que el duque de Tessia se puso en contacto contigo? —preguntó sin darle más vuelta al asunto.
—Oh... ahh sí, estás en lo correcto, ese hombre se puso en contacto —respondió, volviendo a mostrarse intranquilo—. Pero no debes preocuparte por nada, no pienso permitirle el paso a nuestras tierras.
Soraya vio la forma en que Akeem maltrataba la carta que había recibido. Ella conocía la historia de su país y todo el sufrimiento de su gente, ¿pero era realmente sano quedarse estancado en el pasado sin poder avanzar? Su padre lleva manteniendo el odio por mucho tiempo.
—Padre... ¿estás seguro de que es correcto esto? Aunque ya no exista el puesto de emperador desde hace muchos años, sería bueno que, como rey, pudieras imponer tu autoridad —analizó en lo que recogía la carta y procedía a leerla, y esto le hizo sonreír un poco—. Las cosas han ido bien desde que el antiguo duque murió en la guerra, y ahora su hijo intenta entablar algún tipo de comunicación, ¿no te parece un cambio realmente abismal? Tal vez pueda significar algo bueno.
—Eso es algo de lo que nunca podremos estar seguros —respondió.
—Por supuesto... —se acercó para entregarle la carta—. Si no nos damos una oportunidad, nunca sabremos si podremos salir adelante. Vamos, padre, es posible que él sea diferente... ¿o es que le crees más a aquella voz desconocida que te hablaba a través de la esfera?
Se sintió atrapado ante las palabras de su hija, no esperó que ella lo hubiera escuchado hablar con aquella persona desconocida, era algo que estaba manteniendo en secreto del resto, pero al final fue su hija quien lo descubrió. Akeem no parecía poder luchar contra la mirada llena de ilusión de su hija, aunque ella aún tiene 14 años, hay cosas en las que tiene razón: no puede confiar totalmente en aquel desconocido, pero tampoco tomará a la ligera al hijo de Raphael.
—... ¿por qué estás tan segura de que esto sería bueno para nosotros? —preguntó directamente, viendo la sorpresa en el rostro de su hija, pero después cambiando a una amplia y relajada sonrisa.
—Es nuestro deber pensar en el futuro de nuestra gente, y con ello superar cualquier obstáculo —dijo con tranquilidad—. Ya sea buena o mala la presencia de aquel duque, este será el momento exacto para cortar de raíz todo el daño que hemos sufrido; yo siento de alguna manera que esto será bueno, y también... hay que hacerlo por mi madre, ya que ella creía mucho en un futuro brillante para este país en el que creció...
Akeem recordó al instante a su amada esposa Daria, ella estuvo con él en lo peores momentos de Rúmir, siempre charlaron y se ocultaron de los peligro que representaban los caballeros de la familia Pheriam, pero siempre fueron felices y compartían la misma visión de un futuro en el cual el país fuera libre y próspero. «Mi querida Daria», pensó con melancolía mientras abrazaba a su hija.